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La Plaza de la Libertad - por M. H. Heels

Web: http://mhheels.wordpress.com

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas. Desde donde se encontraba ya era imposible que llegase a su casa, aun contando con los diez minutos de margen desde el toque de queda. Valoró mentalmente todas sus opciones y decidió que lo más sensato sería quedarse en el refugio de la Plaza de la Libertad.

Por primera vez en su vida se quedó pensando en el nombre de aquella plaza y no pudo evitar una carcajada histérica. Ni los más ancianos recordaban ya la vida antes de la llegada de los Dhoorgnianos, cuando realmente eran libres. Ahora, “Libertad”, no era más que el nombre de una plaza.

Escuchó el silbido agudo que indicaba el inicio del toque de queda mientras entraba en la plaza. Escuchó también, incluso por encima del silbido, los cierres metálicos del refugio desde el otro lado. Era un sonido que lo llenaba todo y te cortaba la respiración, taladrándote desde dentro. Era el sonido de la certeza de que tu destino estaba escrito. Corrió enloquecido con todas las fuerzas del instinto de supervivencia latiendo en sus piernas. Nunca antes había corrido tan rápido.

-¡No me dejéis aquí! – repetía desconsolado mientras aporreaba la gigantesca puerta de acero del refugio.

La cámara de seguridad del refugio se giró una única vez hacia él y luego volvió a enfocar al fondo de la plaza. No hizo falta nada más para saber que no abrirían. En el fondo no les podía culpar, él tampoco habría roto el pacto abriendo la puerta después del toque de queda. Era la hora en la que los Dhoorgnianos salían de caza y él había pasado a ser la presa. Ese era el trato: ellos no cazaban antes del toque de queda, dejándoles hacer una vida más o menos normal, pero una vez que sonase el silbido no se podía abrir ninguna puerta.

Se quedó frente a la puerta pensando en aquello. Si, ese era el trato, pero ¿cómo podrían saber los Dhoorgnianos si se había abierto alguna puerta? Puede que tuvieran vigilados los refugios pero ¿y las casas particulares? ¿Por qué ningún vecino le ofrecía refugio en su casa?

– Yo tampoco habría abierto la puerta – se respondió mentalmente – Y no sé por qué.

Fuera como fuese, tenía que esconderse antes de que ellos le encontraran.

– ¿O no? – pensó – ¿qué sentido tiene ya esconderse? Ellos me encontrarán igual, es una batalla perdida.

Respiró hondo y miró alrededor empezando a ser consciente del mundo que le rodeaba. Era una noche templada de verano con una suave brisa que le traía el olor de las flores blancas. Se tumbó sobre la hierba de la plaza, observando las estrellas, intentando imaginar cuál de ellas era Zandhoorg y preguntándose si podría verse desde donde él estaba.

Entonces una pregunta bailó por su cerebro y fue consciente que nunca antes se había planteado algo tan simple: ¿Quién cerró el pacto con los Dhoorgnianos? Algo tan importante debería conocerse, debería formar parte de la historia con nombre y apellidos. De hecho, ni siquiera conocía cómo, cuándo ni por qué habían llegado a ese acuerdo, era algo extraño.

Escuchó un ruido y se incorporó de un salto con todos los sentidos alerta. Miró alrededor, intentando ver en la oscuridad algún tipo de movimiento. No sabía cómo cazaban. No sabía si utilizaban armas o atacaban como animales. No sabía si vendrían en grupo o por separado. Nadie había vuelto para contarlo. Escuchó de nuevo el ruido, esta vez más claro y cercano. Del lugar del que venía el sonido apareció un gato que se sacudió el lomo y siguió caminando como si no pasara nada. Aunque había sido una falsa alarma, pasó el resto de la noche alerta pero no volvió a escuchar ningún otro sonido que no fuera el de la noche.

Cuando el cielo empezó a clarear lo comprendió todo. Parecía como si la luz del sol también se llevase la venda que había tenido en los ojos. Comprendió por qué no sabía quién había firmado el pacto, comprendió por qué no sabía cómo cazaban y comprendió el motivo por el que, a pesar de todas las cámaras de seguridad, nunca nadie había visto a uno de ellos.

Caminó hacia su casa tranquilamente con las manos en los bolsillos. Al pasar por delante del cartel que indicaba “Plaza de la Libertad” una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. El nombre volvía a tener sentido.

Ahora solo quedaba una pregunta: ¿quién les estaba robando la libertad?

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7 comentarios

  1. 1. Borja dice:

    Jejeje, interesante, como poco. Me gusta tu estilo. Un saludo

    Escrito el 29 enero 2014 a las 11:33
  2. 2. NHICAP dice:

    Hola M.H.,

    Hacía tiempo que no leía un relato tuyo y no sé la razón.. Este me gustó, me parce un relato donde manejas y dosificas muy bien la intriga para elevar el nivel de atracción del lector y, al final, sorprenderlo con una pregunta muy interesante.

    Una buena parábola muy apropiado, aplicable a las técnicas de manipulación de masas.
    .
    Felicidades pues has compuesto un texto bien estructurado, atractivo y sencillo de leer e interpretar.

    Saludos y hasta otra ocasión.

    Escrito el 30 enero 2014 a las 09:40
  3. 3. Arveloky dice:

    Wow, Heels. Te has lucido con este relato. Otro que pasa a la amplia colección de “ojala se me hubiese ocurrido a mí”. Mis sinceras felicitaciones. Un gran saludo y nos leemos.

    Escrito el 30 enero 2014 a las 10:48
  4. 4. lunaclara dice:

    Qué bueno tu relato, M.H.Heels!! Como siempre me encanta leerte, porque nos sorprendes, tanto durante el desarrollo como en el gran final, haciéndonos acompañar al prota durante su odisea… Yo he llegado a pensar: “Se han quedado con él”… en fin, felicidades!!!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 13:26
  5. 5. Eunice dice:

    Me ha gustado mucho y me encanta la forma que tienes de Narrar. Sobre todo me ha gustado mucho la frase “Ahora, “Libertad”, no era más que el nombre de una plaza”. Felicidades!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 14:26
  6. 6. Chiripa dice:

    Mis felicitaciones, M.H.Heels!
    Tu relato es original, facil de leer e interesante!
    Me ha gustado mucho el final
    Felicito tu creatividad y espero leerte este mes!

    Escrito el 3 febrero 2014 a las 02:37
  7. 7. Servio Flores dice:

    Muy bueno, magistral. Me recuerda la pelicula “La aldea”, “el bosque” en otros paises.
    Da para mucho este relato. Felicidades y nos seguimos encontrando por aquí.

    Escrito el 4 febrero 2014 a las 01:39

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