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LA DESAPARICIÓN DE GUILLERMO OCKHAM - por Homero Ariza

El autor/a de este texto es menor de edad

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas sabiendo que de todas formas llegaría tarde. Tendría que haberme apurado al escuchar las once, pero no lo hice, y cuando llegué a casa ya había pasado el brindis y mamá estaba con su peor cara de enojada. Estaba más enojada que el año anterior, y mucho más que el anterior del anterior. Papá se le acercó y le dijo algo, supongo que algo relacionado con que se calme. Mamá sacudió la cabeza resignada y se fue el patio a ver los fuegos artificiales. Todos fueron al patio. Aproveché y entré sin hacer ruido. Entré a mi habitación también en silencio. Me daba mucha vergüenza aparecer, era el quinto año consecutivo que hacía lo mismo. ¿Qué excusa tenía para llegar tarde de nuevo? Ninguna. Preferí esconderme en mi habitación y esperar. Me metí abajo de mi cama por si a mamá se le ocurría entrar, y ahí mismo me dormí.
Me desperté cuando sonó el teléfono de casa. Eran las doce del mediodía. Escuché que mi mamá atendió.
– No, todavía no sabemos nada – le dijo a la persona que estaba del otro lado de la línea – La última que lo vio fue la novia, y dijo que se fue cerca de las once y cuarto. Ernesto fue a buscarlo a lo de los amigos.
Me di cuenta que nadie me vio entrar a la casa, y que no le avisé a mi novia que había llegado. Todos pensaban que había desaparecido, y yo estaba como un idiota abajo de la cama. En ese momento tampoco encontré una excusa para salir, me daba vergüenza que todos estén preocupados por mi y que la respuesta sea tan tonta. Me quedé ahí para pensar. Y se fueron las horas.
Cuando volvieron a sonar las doce campanadas dos oficiales entraron a mi casa. Escuché que mi novia, que había llegado a casa cerca de las ocho, les indicó como estaba vestido cuando me vio por última vez. Escuché que mi mamá les dio una foto mía. Escuché también que los oficiales les dijeron que llamen a todos los hospitales, comisarías y morgues de la ciudad. Escuché que cuando dijo morgue mamá se largó a llorar. La situación empeoraba, cada minuto que pasaba hacía que mi aparición sea más vergonzosa. Pero no me sentía tan idiota, los idiotas eran ellos. Hacía más de veinticuatro horas que estaba desaparecido y a nadie se le ocurrió mirar abajo de mi cama. Era la respuesta más obvia y sencilla y a nadie se le había cruzado por la cabeza. Pero ese no era mi problema, mi problema era pensar con que excusa iba a aparecer, necesitaba una que me dejara muy bien parado. Me metí abajo de mi cama a pensar, pero me quedé dormido.
Me desperté cuando sonó el timbre de casa.
– ¿Quién es? – preguntó mi madre.
– El oficial Benotto – respondió el oficial Benotto – Lo encontramos.
Mama abrió la puerta y pegó un grito de alegría. Papá y mi novia también gritaron y festejaron.
– ¿Dónde lo encontraron? – le preguntó mamá al oficial.
– En el hospital San Juan de Dios – le respondió – Se desmayó en el medio de la calle la noche del treinta y uno. Estaba sin documentación. Esta mañana recuperó el conocimiento.
Mamá le agradecía a Dios. Papá le agradecía al oficial. Mi novia llamaba a mis tíos. Y yo me preguntaba… ¿qué carajo estaba pasando?
Cuando el oficial se fue salí de mi habitación y me asomé al comedor. Vi a un joven muy parecido a mi, pero con la cara más redonda y el pelo más oscuro, comiendo desaforadamente en compañía de mis padres y mi novia. Después él y ella se fueron a mi habitación y cogieron como dos burros mientras que yo los escuchaba escondido en el ropero. Inexplicablemente nadie se dio cuenta que ese no era yo, o quizás no se quisieron dar cuenta. Para ese punto aparecer iba a ser mucho más vergonzoso que antes. No había vuelta atrás.
Cuando todos se durmieron agarré algo de ropa, dinero, comida y me fui de mi casa para siempre. No voy a explicar que hice después de ese día, no es tan relevante, lo que si lo es es que al año siguiente volví a pasar por mi casa y cuando sonaron las doce campanadas el otro joven estaba ahí, brindando con mi familia. Bien por él.

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3 comentarios

  1. 1. Cibeles dice:

    Muy acertado el título, me dio ganas de querer leer el cuento, que por cierto es muy original y está bien escrito.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 01:14
  2. 2. Miguel Zoltan dice:

    ¿Porque Guillermo Ockham?, Disculpen pero no entiendo.
    El cuento es excelente, muy bueno
    Saludos

    Escrito el 29 enero 2014 a las 04:04
  3. 3. DavidRubio dice:

    Te felicito. Menor de edad y con esta capacidad de crear relatos tan sorprendentes como este. Sigue así

    Escrito el 30 enero 2014 a las 00:50

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