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Coldster - por Emmeline Punkhurst

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. El sitio a la ciudad duraba ya dos años y la torre de aquella iglesia de barrio seguía, sin embargo, indemne. Lo normal hubiera sido que a eso de las 18h hubiera respetado el toque de queda impuesto unos meses antes, pero aquel maldito día me había quedado paralizada en el primer peldaño del portal de Maddie. Acostumbraba a visitarla cada dos días desde el momento en el que ella perdió el norte y el resto de puntos cardinales que regían su vida. Con la mirada perdida, yacía en su cama tan inerte como un trapo desde que su marido y su hijo de tres meses reventaran en mil pedazos tras el bombardeo que asoló el Barrio Viejo. Maddie se culpaba por no haber podido parir una criatura más fuerte ya que aquel día se dirigían a la consulta médica tras el enésimo ataque de tos del pequeño mientras ella permanecía en casa preparando las escasas raciones de comida que les quedaban.
Aunque os parezca muy crudo, la historia de Maddie ya no me afectaba tanto porque sólo era una más de tantas. Me preguntaréis entonces qué hecho impactante tuvo lugar para que durante más de seis horas mi cuerpo permaneciera pegado a un trozo de piedra. Intentaré contároslo si mis fuerzas no flaquean.
Tras una tarde intentando lavar a Maddie y adecentarla con una botella de agua del único manantial que seguía en uso en toda la ciudad, le pasé el testigo a la Señora Rismith, bondadosa vecina de al lado que velaba por mi amiga de manera incondicional. Bajé las escaleras con la misma sensación de vacío a mis pies, notando la acostumbrada taquicardia temerosa ante el inminente peligro del exterior.
Me disponía a salir del portal cuando elevé la vista y lo ví. Y él me vio, de eso estoy segura. Era Coldster, mi viejo amor de juventud, pero no era él, no. Coldster tenía los ojos puros, alegres. Este hombre, sin embargo, poseía en su lugar dos canicas de acero, dos puntos que traspasarían a cualquiera con su evidente odio. Escondido en uno de los pisos de aquella calle, portaba un gran arma entre sus manos que sujetaba con firmeza. Sé que él me vio porque a estas alturas todos hemos aprendido que los francotiradores son expertos en el arte del escondite y, a pesar de todo, él se mostraba con todo su poderío armamentístico ante mí. También sé que deseaba que yo le viera, que intuyera mi vida en sus manos… todo porque un día tuve el atrevimiento de decirle “no”, un día sufrió la mayor ofensa, un día lo abandoné por un hombre de la etnia zatka, ésa que hoy es corresponsable de esta absurda guerra de dos bandos.
Allí estábamos los dos: él, desafiante desde las alturas, yo, totalmente vulnerable a las balas y a su desprecio. Como un animalillo maltratado hice lo único que se me ocurrió en aquel momento: sentarme y quedarme muy muy quieta… así durante horas hasta que al fin Coldster aparentemente se rindió y se retiró de su posición. Así fue como pude proseguir mi camino.
Por este motivo estoy todavía a estas alturas intentando llegar a mi hogar entre llamas y escombros. Sólo espero que él no se arrepienta y me espere en la oscuridad de algún edificio semiderruido. Al fin y al cabo, nuestras vidas aquí ya no valen nada.

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8 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Hola! Una historia tela de prometedora. Me ha gustado mucho la trama y la relación que has descrito entre la protagonista y Coldster. Me hubiera gustado saber más sobre ellos, sobre la señora Maddie y sobre esa guerra absurda. Felicidades!!

    Escrito el 28 enero 2014 a las 23:28
  2. 2. Servio Flores dice:

    A mi me tocó comentar su texto, como dije en el comentario, el texto es muy bueno y coincidí con Lunaclara respecto a profundizar los personajes. Por lo demás lo apocalíptico del ambiente me ha encantado.
    Saludos.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 04:54
  3. 3. NHICAP dice:

    Hola Emmeline,
    De nuevo un relato tuyo que me engancha desde el principio, recordándome los vergonzosos episodios de la guerra de los Balcanes. Trasmites con mucha intensidad el sufrimiento de las gentes que personificas en Maddie, un personaje secundario esencial para describir las horribles consecuencias de la guerra. En mi opinión, la utilizacion de este personaje es lo mejor
    Felicidades y sigue con tu estilo tan descriptivo.
    Hasta la próxima ocasión.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 13:14
  4. 4. Emmeline Punkhurst dice:

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Me han dado ánimos ya que un par de comentarios de este mes no han sido muy positivos pero en fin, aquí sigo intentando aprender y mejorar.
    Prometo ponerme a partir del viernes a leer vuestras composiciones. Un saludo

    Escrito el 29 enero 2014 a las 15:53
  5. 5. Gandalf dice:

    Me ha gustado mucho, de hecho según avanzaba el relato me enganchaba cada vez más. El final es muy bueno, resume muy bien toda la atmósfera de la historia.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 22:36
  6. 6. Constanza dice:

    Un muy buen relato. Consigues en poco espacio transmitir los horrores de la guerra sin dar detalles escabrosos. Muy elegante texto. Enhorabuena.

    Escrito el 5 febrero 2014 a las 20:45
  7. 7. Emyl Bohin dice:

    Hola, un relato que describe muy bien la atmósfera que envuelve los conflictos que generan las bajezas del ser humano.
    Felicidades. Y me ha gustado ese parrafo en el que el narrador hace un alto y se dirige a nosotros para llamarnos la atención y que seamos más participes de la historia. Un acierto.

    Saludos

    Escrito el 6 febrero 2014 a las 01:05
  8. 8. Chiripa dice:

    Emmeline, te confieso que el tema me sobrecogió
    Tu relato es muy fino, nada la falta y nada le sobra.
    Con Maddie, un personaje secundario, nos muestras rápidamente la tragedia de la guerra, sin malgastar palabras (que es importante cuando tienes la limitación de las 750 palabras)
    Pienso que, solo con un poco más de desarrollo, tus cuatro personajes dan para hacer una muy buena historia. Adelante!!!
    .

    Escrito el 6 marzo 2014 a las 00:23

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