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¿No puede ser todo el año Navidad? - por Libres de Lectura

Web: http://libresdelectura.blogspot.com.es

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas, me cogió en brazos y se sentó junto a mí sobre su silla. Se introdujo dos uvas de golpe en la boca mientras con la otra mano pretendía que yo también tragara las mías. Lo tenía claro. Después de ver como los dedos de toda mi familia habían hurgado dentro de ellas con el fin de extraer todos los piñones, las ganas de probar ni siquiera una de esas uvas eran las mismas que las ganas que tenía de estar allí.

Era mi primera Navidad, lo pongo en mayúsculas porque a lo largo de estos años he podido comprobar que es una época muy especial para todo el mundo, cosa que no sé si entiendo, pero no quiero irme por las ramas. Como ya he dicho, era mi primera Nochevieja, y alrededor de mí había un conjunto de personas que decían ser familiares con unas ganas infinitas de hacer muecas, fotografías, vídeos; con un objeto común, yo.

Ya me estaba siendo difícil soportar aquella excepcional velada pero lo que no me podía esperar era eso de las uvas. Cuando ya aquellas bebidas rubias tan turbias y aquel líquido color sangre había envalentonado a esos familiares en sus conversaciones, y había conseguido al fin que me dejasen descansar en mi cómoda trona, es cuando apareció papá con prisa por cogerme. En ese instante un sinfín de imágenes que aún recuerdo se refugiaron en mi mente: mi tío apagando ese televisor en un momento que debería ser importante por la reacción de la vibrante expectación; esos dos jóvenes hermanos, mis primos, subidos cada uno a una silla con un pie levantado y joyas doradas dentro de sus copas (ahora ya conozco un poco más acerca de la superstición, pero llegué a pensar que estaban rematadamente locos); mi tía, y madre de estos, quemando papeles en los que creo que se incluían deseos; papá intentando comer sus uvas, darme las mías, y grabarme mientras lo intentaba, … Solo tenía una solución, la que siempre funcionaba, comencé a llorar.

Fue el momento en que más me sobresalté, porque a la vez que mis lágrimas empezaban a descender con bravía por mis mejillas, todos se levantaron y entre aplausos hacían resonar sus copas de ese líquido tan brillante y llamativo. Mis llantos quedaron enmudecidos por tanta algarabía y el único que se percató de mi molestia fue papá, quien seguía grabando mi situación a la vez que producía ruidosas carcajadas. ¿Por qué nadie me hacía caso? Siempre que lloraba estaban por mí…

Solo me quedó ponerme a pensar. Lo feliz que se vuelve la gente en esta época ¿no? Yo no sé si será por el simple hecho de que la familia se junta; o si por lo contrario es únicamente la época del año, o quizás esas bebidas que tanta energía aportan a las personas; no sé, creo que de más mayor lo entenderé. Lo que sí sé, es que cuando llega esa época veo a estas personas que tan poco veo durante el año. Sé que papá y mamá sonríen durante esas dos o tres semanas, que se quieren más, que los yayos no discuten, y eso es lo que a mí me gusta. A mí me gusta ver a todos ellos con esa sonrisa en la cara que tan extraña me parece de tan pocas veces verla en sus caras. Me gusta notar (no sé si porque aún soy un crío y dicen que nosotros notamos más esas cosas) ese ambiente cargado de optimismo. Papá cada día se queja de las malas noticias que dan los telediarios cuando nos sentamos a cenar. Pero por alguna extraña razón, en Navidad las noticias que dan no son tan malas.

Quizás es porque aún soy muy pequeño pero, si pueden estar todos así de contentos solo porque la familia se reúne, solo porque es Navidad, ¿no podríamos estar igual durante todo el resto del año? Si sabemos que podemos llegar a serlo, ¿por qué no lo alargamos?

Mamá siempre me dice que soy demasiado pequeño para hacer estas preguntas y por eso prefiero escribirlas aquí que sé que solo lo leeremos yo y David, mi amigo invisible (bueno, David y yo, que mamá siempre se enfada si pongo el yo delante…). Él sí que me entiende, aunque nunca me responda a mi sempiterna pregunta:

¿No puede ser todo el año Navidad?

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