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El vestido de boda negro - por Raquel Pérez

El vestido de boda negro.

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas y arrastre conmigo a Carmina, agarraba su manita fuertemente, y ella como quien se deja llevar por el mar, ajena a la situación, continuaba mirando al infinito, no sabia que el cortejo de la novia llegaba tarde a la boda.
Mi hermana Mariana, tenia solo 16 años, se enamoro de un hombre de 27, y el inminente traslado de mi padre, de vuelta a Alicante, lo precipito todo. Mariana se aferraba al primer amor, como el segundo al minuto y el minuto a la hora. Un amor que envidiaríamos todas, pasados los años, y que, en aquel momento, nos arranco un gajo de nuestra familia.

Nunca me gustaron aquellas calles empedradas del pueblo, mi madre siempre las llamaba “rompezapatos”, y tuve el impulso de correr hacia la novia y descalzarle, impulso, que fue frenado por mi padre, con un cariñoso tirón. Todos sabían el esfuerzo que me había costado forrar los zapatos, con la misma tela del vestido. Pero aun, me puedo enorgullecer, de que mi hermana, fuera la primera en lucir aquella pincelada de vanguardia, y lo recordarían en el pueblo, pasados muchos años.

Mi madre me había matriculado, hacia dos años, en el taller de costura que impartían las monjas después de las clases, para que fuera aprendiendo un oficio. Asistía a aquellas clases, con la ilusión de realizar mis propias creaciones, y no con el objetivo que las hermanas se desvivían por inculcarnos, autoconfeccionarnos el ajuar, y las más devotas, bordar trajes de vírgenes y santos de madera. Creo, que en aquellos años, hilvane, sobrehilé y borde, los ajuares de más novias de las que se casaron en el pueblo. Algunos los utilizaron, otros se quedaron en los armarios esperando el amor y los más traicioneros sirvieron para, años mas tarde, enjugar la sangre de hijos y padres fusilados – pero eso es otra historia.
El ajuar que tenia que realizar esta vez era diferente, ninguna de mis cuatro hermanas o mi madre, sabían coser. Por lo que, a mis 14 años, y con mi corta experiencia, se me responsabilizo de convertir a la alicantina, como así la apodaron, de por vida, en el pueblo, en una mujer madura y respetable. Estaba asustada y emocionada, y aunque en aquel convento me consideraban demasiado descarada por bordar en las mantelerías enamorados en balancines, una novicia me presto su ayuda incondicional.

Recuerdo el día que apareció la suegra, portando la preciada tela negra para el vestido de novia. Jamás escuche aquel silencio en mi casa, cuando la ingenua señora destapó la caja. A los cinco minutos, mi madre lloraba, mi padre justificaba el llanto en emoción, las demás reían, y yo renegaba de coser aquella mortaja. De un golpe, aquel inofensivo tejido, paralizo la vorágine de la boda y el traslado, deteniendo y encogiendo un instante nuestros corazones. Mi hermanita, una niña, viviría sola, a más de 800 kilómetros de su familia, con un hombre maduro y experimentado. Mariana nunca se preocupo de las labores hogareñas, le gustaba ir a la escuela, quería ser contable, fumar en pipa y beber vino en los bares. Mis padres sabían que nunca encajaría en aquel pueblo con esa cultura, tradicional y vetusta, que sometía a las mujeres a la casa y los hijos. Pero creían, en el amor verdadero y no se interpusieron en la decisión de Mariana. Así que, todas aceptamos la situación, tristes pero convencidas de que volvería tarde o temprano.

Habíamos asistido a otras bodas en aquel pueblo, en las que las novias vestían de negro, incluso había sobrehilado uno, pero jamás pensábamos que una de nosotras acabaría casándose de negro y yo me seguía resistiendo a ello. Por eso, el diseño incluía un gran broche de pedrería en un lateral como una barca de pesca y una gran lazada verde alga, hasta los tobillos. Lo cierto, es que concebí el vestido para una gran fiesta dejando volar mi imaginación.

Mariana era feliz, todo el pueblo estaba allí, viendo a la alicantina aceptar las costumbres extremeñas por amor. Las mujeres admiraban el vestido, comentaban entre ellas los adornos complementarios, y yo estaba satisfecha de haber podido resumir, en una sola tela, todas las costumbres locales y nuestros orígenes mediterráneos. En ese momento, me convencí de mi futura profesión, hacer delgadas a las gordas, gordas a las flacas, guapas a las feas y recatadas a las guapas. Seria modista.

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7 comentarios

  1. 1. José Torma dice:

    Tal vez sea porque es un tema local que no entendi muchas referencias, pero me gusto mucho la frase “se aferraba al primer amor, como el segundo al minuto y el minuto a la hora”. Es un texto muy bien logrado. Felicidades.

    Escrito el 28 enero 2014 a las 22:59
  2. 2. Simon Wallace dice:

    Hola Raquel,

    yo te comenté el texto 😀 Creo que te metí caña con los acentos, ya no me acuerdo bien. Pero me gustó de verdad el relato, las sensaciones que daba, el conflicto familiar (¡aunque a primeras me costó entender también lo del vestido negro!)

    En fin, felicidades 🙂

    Escrito el 29 enero 2014 a las 00:01
  3. 3. Alejandro Cadenas dice:

    Hola Raquel,

    yo también comenté tu relato y sin duda el mejor de los tres. ¡Bien hecho!

    Escrito el 30 enero 2014 a las 17:05
  4. 4. lunaclara dice:

    Hola Raquel: Me ha gustado mucho tu relato. Me lo he imaginado como parte de un todo más grande, como si fuera un capítulo más de algo que me gustaría seguir leyendo. Retratas muy bien las costumbres de la época (no conocía que las extremeñas se casaran de negro), y las descripciones ayudan mucho a imaginarselo todo.
    Felicidades!!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 12:31
  5. 5. Ada Lena G. P. dice:

    Me ha resultado bastante interesante el tema que has imaginado para narrarnos esta historia enfocada desde un estilo quizás contumbrista, pues entrocas con originalidad la idea de tradición y localismo que contiene la trama con la actitud trasgresora de la protagonista, que se va dejando ver a medida que nos cuentas el suceso. ¿Puede que tenga algo de autobiográfico tu relato? ¡Felicidades por tu precioso estilo!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 13:11
  6. 6. Raquel Pérez dice:

    Muchisimas Gracias a todos y todas por leer mi relato…. Sería posible que fuera autobiográfico o como me comentaron un recuerdo. Pero esta ambientado en los años 20, ergo yo tendría como unos 90 años…. Jajajaja que no es imposible pero poco probable.

    Muchas gracias otra vez!!! Voy a leer, ahora que he sacado un poquito de tiempo.

    Escrito el 1 febrero 2014 a las 00:23
  7. 7. Emmeline Punkhurst dice:

    Hola Raquel. Creo que arreglando un poco los signos de puntuación te ha salido un texto muy bueno. Me gusta la descripción tan realista de las costumbres que relatas y el afecto y ternura que la protagonista destila por su hermana.
    ¡Muchas felicidades!

    Escrito el 5 febrero 2014 a las 20:21

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