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El oficio de las horas - por Ada Lena G. P.

EL OFICIO DE LAS HORAS

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas como si fuera un relámpago, pues aunque ya no llegaba a tiempo para desbaratar aquel pacto desatinado, su conciencia le gritaba que aún no era demasiado tarde para intentarlo. Pero cuán grandiosa fue su sorpresa, cuando tras aquella frenética y atropellada carrera, que le llevó casi a ciegas a la plaza mayor del pueblo, descubrió que todo había sido un mal sueño, puesto que allí estaba un año más la ruidosa marea humana: viva, festiva y esperanzada; vitoreando exaltada la llegada del año mil novecientos y dando la bienvenida con mucha euforia al siglo XX.

Unos días antes las campanas de la iglesia tañían a duelo por Horacio el relojero. Todo el pueblo acudió a presentarle sus respetos y a desearle suerte a Zacarías, su único hijo, que había aprendido el oficio junto a su padre, encaramado en la plateada y dentada maquinaria del gran reloj de la torre. El oficio de las horas, los minutos y los segundos cayó como un yunque sobre sus hombros y de forma inesperada, cuando a su padre se le paró el corazón en el campanario el día de los Santos Inocentes.

La mañana del día treinta y uno, Zacarías, debía trabajar en los últimos ajustes que hicieran funcionar con gran precisión y exactitud el viejo reloj que tanto había amado Horacio, pero sintió un vacío inmenso y galopante que se ahogó en el retumbar de las campanas; la nada acabó atrapándole con descomunal crudeza y un vasto nudo le apretaba el corazón, hasta el punto de paralizar la destreza de sus largos dedos. Miró el vertiginoso caracol de las húmedas escaleras, el vuelo de las sombrías campanas, que doblaron las doce de la mañana de forma contundente, y a la esfera del amarillento reloj de la torre, que parecía derretirse como si fuera de mantequilla, amenazándole con desplomarse sobre él, entonces huyó “como alma que lleva el diablo” de encima del campanario y desapareció…

Zacarías vagaba enajenado entre los confines de su razón y aquella historia del loco relojero de Verne, que siendo niño tantas veces le había contado su padre, parecía cada segundo más real:

— ¿Pittonaccio, por qué me persigues? ¿Acaso le devolverás el tiempo a mi padre? —vociferaba descontrolado Zacarías.
— ¿Qué es más valioso para ti: la vida de un solo hombre o las de aquellas almas que se reunirán esta noche para dar la bienvenida al nuevo año? —le interrogó maliciosamente el astuto diablo.
— ¡Congelaría el tiempo de todo ser con tal de volver a estar junto a mi padre en el campanario! —contestó Zacarías arremetiendo contra la crueldad de la muerte y embargado por una profunda tristeza.
— ¡Sea pues! —se rió jactanciosamente el diablo mientras se esfumaba entre las llamas de su mundo infernal.

Cuando quiso darse cuenta Zacarías, ya había anochecido, y se encontraba postrado ante la tumba de su padre. No sabía cómo había llegado allí, tampoco que hacía en el cementerio a esas horas y tan alejado del pueblo; precisamente aquella noche tan importante y mágica para todos. Sin embargo, sí se acordaba de lo que había pactado con Pittonaccio, horrorizándose miró el reloj de bolsillo de su padre, que guardaba en el chalequillo y que marcaba las once y media, en ese instante, recordó que su padre le había enseñado durante toda la vida los husos del tiempo, que no el uso del tiempo, reconociendo que él no era más que un simple mortal, y como tal, no era nadie para intentar controlar el destino y echó a correr temerosamente hacia el campanario del pueblo.

FIN

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3 comentarios

  1. 1. DavidRubio dice:

    Me gustó mucho eso de que su padre le había enseñado los husos del tiempo pero no el uso del tiempo. Creo que tienes en este relato un buen material para desarrollar una buena historia. Saludos

    Escrito el 30 enero 2014 a las 23:30
  2. 2. Constanza dice:

    Hola de nuevo Ada. Te he buscado y me encontrado con un relato que daría mucho de sí, como te apunta David. Me ha gustado el planteamiento, la trama y el desenlace. Cuentas mucho en poco espacio. Ánimo y adelante.

    Escrito el 31 enero 2014 a las 21:25
  3. 3. Forvetor dice:

    hey! me encanta el título del cuento. de hecho es lo que me hizo echarle una ojeada al texto.. luego descubrí quien era la autora xD… me gusta mucho tu forma de escribir. quizá la estructura del texto me parece un poco dificultosa para un cuento tan corto, pero es sólo una apreciación. enhorabuena por el cuento 😉

    Escrito el 7 febrero 2014 a las 16:14

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