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ADIÓS EN EL ANDÉN NÚMERO 5 - por Aitor

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas. Había abandonado la fiesta de Año Nuevo deprisa y corriendo y aún llevaba encima un gorrito de cartón con lunares y un collar de flores de papel maché. Dong, una nueva campanada. Aceleró el trote. Sentía que el corazón le iba a salir por la boca. Saltaba sobre el mobiliario urbano como una gacela huyendo de un león estepario. Dong, otra más. Charcos aquí y allá revelaban que había sido una noche lluviosa y de excesos. Los bajos del pantalón se le empezaban a calar de agua y barro. Dong, otra.

Al girar una esquina, tropezó con un grupo de jóvenes borrachos. Hubo de esquivar aún una botella vacía de vodka barato. Dong. Empezó a toser fuerte. Tenía que abandonar el tabaco sí o sí para el próximo año. Finalmente y cuando se sentía desfallecer, pudo ver la estación de tren modernista. Nadie aparte de una pareja despidiéndose y un borracho que apuraba un brick de vino barato.

Entró en el edificio. No tenía tiempo de comprar un billete así que saltó la barrera de seguridad. Afortunadamente el guardia de seguridad estaba entretenido, peleándose con las uvas. Buscó con rapidez en el panel de salidas. El tren hacia Paris salía del andén número cinco. Corrió superando todos sus límites, hasta que por fin lo encontró. Subió las escaleras a pares y buscó entre los pasajeros hasta encontrarla, con una pequeña maleta de piel marrón. Se le acercó corriendo.

-¡Señorita Lafleur! ¡Marie!

Una mujer esbelta, de cabellos oscuros y ojos tostados se giró contrariada.

-Pedro, ¿qué haces aquí?

El joven intentaba recuperar el resuello después de aquella maratón.

-No podía permitir que se fuera sin despedirse. ¿Quién elije la Nochevieja para huir?

-Ya sabes, año nuevo, vida nueva- La mujer dibujó una media sonrisa, pero Pedro parecía enfadado.

-¿A dónde se marcha?

-Vuelvo a casa, a mi hogar.

-Pero yo la necesito.

-Lo siento, Pedro. Ya te lo dije. Es imposible.

El chico estaba furioso ante la inflexibilidad de su amante.

-¿Y qué pasa con nuestras noches a la orilla del río? ¿Y las tardes por el bosque? ¿Dónde han quedado nuestros besos? ¿Y los días en que nos perdíamos entre sus sábanas?

-Todo eso quedará como lo que es. Un bonito recuerdo e irrepetible. Yo tengo una familia, lo sabes. Y tú aún eres muy joven. Conocerás a otra chica, guapa e inteligente y poco a poco te olvidarás de mí.

-Nunca la podré olvidar- Las palabras de Pedro se repitieron entre los andenes como un manifiesto de libertad.

-Pedro, por favor. No lo hagas más difícil. Sabíamos que esta aventura tenía una fecha de caducidad. No lo estropeemos.

-Iré a buscarla allá donde se encuentre.

Una voz por la megafonía anunció que el tren iba a partir.
-Mira, Pedro- Marie ya estaba desesperada, sabía que la insistencia de su amante terminaría por derrumbarla, por hacerle cambiar de opinión- Fuiste un divertimento para mí, algo para pasar las horas muertas. No significó nada más. Eres un niño. ¿Dónde iba a ir yo contigo?

Sin decir nada más, Marie volvió al tren. Pedro se quedó allí plantado, con el corazón roto. El tren se puso en marcha y abandonó la estación. Pedro buscó en el bolsillo, tenía un matasuegras y una carta de ella, la que había encontrado aquella tarde en su buzón. La carta en la que le decía que se iba. Cogió el papel y el sombrerito que llevaba aun colgando, cogió el collar de flores y el matasuegras y lo lanzó todo a las vías del tren. Juró odiarla.

Mientras se alejaba de la ciudad, Marie contempló el paisaje a través de la ventana. Los cristales empapados camuflaban sus lágrimas. Nunca le olvidaría. Sin embargo, ¿qué iba a hacer? ¿Dejarlo todo, dejar su vida, su marido, sus hijos, su casa, sus amigos e irse a vivir una aventura con alguien más joven? ¿Hasta que se hartara de andar con una vieja y la dejara sola? No, aquellas historias están bien en el cine, pero no en la vida real. Había hecho lo correcto.

Muchos años después, mientras se columpiaba en su balancín de un asilo de París, Marie había de recordar todos aquellos días vividos con una sonrisa y se preguntaría que había sido de su joven amante. Moriría sin conocer la verdad, que él, se casó, tuvo hijos e incluso otras amantes y finalmente la olvidó.

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1 comentario

  1. 1. DavidRubio dice:

    Muy bien narrada la historia. El tono es muy adecuado para estas historias románticas. El único pero es a nivel argumental, no es que esté mal, pero falta algo de chispa que te haga respingar, que rompa ese rumor a historia recursiva, ya contada. Saludos

    Escrito el 31 enero 2014 a las 00:18

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