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La frontera - por Guillermo Cédola

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. Siempre me causaba miedo la frontera entre los dos días. No supe qué dirección tomar, tampoco supe qué pensar. Ya era tarde y no había posibilidad de volver atrás lo hecho, ni estaba muy seguro de querer hacerlo.
“Me apabullas con tu canturreo sin sentido, con tu hidalguía bufonesca” Repetía incesantemente Laura envuelta en un halo de desesperación, lindando con la vesania.
“Me causas gracia” Solía decirme cuando nos acostábamos y quería tocarla, “es para lo único que tienes iniciativa” sentenciaba y luego se apoyaba sobre el hombro más distante de mí, dejando que el silencio construyera un muro de hielo e indiferencia. Después sólo me quedaba de ella: la espalda apenas cubierta por su pelo negro y el perfume que me excitaba y generaba alucinaciones de épocas pasadas.
¿Por qué?, ¿por qué me lo pidió? si pudo ver en mi cara el dolor y desconcierto que me causaba. Teníamos una vida juntos, nuestras cosas en común, los recuerdos, eso, los recuerdos ¿por qué los olvidó? Cómo pudo dejar de lado todos los sueños que compartimos, los planes, los proyectos.
¡Qué poco le hubiese costado restañar mi pena!: yo sólo necesitaba una sonrisa suya, o al menos la intención de una sonrisa, una mirada cálida, un gesto dulce y nada más, o quizás sí, tal vez una palabra cariñosa, un arrumaco o que me escuchara alguna vez sin mostrar la displicencia del que sólo oye.
Escuché una campanada. Ya había atravesado el límite de la noche y dejado detrás de sus confines las aflicciones de la víspera. Esa era la única ventaja que tenía cruzar la frontera: todo lo sucedido quedaba en el ayer, y el ayer ya había pasado, no era presente y por lo tanto era sólo un recuerdo y los recuerdos siempre están aderezados con los desvíos que provoca nuestra mente, entre lo que fue y lo que nos hubiese gustado que sea.
Bueno en definitiva se lo buscó. Siempre tan indolente, con juicios tan severos sobre mis procederes y tan benevolente para con sus actos, creyéndose inmaculada y perfecta y… pero la extraño, siento como un vacío en la panza y me duele. No sé bien si me duele lo que pasó o el por qué pasó, porque en definitiva se pudo haber evitado, ella pudo haberlo evitado, pero no, como de costumbre seguía hablando, y hablando y hablando y no escuchaba, no escuchaba y no escuchaba. ¿Qué podía hacer?, pero ahora me da pena porque cuando quería era dulce, cariñosa, me encantaba como era pero después no me encantaba porque se volvía agresiva, acusadora y reclamadora. Pero cuando era buena sí que me gustaba, pero era pocas veces buena, casi siempre era mala. Y como decía mi abuela:” quien mal anda mal acaba” y ella acabó mal. Pero ahora qué hago, ya me había acostumbrado un poco a que fuera mala y cuando yo estaba tranquilo no me molestaba, pero cuando estaba nervioso me ponía muy mal y yo soy muy nervioso y ella lo sabe y tiene que entender que no puedo manejarlo, si se lo dijo el médico y se lo dije yo muchas veces, por qué me quiere poner nervioso siempre. ¿Se habrá manchado la alfombra del cuarto? Espero que no, porque si no Laura se va a enojar y me va a retar como siempre.
Estaba tan linda con esa bata de baño negra que hace juego con su pelo y contrasta tanto con la blancura de su piel, esos ojos verdes (son lo que primero que me enamoró de ella) y la desnudez de sus pies sobre la alfombra que mojaba a su paso. Claro ella podía hacerlo pero si yo caminaba con los pies mojados sobre la alfombra se enojaba mucho y me retaba. Qué injusta que era. Ella sabía que me ponía nervioso su injusticia pero igual le daba para adelante, seguía, seguía y seguía y claro ¿cómo no iba a reaccionar?, ella sabía que yo iba a reaccionar. ¿Se habrá manchado la alfombra del cuarto? Espero que no, porque si no Laura se va a enojar y me va a retar como siempre.
Pero se lo merecía, Claro que lo merecía si siempre está…pero la extraño, quiero olerla, quiero su calor, su perfume. Pero no te preocupes Laura, todo fue del otro lado de la frontera, acá está todo bien, ni siquiera se manchó la alfombra. Lo único: hace frío, pero por favor no te enojes otra vez.

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1 comentario

  1. 1. Kangreja dice:

    Me gusto leer tu texto, porque estas todo el rato como pensando en que va a suceder. Saludos!

    Escrito el 28 enero 2014 a las 20:45

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