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Valiente amor - por Aida

Creías que no iba a poder. Que siempre iba a estar suplicando, temerosa, esquivando el golpe amenazante de tus puños y luego me iba a incorporar para complacerte indefinidamente. Creías que ese abrazo de látigo al que burlonamente llamabas amor, que confunde y trasmuta la caricia y la ternura, era lo que yo merecía o me gustaba.
Al principio, a cada golpe respondía con la furia indignación del rechazo.A veces lograba que un hilo de sangre se deslizara temeroso desde tu pómulo o desde tus labios agrietados por mis rasguños. Entonces la fiereza interminable de tu bronca transmutaba mi cuerpo en heridas y moretones, como fieles y prolongados testigos de un vínculo enfermizo, que me ataba de nuevo al perdón apasionado de tu abrazo.
Después vendría la calma, como un mar tranquilo presagiando una próxima tormenta, hasta que un pequeño error o un olvido de mi parte provoque el cachetazo que me da vuelta la cara y con un sonido sordo me estampa en la pared.Entonces un estallido de pequeñas luces, de estrellitas, se amontonan en mis ojos y mudas responden a tu puño cerrado y caido y me desenvuelvo como un paquete de regalo, desatando mis brazos y mis piernas desmembradas sobre el piso. Como títere me muevo apenas en respuesta a tu puntapié.En la punta de tu zapato tu desprecio.Con la fuerza de tu brazo me alzas inerte y desmoldada.No grito, no respondo a tus golpes. Voy de una pared a otra donde me arroja tu ira.Solo pienso que esto termine de una vez. Me tomas de los cabellos y me empujas con fuerza hacia la columna, que miro agradecida por que se que el golpe me desmayará y abandonarás el juego.
Cuando despierto, desde la pequeña ventaníta rectangular de mi retina te observo. Estás almorzando. Me salpicás con un cucharón cargado de guiso que hace dos horas preparé para vos.
— ¿Querés comer decís? Me decís.
No te respondo, no puedo.Siento mi boca como una rosa de pliegues malformes y no puedo mover mis pìernas. La bocina de un coche apura tu salida. Te vas tranquilo, tu cuota de ira dibuja el nuevo mapa de mi cuerpo. Cerrás con llave la puerta de la habitación y tambien la que da al jardín.
El silencio desolado de la casa me acompaña con la tierna dulzura del dolor penetrando mis heridas. Me arrastro hasta la ventana.Olvidaste ajustar el pestillo. Entonces me incorporo hasta alcanzar el picaporte. El leve movimiento de torsión se convierte en este instante en la feroz y sobrehumana fuerza para abrirla.Me apoyo sobre el marco tambaleando y trabajosamente me deslizo hacia afuera.Como un reptil extraviado me arrastro en zigzag hasta la vereda de la casa, donde ya no habitará el inútil y sangriento sacrificio del amor. Me doy cuenta que el secreto es cambiar de piel para ser otra.Aquella que fui, será historia de un circulo amoroso equivocado del que acabo de salir hoy y para siempre.

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1 comentario

  1. 1. Aurora Losa dice:

    Conmovedor, terrible y esperanzador a la vez; qué forma más poética de escribir una realidad tan deleznable. Me has dejado sin palabras, un texto maravilloso, de verdad. Enhorabuena.

    Escrito el 10 marzo 2014 a las 16:21

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