Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Un comienzo, un final - por Fran

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas. No le dio tiempo a tragarse la última uva cuando sonó la alarma en el Cuerpo de Guardia. Montó en el coche patrulla junto al Cabo y dos Soldados de “reacción rápida”. Al tiempo le suena el teléfono.
¬—Mi esposa —dijo Diego.
Descuelga el teléfono.
-Cielo feliz año. Te llamo ahora. Estoy muy ocupado. Un beso —y colgó el teléfono sin dejar que su esposa dijera una palabra.
—-La pobre, seguro que quería felicitarme el año —murmuró Diego.
—¡Cámaras de móvil! —dijo Diego por radio.
—Adelante —se oyó.
—Dime dónde ha saltado.
—Mi Brigada, ha saltado por la zona tres, al Norte, junto a la caseta de ayudas a la navegación. Le estoy viendo por cámara —se oyó por radio—, a sus nueve a unos doscientos metros.
—Mi Brigada, se mueven unos matorrales —chilló el Cabo.
—Mirar a ver qué es eso.
Cuando se van acercando el Cabo con los Soldados, fusil en mano, observan dos cuerpos metidos en un saco de dormir, revolcándose.
—Alto, Policía Aérea —chilló el Cabo —, identifíquense.
Del saco salieron una pareja de jóvenes, semidesnudos.
—No disparen, no disparen —dijo la chica sollozando—, no hacemos nada malo.
—Están ustedes en zona militar y han hecho saltar la alarma —indicó el Cabo señalando un cartel de “Zona Militar, prohibido el paso”.
—¿Qué hacemos mi Brigada?
—Mira a ver si hay algún desperfecto en la valla; si hay, toma fotos y los identificas para poner la denuncia; si no hay, que se vistan y que se larguen por la principal.
—No hay nada roto —dijo un Soldado.
—Que se larguen.
—Voy a llamar a mi esposa.
Diego coge el teléfono y marca el número de su esposa. La línea está saturada por la cantidad de llamadas que se están realizando por el nuevo año. Por fin, al tercer intento, da tono.
—Hola Diego —se escucha por el teléfono—, feliz año.
—Hola Cielo, no he podido hablar antes. Había saltado la alarma.
—No importa Diego —dijo su esposa con voz dulce pero seria—. Tenemos que hablar, pero ahora no, mañana cuando llegues a casa. Tengo algo que decirte.
—Pero ¿qué pasa? —le replicó Diego preocupado.
—Ya hablamos cuando llegues, por aquí no quiero. Lo que tengo que decir quiero decírtelo en persona.
Diego pasó toda la noche preocupado, sin saber qué ocurría. A las ocho de la mañana, después de realizar el relevo, rápidamente coge su coche para ir a casa. Al llegar, Lourdes, su esposa, está desayunando en la cocina.
–Hola —dijo Diego al llegar.
—Siéntate Diego —le dijo Lourdes. Mira, esto no va bien, nuestra relación no va bien. Llevo casi dos años intentando evitar esto, intentando cambiar mis sentimientos, pero no ha podido ser y ahora….ahora estoy que exploto. Diego, NO TE QUIERO. No como debiera quererte, como debe querer una esposa a su marido. Lo siento.
Diego se queda inmóvil, quieto, no reacciona. No acaba de asimilar lo que le ha dicho su esposa.
—Dime algo Diego —gritó Lourdes.
—Pero ¿por qué? —preguntó Diego— ¿por qué dices eso?
—Diego, que no te quiero y ya está. La relación se ha ido enfriando y yo soy incapaz de estar contigo.
—Pero ¿qué he hecho yo de mal?
—¡Nada joder! —gritó Lourdes—, no has hecho nada, esto pasa.
—¿Por qué chillas y te enfadas como si yo fuera el culpable?¿Tanto rencor me tienes?
—No te tengo rencor —respondió ya más calmada Lourdes—. La cosa ha venido así.
—¿Desde cuándo estas así? —preguntó Diego— ¿desde cuándo no me quieres?
—Desde hace dos años más o menos.
—¿Y por qué no has luchado?
—Lucho todos los días, todos, pero no me sale quererte, no me sale darte un beso. No me sale hacer el amor contigo, no me sale nada contigo.
—¿Y te has rendido?
—¿Rendido yo? Replicó Lourdes exaltada—. Estoy cansada de luchar y ahora ya no puedo más, no puedo estar junto a un hombre al que no quiero.
—¿Y qué se supone que tengo que hacer yo ahora?
—¡No lo sé! —volvió a replicar chillando Lourdes—
—Me estoy desviviendo todos los días, desde que nos casamos para sacar adelante esta familia, para que junto con nuestros hijos seamos felices. ¿Crees que me merezco esto? Arruinarás todo lo que hemos conseguido juntos, todo……. ¿Segura que así estarás mejor?
—Mejor que ahora seguro.
Diego hizo su maleta, montó en su coche y se marchó de su casa dejando a Lourdes llorando……….

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.