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noche de furia - por gilchezk

Noche de furia
Gilchezk

Nostalgia húmeda y triste en día gris, que se va filtrando por los poros de Saúl, entre la inmundicia perfumada por la lluvia que no cede. Sus mejores días con su esposa Helen se esfumaban, junto a la ventisca fría de su primera noche, sólo. Un día anterior, un amigo le revelaba un secreto; Según comentarios en su club de tenis, Helen era muy conocida por sus lunares en su espalda baja, un triangulo invertido. Todos la conocían como “el enigma de las Bermudas”. Sólo él debía de conocerlo. Sus días de trabajo para tener un departamento decoroso en la ciudad, cobraron negativamente en sus aspiraciones. Con aciago fervor de borrar su memoria reciente o atenuar su dolor en el pecho, estrujado intempestivamente, buscó refugio para sanar.
Ingresó como quién busca oxígeno, a un bar. En silencio fue recibido, por poca gente dispersa y abstraída, calladamente serios, a pesar de platicar entre ellos, sin reflejar sus penas que arañaban ya sus caras. A un lado, perdidos entre sombras dos parejas con abrazos y besos tan precisos, como el minutero de su reloj. Pesadamente, tomó asiento en la barra.
En su cavilar, se decía, Helen, nunca me amó, terminó su trago de golpe. Para su sorpresa, entraba su esposa acompañada de un hombre de buen vestir, con traje azul y ella con un vestido verde esmeralda un poco más corto de lo habitual. Precisamente en esta noche me persigue su afrenta, pensó. Temiendo que el retumbo de su corazón, les avisara dónde estaba, se movió de lugar. Ellos, ocultándose de las miradas se dirigieron al extremo del bar, en una esquina. Después de sentarse, con guiños y arrumacos continuaron mimándose.
––Y para colmo, ¿engañado otra vez? Frente a mi cara. ¡Nunca! ––se dijo.
Se levantó con decisión, se paró enfrente de ellos y asestó una bofetada a su esposa. Sorprendida por su presencia con su ardor en la mejilla, se ocultó detrás del hombro de su acompañante. Éste, lo tomó totalmente de sorpresa y arremetió con violencia contra él por el costado izquierdo, la embestida le hizo perder el equilibrio y cayeron al piso, también las copas y botellas de la mesa contigua. Saúl de espaldas sin soltar a su presa, vio una botella de vino rodando en el piso, la tomó desesperado con su mano derecha y la estrelló en la cabeza de su contrincante, trastabillando se incorporó Saúl pero antes de respirar profundo. Oyó una voz conocida:
––Deja a mi Ernesto imbécil, no le pegues y saltó sobre la espalda de su esposo estrujándole sus cabellos ensortijados. Al tratar de quitársela con su mano derecha, recibió una mordida en su antebrazo, instintivamente le hizo reaccionar con un empujón y Helen, fue a caer debajo de las mesas. Ahí Ernesto ya recuperado del desmayo, aprovechó para sacar de su saco una pequeña escuadra calibre 25 y amagó con dispararle; luego extendió su mano hacia Helen y salieron ante los ojos atónitos de los clientes.
Al día siguiente, su cara cambió, en su mirada no se apreciaban juicios de valor. Se dirigió a la casa de su madre, subió al ático y en el viejo baúl de su padre, ─ya fallecido─. Sacó una pistola beretta 92 de 1976. Bajó, su madre seguía dormida. A sus 83 años, ─el dormir se convierte en vicio.
Una noche, después de seguirlos por tres días, decidió que estaba harto de repetir la escena. Cuando regresaban a la casa de Ernesto, con pasos seguros, Saúl entró detrás de ellos y encañonó sorpresivamente a los dos. Asustados por la acción sorpresiva sin mediar palabra, ejecutó a Ernesto. Helen gritó y corrió a esconderse detrás del sillón principal.
–– Helen exclamó, al que amo es a ti, Ernesto es un pasatiempo.
––Y… Los demás, junto a mis amigos, qué eran, un trabajo de prostituta barata o simplemente diversión.
Confundido, contrariado con el pulso a reventar, sus sienes estallando, cae agotado, en el centro de la sala, gime sentado en el suelo, con la espalda apoyada a la pared. Saúl enderezó su cabeza con esfuerzo, jadeando todavía, intentó pensar y recordó: “el enigma de las Bermudas”. ¿Qué hacer? se paró, se acercó y sin emoción en sus ojos, vació su beretta, cambió el tono de su vestido verde esmeralda por un tono más oscuro.
A la mañana siguiente, al oír los toquidos en su puerta. Resignado, vacío, al entrar los detectives, ofreció sus manos, y dijo, yo los asesiné, simplemente porque me robaron mi corazón.

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