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Todo por el bulling - por Dika

Marco Fibriocci llevaba días con la misma rutina: clases, trabajo, amigos, familia y luego se encerraba en su habitación a dedicarle horas y horas a ella, la mujer que sin proponérselo había cautivado su corazón, que le robaba el aliento, que le hacía perder la noción del tiempo tan solo con un pensamiento, cuando Marco se sentaba en la orilla de su ventana podía pasar horas sin darse cuenta que lo único que hacía era pensar en ella.
– Tú no entiendes – había dicho en ese momento, con una mirada de pena en su rostro y la mano en su pecho, le había jurado que ellos nunca podrían estar juntos; ella sabía la razón, él no, y sin importar cuántas veces se lo preguntara o cuántas veces el creyera que estaba a punto de decírsela él nunca lo había entendido.
La había conocido en tercer año de colegio, a sus dieciséis asomaba una belleza angelical que prometía ser como el vino, mejoraba con los años, el no recordaba haber perdido el aliento de esa manera ante ninguna mujer, y sin embargo, una sola sonrisa bastó para enamorarlo.
Trató lo mejor que pudo de conquistarla, pero ella siempre lo rechazaba, esa sonrisa amable que tanto le gustaba comenzaba a molestarle por considerarla ya de lástima hacia él, pero nunca se rindió. Había agotado todo truco de cortejo básico: Rosas, dulces, visitas inesperadas o detalles amables entre clase y como era de esperarse siempre lo rechazaba. Pero fue el día de su diecisieteavo cumpleaños que todo cambio.
La invitó a su fiesta como su cita, ella rechazó ser su cita pero aceptó asistir, decir que estaba ansioso por verla era quedarse corto, el jardín de su casa estaba adornado con luces y flores por doquier, los invitados elegantemente vestidos bajaban las escaleras hacía el jardín felicitándolo por un año más de vida. A las diez menos cuarto la vio llegar, su cielo y su infierno personal, llevaba un ajustado vestido blanco que le llegaba unos cuantos centímetros sobre la rodilla, unos hermosos ojos verdes y su piel canela, lucia como un ángel.
La fiesta transcurrió en paz para todo el mundo, Marco bailó, bebió y disfrutó con sus amigos, hasta que la vio, del brazo de su primo sonriéndole a los presentes con todo su encanto a flor de piel, aún recordaba el mal sabor que sintió en la boca cuando lo vio susurrándole al oído algo que hizo que soltara una risita picara, de esas que solo se le conceden a un confidente en la intimidad.
De inmediato se refugió en su habitación destrozando todo lo que tenía alrededor, libero su furia golpeando, gritando, maldiciendo y, llorando. Sí, llorando por el tiempo perdido, por el dolor que le causaba esa maldita imagen en su cabeza, llorando por la impotencia de no tener lo que quería, ¡Maldita fuera! Él era Marco Fibriocci, todas las mujeres caían rendidas a sus pies. Con toda la furia que tenía contenida bajó las escaleras, justo para encontrarla al pie de éstas.
– Terminé, ¡Terminé contigo, con tu secreto y con tu manipulación hacía mí! – Una lágrima se escapó de su ojo.
– ¿Estás herido? – Ella se limpió la solitaria lágrima de su mejilla – Ahora sabes cómo me sentí los últimos cuatro años hacía a ti, yo te amé desde el primer día que te conocí y tú nunca te fijaste en mí–
La cara de confusión de Marco crecía a cada momento, y justo en ese momento, como si de una película se tratase, todos los recuerdos llegaron a él, recuerdos de una niña de coletas siendo abusada por sus amigos y por él mismo, siendo torturada día tras día en la escuela, recuerdos de él mismo tirándole los libros en el pasillo. Y entonces lo supo, sus expresiones fueron de la rabia a la confusión y luego al entendimiento, ella sonrió
– ¿Lo ves? Tú no me amas, amas mi cuerpo, amas mi exterior y lo que me convertí, y yo deje de amarte cuando me di cuenta que todo lo que necesitaba para tenerte era lucir así, yo no quiero volver amarte más nunca porque me hace mal, y decidí amarme más a mí, que a ti. Adiós Marco.
Y fue así, como Marco fue condenado a pensarla por horas y horas, condenado a vivir con la desdicha de haberla perdido, condenado al arrepentimiento eterno y con el castigo de pagar día tras día todo el daño que una vez le hizo a su amor verdadero.

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