Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Como cada año - por Pablo Blanco

Web: http://www.pabloelblanco.com

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas. No quería llegar tarde a la cita y tener que volver a escuchar los jocosos reproches de todos los años. Se arrebujó dentro de la chaqueta agarrando las mangas con los puños. Se sentía raro, además de helado, como cada vez que subía hasta allí y se ponía aquel traje que tan incómodo le hacía sentir.
Lo vio allí, plantado. Como siempre, había llegado antes que él y lo esperaba con aquella irritante sonrisa.
—Buenas noches, Lu —saludó el otro desde el fondo de aquella poblada barba blanca a modo de recibimiento.
Era tan irritante…
—Te he dicho que no me llames así. Bastante tengo con tener que subir hasta aquí cada año.
—Vamos, un poco de sentido del humor no te vendría mal.
Respondió con un gruñido.
—Caminemos, que me estoy helando.
En silencio, aquellas dos figuras tan distintas comenzaron a caminar. Uno, alto y majestuoso, parecía encontrarse más cómodo. Avanzaba con aire tranquilo, observando la vegetación que rodeaba el camino con regocijo. Su pelo canoso y la barba blanca enmarcaban un rostro que transmitía tanta serenidad como sabiduría. A su lado, el otro miraba también a su alrededor, pero lo hacía con gesto nervioso y un palpable desagrado. De pelo negro, revuelto, barba incipiente y descuidada y un ceño fruncido muestra de su evidente incomodidad.
—No sé por qué tenemos que reunirnos cada trescientos cincuenta días. Es su calendario, no el nuestro —protestó la figura de pelo negro.
—Trescientos sesenta y cinco.
—¿No lo ves? Es estúpido ¡Cada trescientos sesenta y cinco días! ¿A quien se le ha ocurrido?
El de barba blanca negó en silencio.
—Es por el movimiento alrededor del sol. Cada ciclo tarda trescientos sesenta y cinco días y unas horas.
—¡Ah! Es cierto. Había olvidado que la culpa era tuya.
—¿Acaso quieres que te exponga mis motivos? No terminaría hasta bastante después del amanecer.
—Mejor que no. Terminemos cuanto antes —se apuró a responder el más bajo que por primera vez sonrió—. ¿Has visto todo lo que han hecho este año?
—Lo he visto todo. Pero por tu sonrisa veo que tú no.
Como respuesta soltó una desbordante carcajada.
—No ha sido necesario. Están cada vez peor y yo no he tenido nada que ver. Unos pocos roban a muchos otros. Esos otros protestan por lo que les han robado y no ayudan con lo que les queda a los que se mueren por no tener nada. Cada uno mira su ombligo y nadie desaprovecha una oportunidad para beneficiarse a costa de los demás.
—Sí hay quien no se aprovecha, solo que tú apartas la mirada.
—Vamos, cada año te quedan menos argumentos. Ambos sabemos cómo acabará todo esto. Hace tiempo que he dejado de intervenir. No ha hecho falta. Ellos mismos han creado sus propios demonios. El dinero, las armas…
—Solo son víctimas de sus propios errores. Ambas fueron herramientas que inventaron para construir su sociedad.
—No haces más que darme la razón. Cualquier cosa que inventen, por muy buena que sea, la acabarán utilizando en su propia contra.
—Y sin embargo, siguen dando su vida por otros.
—¿Ya vuelves con eso? Todos los años igual…
—¿Qué esperas? No hay acto más hermoso. Enfrentarse a un dolor tan penetrante, a una situación de riesgo para su vida, a muchas semanas de carga y un constante malestar. Todo para…
—Para traer una nueva vida, lo sé.
—Exacto. Es un gesto tan hermoso y tan habitual que me sorprende hasta a mi. ¿Y has visto sus caras tras cada nacimiento? ¿Hay gestos de reproche? ¿Hay odio acaso? Solo amor, amigo mio. Nada más que un puro e inmenso amor.
El otro resopló y guardó silencio unos segundos antes de volver a hablar.
—Está bien, tú ganas. Pero no vas a poder escudarte siempre en eso. Tarde o temprano se destruirán ellos mismos.
—Démosles un año más. Mientras sigan naciendo niños, habrá esperanza.
—No hay forma de convencerte, pero cuanto más tardemos en ponerle fin, peor será para ellos.
—Nos vemos dentro de un año, Lu.
El moreno, que ya le había dado la espalda para alejarse se detuvo irritado.
—Lu-ci-fer, por favor.
—Me alegro de haberte visto.
Negó con la cabeza.
—Nunca cambiarás…
Y se giró de nuevo distanciándose de él, sintiendo de nuevo el frío recorrer su cuerpo material, al que nunca llegaba a costumbrarse.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

5 comentarios

  1. 1. Wolfdux dice:

    ¡Buen relato!

    Escrito el 28 enero 2014 a las 20:25
  2. 2. Pablo Blanco dice:

    ¡Gracias Wolfdux! ¿Algo que corregir?
    Un saludo

    Escrito el 29 enero 2014 a las 08:10
  3. 3. borja dice:

    Hola Pablo!!

    Acabo de volver a leer el relato, (yo fui el que te dijo lo de la contradicción), y ya no sé si tenía razón cuando te lo dije o no. Hay algo, pero no se decir que es. jejeje. Pueden ser cosas mías solo.
    Un gran trabajo, y un placer leerte.
    Saúdos.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 12:59
  4. 4. Pablo Blanco dice:

    ¡Hola Borja! Gracias por tus dos comentarios. 🙂
    Mi filosofía es que ninguna opinión ha de ser desechada. Si en un principio te ha parecido contradictorio es porque algo no funciona bien en el relato por mucho que ahora no sepas concretar en qué punto exactamente.
    Revisaré línea por línea el texto e intentaré corregir ese defecto.
    ¡De nuevo, gracias por tu comentario! 😀
    Un saludo

    Escrito el 29 enero 2014 a las 13:09
  5. 5. Wolfdux dice:

    Contestando a tu pregunta: No, me parece perfecto tal y como esta.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 15:28

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.