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Ni dolor ni hambre: Ira - por Naira

Web: http://magiadelatinta.blogspot.com/

El autor/a de este texto es menor de edad

– Esta inquieta.
– ¿Quién? ¿La nueva?
– No ha dejado de pasear de un lado al otro desde que la trajeron.
– Llevas toda la vida cuidando experimentos, ¿Y tienes miedo de una mujer flacucha?
– Ella también es un experimento.
– Ya. Lo dudo, nadie la ha visto transformarse.

La conversación escuchada a través de mis oídos mejorados no hace mucho por calmar mi rabia, respiro hondo, una y otra vez, abro y cierro los puños intentando calmarme. No funciona.

Mi respiración comienza a volverse cada vez más pesada, siento mis extremidades temblar y sé que no podré contenerlo mucho más. Me acurruco en el suelo abrazándome las rodillas <<había una vez en un bosque… >> intento rememorar una de las historias
<<…una criatura muy peculiar…>> mi padre y yo las inventábamos antes de dormir <<… a la criatura le gustaba…>> Mamá siempre se reía de las estupideces que salían al final <<…dar vueltas en círculos sobre…>> escucho su risa tan claramente como si estuviera a mi lado. Los ojos castaños de papá, su cabello rojo reflejo del mío.

Cierro los ojos con fuerza y me clavo las uñas en los brazos con la esperanza de que el dolor me distraiga; si consigo redirigir mi rabia hacia mí misma quizá pueda manejarla mejor. No funciona.

Un sonido ronco sale desde el fondo de mi garganta, mis manos pican y mis uñas se alargan; apenas soy consciente del resto del cambio, mi cuerpo se convierte en un montón de nervios tirantes y músculos llenos de fuerza reprimida.

– Hoy te estas comportando como una niñita – no sé cuál de los guardias habla, sus voces suenan iguales
– Solo soy precavido, no quiero problemas
– Veras que ni siquiera se ha movido…

Presiento más que veo como uno de ellos se dispone a abrir la puerta, pero yo salto primero. Quiero romperla. Estrello mis manos, ahora peludas y enormes, contra la firme puerta metálica, veo a través de la pequeña ventanilla que el sonido (o tal vez mi imagen) hace retroceder a los guardias. Golpeo de nuevo, con más fuerza esta vez. La puerta tiembla.

– No podrá abrirla – suena como una pregunta
– Claro que no – su falsa calma solo consigue enojarme más – los experimentos solo pueden mostrar su máximo poder en condiciones extremas: inanición prolongada, lesiones mortales… – casi parece que estuviera esperando a que su profesor lo aprobara – ella está en buenas condiciones.

Asique es eso.

Eso es lo que enseñan en los colegios sobre nosotros, que somos indefensos monstruitos siempre y cuando no estemos muriendo. Pues no. Ni de cerca.

Embisto la puerta con un hombro, sintiendo como la fuente de mi fuerza crece en mi interior, y esta vez no la reprimo: la alimento. Pienso en la hipocresía de los científicos, en sus cínicas sonrisas mientras nos prometen que estaremos bien, que es temporal, en todos esos secretos, en el mundo que se han esforzado por ocultar, en la larga fila de cadáveres que han ido dejando a su paso. Papá. Mamá.

La puerta sede, pero yo no caigo con ella, salto con agilidad sobre un guardia rasguñando, mordiendo, desgarrando; mientras el otro intenta sacar su arma para acabar conmigo. No se lo permito. Cambio de presa y le arranco la pistola de una patada, uno de ellos intenta retenerme, arrastrarme de vuelta a mi celda, pero yo muerdo su pierna sin preocuparme en absoluto por la dura coraza que la recubre, desgarro músculos y quiebro huesos. Soy vagamente consiente de que el otro guardia me está pateando con sus reforzadas piernas, cuando comienza a hacerse realmente molesto, me apoyo en las manos –patas- y lo pateo en el estómago con ambas piernas. Choca con fuerza contra la pared del estrecho pasillo.

Mi rabia no se calma hasta varias horas después, solo entonces vuelvo a mi forma humana y soy consciente de la pila de cadáveres destrozados que he ido dejando a mi paso, estoy en uno de los pisos superiores que son usados como laboratorios, muy lejos de mi celda, y sangro por mil heridas diferentes.

Bueno, misión cumplida.

Los “monstruos” ya tenemos otro edificio para nosotros solos.

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1 comentario

  1. 1. Aurora Losa dice:

    Me encanta tu forma de retratar tanto la transformación como la pelea. Quizá lo que más me ha gustado ha sido cómo intercalabas los intentos de la chica por transformarse con los recuerdos, ese estilo de frases inacabadas. Mi más sincera enhorabuena.

    Escrito el 3 marzo 2014 a las 13:51

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