Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Los Visitantes - por Shylbia

En su tierra, saber ser respetado y respetar a todo ser viviente era lo que le confería ese grado de liderazgo que nadie cuestionaba. Prudente, y con ese sentido tan arraigado de la justicia que tenía, fue él quien se acercó a esos nuevos visitantes.

Por su aspecto, él ya sabía que no hablarían su mismo idioma, que sólo podría comunicarse con ellos mediante gestos, con la mirada u otro tipo de lenguaje corporal. Quiso transmitirles paz, tranquilidad…, pero esta vez fue en vano.

Ahora, después de un inacabable recorrido a bordo de un habitáculo que él nunca había visto y que ni siquiera había podido llegar a imaginar, se encontraba preso en un lugar distante, aunque al lado de cinco de los suyos. Sin embargo, la compañía no le calmaba, pues ninguno de los seis alcanzaba a entender la razón de su viaje ni sus consecuencias.

Todos sus compañeros, uno a uno y tras un espacio de tiempo no muy dilatado, tuvieron la buena o mala suerte de conseguir salir de aquel recinto antes que él. No tardaría mucho en ver qué misterio le aguardaba. Quería mantener la esperanza de que fuera algo grato, pero su instinto le decía que de ello había pocas posibilidades.

Una puerta se abrió repentinamente y él, cauteloso, pasó a través de ésta. Debía atravesar una especie de túnel oscuro o, como él pensaba, una especie de recorrido sin cielo para descubrir qué secreto le tenía preparado el destino.
Cruzó y atisbó otro recinto un poco más amplio que el anterior. Era luminoso, redondo, y había multitud de criaturas observándole a su alrededor. Una de ellas parecía esperarle justo en el centro.

Sacó toda su valentía y fue apresurado hacia él, ansioso por saber, por aliviar sus dudas.

— ¿Qué quieren de mí? —intentó comunicarse—. ¿Dónde están mis semejantes? —dijo con los ojos brillantes y encendidos.

No obstante, no obtuvo respuesta clara alguna. Tampoco la intención. El individuo que tenía de frente le miró desafiante, agresivo.

— ¿Por qué estoy aquí? —insistió, pensando en que tal vez malinterpretó sus palabras y las consideró un insulto.

Después, se percató de que aquel ser desplegó de uno de sus brazos algo parecido a un ala, pero sin plumas. Un ala roja y enorme con la que parecía querer protegerse, pero… ¿de qué?

— ¿Qué sucede? —dijo con incertidumbre, sin esperar respuesta.

Súbitamente, aquel individuo le atacó con el ala y él, mostrando su coraje, arremetió con fuerza contra ésta. Nada le iba a minar. Quería respuestas.

Fue a embestirla de nuevo, y una y otra vez, pero no era capaz ni tan siquiera de herir sutilmente a aquella extraña extremidad. Y es que poseía algo que se le antojaba sobrenatural: cuando él se abalanzaba sobre ella, ésta se alejaba a una velocidad asombrosa.

De repente notó dos agudas punzadas en su espalda. Era inexplicable; sin que él se percatara le había clavado dos objetos afilados.

Sentía cada vez más impotencia. Además, las demás criaturas parecían animar a su enemigo con gritos. ¿Debería dejar de defenderse? ¿O seguir intentando vencerle? ¡Deseaba tanto volver sano y salvo a su añorada rutina!

Pero el agotamiento llenó sus pulmones, sus músculos y su esperanza. Y dejó de luchar. Se retiró y dejó de revolverse.

Entonces fue cuando su contrincante le mostró un aguijón que hasta el momento había mantenido oculto. Un aguijón gigante, levemente curvado en su extremo, que destellaba una luz fría. Era algo insólito.

Aquella cosa se propuso verlo muerto para saciar una ilógica sed de sangre. El aguijón atravesó su cuerpo dejando escapar ese agotamiento y toda su vida.

En ese instante, escuchó claramente a todas aquellas criaturas bramando algo raro:

— ¡Olé! ¡Olé! —chillaban con gozo.

E instantes después, contempló otra especie de recorrido sin cielo que, en esta ocasión, cruzó vivaz: su sexto sentido le decía que esta vez su destino era un lugar en donde no habría para él ni un atisbo de violencia ni de oscuridad. En donde volvería a reunirse con su anhelada serenidad.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. Hola Shylbia,
    yo fui una de las que comentó tu relato, y cómo te dije, me gustó mucho, sobre todo no darme cuenta hasta el final de que el protagonista es un toro y la denuncia que haces sobre el sufrimiento de estos animales. Enhorabuena de nuevo.

    Escrito el 2 marzo 2014 a las 13:06
  2. 2. Shylbia dice:

    Muchísimas gracias Aina, la verdad que no esperaba tan buenas críticas y eso me ha animado para seguir con el siguiente taller. Aunque a la vez siento un poco de responsabilidad, pues me encantaría volver a estar a la altura y no sé si seré capaz… Gracias de nuevo 🙂

    Escrito el 10 marzo 2014 a las 23:25

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.