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UNA FECHA MUY ESPECIAL - por F.A.B.C.

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas mientras en su garganta trataba de sostener el sabor ácido de la última copa que se había tomado. Aún en el tembladeral del alcohol, le pareció percibir que no era el mismo repique del bronce en lo alto de la torre de la iglesia. Claro que no lo era, no el de todas las noches en las que trataba de ahogar penas estirando horas en la sucia cantina del otro lado de la plaza. El Bebe, sexagenario de muchos quilos y pocos pelos, presentía que estaba ocurriendo algo especial esa noche, solo tenía que buscar en los laberintos de su cerebro para determinar que era.
En el frente de su casa, La Poquito se paseaba nerviosa. No podía creer que su marido se hubiera olvidado de tan magna fecha. Su apodo se lo ganó entre los vecinos del barrio, por la falta de curvas o protuberancias tan propias del cuerpo femenino: nada por delante, nada por detrás. De todas formas, nadie se atrevía a nombrarla así en su presencia, ya que la delgada mujer tenía armas secretas guardadas en sus ojos y en su lengua, capaces de destruir una familia entera con solo una mirada y un comentario.
El Bebe levantó su nublada vista buscando en lo alto de la iglesia porqué las campanadas de hoy le sonaban diferentes a las de ayer, a las de anteayer y a todas las otras de la semana. Dio un paso atrás sorprendido por el multicolor chispeo de las estrellas, y poniendo los brazos en jarra, pegó un giro completo sobre sí mismo para cerciorarse de que era el mismo cielo que veía cada noche. Entonces dudó.
Orgullosa de retener a su esposo durante más de treinta años, todo un record en el barrio, La Poquito sentía flaquear sus fuerzas frente al vecindario. Guiados por los doce campanazos más que por el reloj, las familias comenzaron a salir a la vereda para saludarse y desearse buenos augurios. Pero ella estaba sola, y peor que eso… la veían sola que no era lo mismo.
En lo que no tuvo dudas El Bebe, fue en reconocer las botellas que alzaban un grupo de jóvenes que con ánimo de festejo, gritaban y cantaban en alegre desorden en el otro vértice de la plaza. Apuró su endeble paso hacia allí para tratar de despejar sus dudas en cuanto a tan estruendosas campanadas y tan coloridas estrellas.
La Poquito sabía de la debilidad de su esposo por el alcohol, pero ella decía que le daba permiso cada tanto para que se distrajera un poco con sus amigos; sabía de su débil carácter, pero ella decía que se complementaban a la perfección; sabía como mantenerlo en casa por la fuerza, pero ella resaltaba con todo orgullo los años que llevaban juntos; sabía que nunca tuvieron hijos porque no tenía amor para darles, pero ella decía que su marido nunca pudo embarazarla; sabía que tarde o temprano tendría que saludar a sus odiosos vecinos, pero no quería hacerlo sin el malnacido del Bebe.
Los jóvenes fiesteros abrazaron al Bebe como si lo conocieran de toda la vida, mientras desparramaban bebida por todas partes. El Bebe hizo un esfuerzo por coordinar su razón y alcanzó a preguntar: ¿se puede saber por qué tanto alboroto? Uno del grupo contestó: feliz año, amigo, acaso está tan borracho que no sabe que llegó el nuevo año, el nuevo siglo, el nuevo milenio. Con razón las campanas suenan tan fuertes y las estrellas tienen tantos colores, dijo El Bebe maniobrando con los brazos para mantenerse en pie, una fecha tan importante merece un festejo a lo grande. Me voy para mi casa a celebrar con los amigos, agregó mientras atravesaba en sentido inverso al que venía el camino embaldosado de la vieja plaza, buscando la escasa luz de la cantina.
Mientras en el cielo que cubría el barrio de La Poquito, todavía centellaban las bengalas y los fuegos artificiales y el tronar de los petardos y bombas de estruendos se apagaban lentamente, aquella cerraba puertas y ventanas para quedar en el mas lúgubre recogimiento, y abrazada de un viejo crucifijo se preguntaba: ¿en que habré fallado, Dios mío, en que?.

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1 comentario

  1. 1. Pablo Blanco dice:

    Me he pasado a releer este relato que ya me ha tocado comentar. Una vez más te digo que la narración es buena. Me gusta el ambiente que has generado en torno a los personajes y aunque hay alguna falta de ortografía, por lo general el relato está bien llevado y tiene gracia y soltura.
    Echo de menos algo de acción, pero al final el objetivo de este taller es trabajar la capacidad narrativa de cada uno, y en ese punto, este relato se merece una buena nota.
    Un saludo

    Escrito el 28 enero 2014 a las 12:36

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