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Spin Off - por Tania Yesivell

Web: http://tyess.blogspot.com/

A veces, cuando la inspiración no viene a casa, en lugar de salir a buscarla, voy por una hamburguesa, o un helado. O ambos. Rara vez ocurre algo que amerite contarse. Pero esta mañana… Ya, ahora mismo les cuento.
Llegué al establecimiento cuando no había clientes. No fui a la heladería porque andaba evitando los recuerdos, y era media mañana así que nadie parecía interesado en un almuerzo. Tampoco yo, pero pedí la hamburguesa de todas formas. Mientras la contemplaba sin apetito alguno, la puerta se abrió de golpe y una intensa ráfaga de viento volcó los menús y esparció las servilletas. No tuve tiempo de culpar al viento por las puertas abiertas.
El verdadero responsable entró inmediatamente gritando hacia alguien que venía tras él:
―¿Por qué quieres golpearme? ―preguntaba, con aire demandante, un adolescente de no más de quince años.
Un muchacho tras él, no menor de veinte años, con cara de malote, y musculosos brazos cubiertos de tatuajes, no parecía interesado en conversar.
Correteó al otro durante unos minutos, mientras yo prestaba atención a su oportuno conflicto.
El jovencito se detenía de vez en cuando, parapetado detrás de alguna mesa, para respirar y preguntar de nuevo. El mayor intentaba entonces darle alcance, y de forma ligeramente cómica, el niño hacía ademanes de correr hacia uno u otro lado, mientras su perseguidor lo imitaba en busca de atajarlo al abandonar su improvisada barrera.
El perseguido fue, en cada ocasión, más rápido. Cambiaba de escondite y el otro se cansaba más que él.
―Tienes que ser capaz de responderme ―dijo el jovencito.
Y el mayor respondió, por esta vez:
―No tengo que responderte. Lo único que tengo que hacer es darte una golpiza. Es para eso que existo.
―¿Por que siempre me saco ese boleto? ―dijo el menor, con cara de aburrido―. Siempre me toca tratar con los idiotas.
Esta vez el delincuente no quiso esperar a que dejara su escondite, y apoyando su mano en una silla, saltó para caer sobre la mesa, la recorrió en dos pasos y se dejó caer sobre su víctima.
El agredido emitió un quejido de sorpresa, pero no se quedó congelado en su sitio. Al contrario, se tiró al piso y rodó bajo la mesa, justo a tiempo para evitar la embestida. Se lastimó la frente en con la silla en su prisa por salir antes de que el otro atrapara su tobillo, y se tambaleó un poco antes de ponerse en pie apoyándose en la mesa vecina.
El otro, más corpulento pero no muy brillante, gateaba para pasar bajo la mesa. Ojos en blanco, el perseguido negó con la cabeza, y casi pude leer en sus labios la expresión “siempre los idiotas”.
Se dirigió a la puerta, aún abierta de par en par, mientras el otro volcaba la silla en su intento por salir de la trampa en la cual se había metido solo.
―¡Ya no huyas! ¡NO HUYAS! ―gritó, desesperado, el delincuente―¿Es que no ves que no puede evitarse? ¡Igual voy a darte esa paliza! ¿ME OYES? ¡TIENE QUE PASAR!
El fugitivo se detuvo. Por un instante, pareció a punto de armar un buen berrinche.
―Tu ganas ―suspiró―. Pero luego quiero volver a mi vida.
Se dio la vuelta y estudió de pies a cabeza a su enemigo, quien ya no estaba para observaciones y corrió hacia el con el puño alzado a la altura de su hombro.
El menor extendió su brazo para atrapar el respaldo de una silla, y la derribó ante él. Su rival quiso frenar, y lo cierto es que no tropezó con el obstáculo, si no con sus propios pies confundidos por el cambio de circunstancias. Se golpeó el estomago al caer sobre la silla, pero protegió su cara de malo extendiendo las manos hacia el suelo.
No hubo un segundo de descanso. El jovencito le dejó ir una fuerte patada a la mandíbula, giró sobre sí mismo para golpear la espalda con su talón y… me miró fijamente.
Parpadeé una vez.
El habló con su habitual tono mandón.
―Ahora: mi historia. Te estás demorando. Y a ver que haces con este tipo, porque puede ser muy idiota, pero “golpear a un desconocido” es el peor propósito que has escrito hasta ahora.
Parpadeé nuevamente.
El restaurante estaba ordenado, los empleados atendían sus asuntos y yo me había terminado mi hamburguesa.
No era un buen argumento y la persecución fue mejor que la pelea, pero algo es algo. ¿Y “su historia”? En espera un mes más.

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