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Un calor primaveral en pleno invierno - por DJ

La familia López Osornio cena sushi. Comen en silencio, como todas las noches, mirando Bailando por un sueño. Pero la hija decide hacer un llamado. Tiene una noticia para sus amigas.
– A que no sabés – le dice a su interlocutora – Me voy a Ibiza con ustedes.
– ¿Cuántas veces te dije que no hables por teléfono mientras comemos? – le pregunta retóricamente la madre. Pero es inútil repetírselo. La hija sigue hablando.
– Apagá ese celular – le insiste, pero ella ni siquiera la escucha. En realidad la escucha, pero la ignora. Prefiere no hacerle caso. Nunca hace caso, a menos que hacer caso la beneficie a ella de algún modo.
– Decile algo – le ordena la madre al padre.
– Dejala – le responde él – Está hablando con las amigas.
Siempre es así entre ellos dos. Ella queriendo encarrilar a la hija, él diciéndole lo que quiere escuchar. Y ella, la hija, toma partido por quién más le conviene.
– Mi papá me va a regalar el viaje – le dice la hija a su amiga – Porque es el papá más bueno del mundo. – Y le hace una sonrisita pícara a su padre. Luego mira con desprecio a la madre. Después, sigue hablando por teléfono.
– Apagá eso a la una.
– Voy a tener que hacer cama solar.
– Apagá eso a las dos.
– Y comprarme un bikini nuevo.
– Apagá eso a las tres.
– ¿Me acompañas mañana al centro?
La madre le arrebata el celular y lo arroja contra la pared. Se hace pedazos. La hija del medio pega un grito desgarrador y se abalanza sobre los pedazos de celular intentando reconstruirlo. Es inútil. Ese celular no volvería a funcionar jamás.
– ¿Por qué? – le presunta a la madre entre llantos – ¿Por qué hiciste eso?
– Porque sos una maleducada.
– No llores bebé – le dice el padre arrodillándose a su lado- Mañana vamos a comprar otro.
– Sos una hija de puta – le grita la hija a la madre. La madre mira al padre esperando que él le diga algo. No dice nada.
– Ojalá que te mueras – sentencia la hija a la madre.
. Recibe un cachetazo tan estruendoso por parte de la madre que el estallido resonó por toda la casa. La hija empieza a ahogarse en su propio llanto. Las venas de la frente se le hinchan como salchichas. Un calor tibio invade la casa. Un calor primaveral en pleno invierno.
– Tranquilizate – le pide el padre mientras la abraza – Ahora vamos a tomar un helado, ¿te parece?
Pero la hija no deja de llorar. Y ese calor tibio se transforma en un tufo caliente. Espeso. Sofocante. La madre y el padre notan la elevación de la temperatura. Sienten como un sudor caliente les recorre el cuerpo.
– Tranquila mi amor – le pide el padre con desesperación – Pedile perdón – le doce a la madre casi rogándole. – Por favor ayudame a tranquilizarla.
Ella se agacha y le acaricia la mejilla golpeada, pero su piel arde como una brasa. El padre tiene que soltarla de ese abrazo. La hija hierve. La temperatura de la casa es insoportable.
– ¿Que está pasando? – le pregunta la madre al padre – Hace mucho calor.
La ropa de la hija echa un humo suave. El olor a ropa quemada es notorio. Pero más lo es el olor a pelo quemado.
– Tranquilizate por favor – le grita el padre. Pero ya no hay vuelta atrás. Una línea de fuego sale del hombro de la hija, le recorre el pecho y desaparece en la cintura. Los padres se alejan de ella. El aire que la rodea es un infierno.
– Tenemos que salir – dice el padre.
Agarra el brazo de la madre y la tironea hacia la puerta. La madre atina a volver por su hija pero el padre la detiene con un grito.
– ¡A ella dejala!, va a estar bien.
El padre se lleva a la rastra a la madre quien no deja de mirar a la hija. Cuando llegan a la vereda el fuego ya se había extendido por todas la casa. La madre no dejaba de gritar.
– ¡Mi hija! – grita – ¡Mi hija quedó adentro!
– No le va a pasar nada – dice el padre – Es piroquinética. Pero no digas nada, es un secreto.

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