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Las cosas que no nos dijimos - por P.

Apuró el paso al escuchar las doce campanadas. Llegaba tarde; demasiados retoques de última hora, demasiado tiempo delante del espejo. Quería estar perfecta aquella noche, quería que él la recordara como uno recuerda un sueño demasiado dulce para ser real. Después de todo, lo nuestro nunca ha sido real – pensó, con una sonrisa triste. Además, ella sabía que él la esperaría hasta el amanecer si fuera necesario, sin preguntas ni reproches, sólo con esa mirada que delataba las ganas que tenía de verla, aunque nunca lo dijera.

Cuando llegó al lugar de encuentro, él estaba allí, sentado en un banco haciéndose el despreocupado. O quizás realmente lo estaba. Cuando la vio, se levantó y se dirigió hacia ella sonriente. Con esa sonrisa suya que podía significar cualquiera de las mil cosas que nunca se decían. Quizás un “te he echado de menos”, o un simple “me alegro de verte”. La saludó con normalidad, pero ni siquiera mencionó lo guapa que estaba, aunque ella no contaba con eso. Pero estaba segura de que no le habría pasado desapercibido y con eso se tendría que conformar.

Apenas hablaban, él rellenaba el silencio con sus historias y ella intentaba prestar atención, pero, cuando llegaron a la casa donde habían pasado tantas noches juntos, supo con total certeza que aquella sería la última vez, la última noche que dormiría abrazada a él, y una inesperada sensación de vacío se apoderó de ella. No dijo nada, y conforme se cerró la puerta de la habitación se acercó a él.

Ella lo besó, y él la besó. Y esos besos siempre conseguían que todo lo demás dejara de importar. El mundo se volvía de tiza, como un gran borrón blanco. Podían pasar horas y seguirían pareciendo minutos. Nada podía estropear ese momento que, de lo simple que era, era perfecto. Todas las preocupaciones desaparecían y en lo único que podía pensar era en que ojalá nunca volviera a hacerse de día. Pero siempre se hacía de día.

Cuando abrió los ojos, sintió que la luz del día la envenenaba con su dosis de realidad. Las noches son para soñar y los días para entender que los sueños no son de verdad. Y aquel día, aquel despertar, en el que él, aún dormido, todavía la abrazaba, se recordó a sí misma lo que siempre había sabido.

La vida es lo que es, y no lo que nos gustaría que fuera. Hay decisiones que no estamos dispuestos a tomar y, sin embargo, parecemos empeñados en reprocharnos siempre. No asumimos los riesgos pero añoramos las recompensas. Nos encantan las causas pérdidas porque tememos emprender una batalla en la que realmente tengamos algo por lo que luchar, algo que ganar, algo en lo que poder fracasar. Algo que sea realmente nuestro, nuestro mérito o nuestra vergüenza. Reducimos nuestras expectativas, hasta que las excusas son más que suficientes.

Aquella fue una de sus causas pérdidas. Entre otras muchas, fue una de esas batallas que emprendes sabiendo que no hay victoria posible. Quizás pensó que la calidez de las noches entibiaría la frialdad de los días, pero, aquella última mañana, el frío era insoportable.

Cuando él abrió los ojos, ni siquiera la miró, pero la acercó a él y la abrazó con fuerza, con mucha fuerza. Le preguntó si había dormido bien, a lo que ella mintió por cortesía y le besó en la mejilla. Ella preguntó a qué hora tenía que coger ese avión, a lo que él miró el reloj, resopló y dijo con una media sonrisa: “demasiado pronto”. Ella le sonrió pero pensó, “o demasiado tarde para nosotros”. Se miraron, sonrieron, se besaron, se fundieron, se abrazaron, suspiraron, se quisieron. Pero no dijeron nada, y nunca lo dirían. Por eso la batalla estaba pérdida.

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5 comentarios

  1. 1. Gandalf dice:

    Me gusta mucho tu forma de escribir, sin demasiada acción consigues trasmitir muchas cosas.

    Escrito el 28 enero 2014 a las 20:42
  2. 2. José Torma dice:

    A mi me toco comentar tu texto, ahora que lo vuelvo a leer reitero que me gusto mucho.

    Felicidades

    Escrito el 29 enero 2014 a las 01:06
  3. 3. lunaclara dice:

    Hola P.: Me gusta tu relato. Escribes muy bien. Transmites perfectamente la actitud derrotista de la protagonista, así como la despreocupación de él y su amor de mentira. A veces me he emocionado. Es muy triste. Duele ver cómo la trata. Pero si has sabido transmitir, has sabido escribir.
    Felicidades!!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 12:56
  4. 4. Kangreja dice:

    Me gustó el texto, especialmente porque pude sentir cada palabra, como si hablaran en mi idioma. Felicitaciones! Te seguiré leyendo.

    Escrito el 5 febrero 2014 a las 02:17
  5. 5. Emmeline Punkhurst dice:

    Ya el título me atrajo pero el relato es aún mejor. Me ha emocionado muchísimo la historia de ambos personajes. Me cuesta un poco vislumbrar los sentimientos del protagonista masculino pero supongo que ahí radica el mensaje de incomunicación que pretende dar.
    ¡Felicidades!

    Escrito el 5 febrero 2014 a las 21:08

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