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Tú eres el resultado de ti mismo (al bando vendido) - por Galindaina

Web: http://www.twitter.com/galindaina

El autor/a de este texto es menor de edad

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas; me daba vergüenza estar andando solo por un paseo marítimo un treinta y uno de diciembre. ¿Vergüenza de qué, te preguntarás? De lo que podría pensar la gente de mí. ¿Pero qué podrían pensar? Que estaba solo, que no tenía nadie con quien celebrar la llegada de un nuevo año, que deambulaba por las calles porque en casa me sentía solo. ¿Y tendrían razón? Sí.
Mientras bares y discotecas se llenaban a mi espalda, yo maldecía mi pasado, soñaba en cómo sería mi vida si me hubiera atrevido a hablarle, a preguntarle, a dejarme llevar, a mostrar lo que sentía, a ser feliz, a ser yo mismo sin tenerme miedo.
La única época a color que recuerdo fue mi infancia. Nada de lo que pasaba a mi alrededor parecía importarme, tal que lo único que recuerdo son momentos con mí mismo. ¡Qué recuerdos aquellos en los que era inocente, infantil, normal, feliz!
Como todo gato muerto por la curiosidad, llegó el momento de levantar la cabeza del folio estampado con ceras multicolor y de canalizar todo lo que pasaba a mi alrededor, como el agua en una esponja, en mi interior. Los ojos que antes parecían amigables y tiernos ya no eran sino unos ojos llenos de cobardía, de envidia, de furia, de rabia contenida; donde antes había sacrificio, había ahora interés, avaricia, codicia; y, donde antes había la Bella, ahora había la Bestia. El mundo se había revelado a mí, pero en blanco y negro.
Mirase donde mirase, viese lo que viese, ahora que había aprendido a distinguir la Bella de la Bestia, no podía de dejar de ver bestias en los ojos de todo el mundo a mi alrededor. Mi padre, catalizador de muchos de mis sueños y ambiciones, mostraba ahora en sus ojos impotencia, la nostalgia de un amor cobarde, las hojas de sus sueños frustrados; era una bestia. Entonces, como todo aspecto de la vida pasajero, volví, quizás por nostalgia, donde había empezado todo. Y fue entonces cuando, refugiado de las bestias que me rodeaban y volviendo a centrarme en mí mismo, no pude evitar ver en mis ojos una de ellas.
La ola había llegado; la ola que marcaba el inicio del temporal había llegado a la orilla, donde los inocentes bañistas buscaban días de sol y buena mar. Esa ola hizo izar la bandera roja e yo, como un ingenuo turista, ya no pude bañarme en aquellas aguas donde pensaba que podría entrar sin ninguna dificultad; aquel mar llamado normalidad, satisfacción, optimismo, alegría, felicidad, amor.
Culpé y odié a todo el mundo. Culpé a la manada de bestias de haberme convertido en una repugnante de ellas. Pero me puse una máscara; la máscara de Bella, aún sabiendo que jamás dejaría de ser aquello en que me había convertido al dejar mi nostálgico papel y mis ceras. Y fingí; fingí ser algo que yo no era para no odiarme a mí mismo tanto como odiaba a todo el mundo.
Ahora que estábamos yo y la mar unidos por un mismo destino, el horizonte, lo pude ver todo con más claridad. Mi afán de esconder la bestia que sabía que era en realidad, hizo que esta se pudiera en mi interior y, por lo tanto, que yo me pudiera en mi interior dejando en la faz de la tierra a alguien ya putrefacto; porque aún no me había dado cuenta de que, todos aquellos que había confundido con bestias, aquellos cuyos ojos enseñaban batallas perdidas, aquellos que yo confundía con perdedores, eran en realidad vencedores. Vencedores de una gran guerra llamada vida de la que yo había salido solo y abatido.
Y esta historia termina con un hombre que intentando encontrar culpables de su soledad se equivocó de personas, contemplando cómo la cenicienta luz de la mañana sale por el este e intenta cegar su mirada protegida de las tinieblas por un año más, un año menos.

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6 comentarios

  1. 1. José Torma dice:

    Algunos detalles pequeños de puntuacion y signos de interrogacion pero un texto muy logrado. Felicidades

    Escrito el 28 enero 2014 a las 23:16
  2. 2. Servio Flores dice:

    Muy Buen texto, a mi me tocó comentarlo. Un relato con una carga muy interesante. el aspecto filosófico entretiene y muy lejos de cansar.
    Felicidades, nos seguimos leyendo por aquí.

    Escrito el 29 enero 2014 a las 05:33
  3. Un buen texto con un diálogo interno muy logrado. Salvo algún matíz, en general, está bien construído. Entiendo que este tipo de relato no lo pida, pero me gustaría leer un poco de acción a la vez que el personaje hace sus reflexiones.
    Felicidades.
    Un saludo!! 😉

    Escrito el 30 enero 2014 a las 22:36
  4. 4. lunaclara dice:

    Galindaina, qué guay que seas capaz de escribir unas reflexiones internas de un ser atormentado, y encima hacer que entretengan. Yo también echo de menos acción y diálogo, pero poco a poco… O a lo mejor esta forma de escribir es la tuya. Con la experiencia el escritor va averiguando su propio estilo.
    Felicidades!!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 11:51
  5. 5. Galindaina dice:

    ¡Muchas gracias a todos! Sí que es verdad que le falta acción, y esa era la idea del principio. Quería intercalar las reflexiones con una acción aunque fuera mínima, pero, al añadirla, las reflexiones me quedaban colgadas y fuera de sitio y se me hizo muy difícil ligarlo todo. Además, también influyó el factor espacio. ¡A ver si me sale mejor la próxima vez!

    Escrito el 31 enero 2014 a las 22:22
  6. 6. Emmeline Punkhurst dice:

    Muy bien construida la psicología del protagonista y un logro que sea ella misma el propio argumento del relato.

    Escrito el 5 febrero 2014 a las 20:33

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