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El barón del Pantano Muerto - por Mar Mare Maris

Por fin había llegado mi momento. Tras azarosos viajes e infinidad de infortunios me encontraba ante el ser que me lo había arrebatado todo: el barón del Pantano Muerto. Era el combate para el que me había preparado, por el que había ido hasta los confines del mundo conocido para aprender los secretos de los mejores maestros de la espada. La última batalla a librar y en la que debía vengar la muerte de mi adorado padre.

El barón del Pantano Muerto y yo, solos por fin, nos habíamos encontrado en las puertas de su castillo. La humedad y el olor putrefacto de las ciénagas cercanas no nos ahuyentaba, ambos cumpliríamos nuestro destino.

-Barón, espero que tengas todos tus asuntos en orden ya que hoy morirás por mi espada.

El barón rió a carcajadas.

-Sólo tengo un asunto pendiente, matarte- gritó mientras levantaba su acero.

Corrió hacia mí y yo hacia él, acortamos la distancia que nos separaba en un solo segundo. Nuestras armas entrechocaron haciendo saltar chispas del acero. Rápidamente lancé una estocada a su corazón pero con un simple golpe de espada me apartó y de una patada me tiró al suelo. Su risa volvió a brotar de su garganta.

-Sigues siendo un niño, nunca serás un hombre.

La ira me dominó. Me levanté y volví a atacar otra vez al barón, que se volvió a apartar en el último segundo y su filo me mordió en la espalda.

Tenía que dominar mis emociones, convertirme en un guerrero frio como una noche de invierno, alejar la ira de mis pensamientos y de mi mano. Cerré los ojos y me concentré antes de seguir. Nuestros hierros bailaban juntos en una danza desenfrenada. Izquierda, derecha, arriba e izquierda otra vez. Las espadas cantaban su dura canción sin pausa. Él se estaba cansando y yo lo notaba en sus golpes cada vez menos precisos.

Era el momento, lancé un nuevo golpe pero él se agachó y me lanzó barro a la cara. ¡Maldito cobarde! Aún así, le empujé y ambos terminamos en el suelo. Su espada le resbaló de aquellos dedos traidores. Me levanté rápido como un rayo y le puse la punta del frio acero en el pecho.

-Últimas palabras, barón.

De pronto un monstruo con moño, delantal de lunares y armado con una espumadera sacó medio cuerpo por una ventana.

-¡Iker, a cenar!

El monstruo en cuestión era mi madre.

-Ya voy- grité aún con mi enemigo a mis pies.

-¡Iker, sube ahora mismo que se enfría la cena!

– Un minuto mamá que estoy a punto de vengar a mi padre- repliqué.

-¿Vengar a tu padre?, deja de decir tonterías si no quieres irte calentito a la cama. Y encima irás todo lleno de barro de meterte en los charcos del descampado…-rezaba mi madre mientras se metía por la ventana hacia la cocina.

Miré a Dani que seguía tirado en el suelo y cubierto de tierra de cuando rodamos por el lodazal que era el descampado de detrás de casa. Su mirada era entre comprensión y miedo por la bronca que también le esperaba. Ya no quedaba en él nada de mi archienemigo: el barón del Pantano Muerto.

-Te ha salvado que mi madre está muy cabreada y que hoy toca San Jacobos para cenar- le dije mientras le daba la espalda y hacía ondear mi capa imaginaria por un viento más imaginario.

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3 comentarios

  1. 1. @Aida_Lafuga dice:

    Divertido (como me tienes acostumbrada), original, fluido, con ritmo… Mar, que sigas así, que a mi tu estilo me encanta. Y si con tu relato sacas más de una sonrisa, ya te puedes dar por satisfecha… y a mí me sacaste carcajadas 😉

    Escrito el 28 febrero 2014 a las 23:50
  2. 2. Emmeline Punkhurst dice:

    Un relato muy divertido y muy buena idea la de darle un giro a la historia, cambiando un combate a vida o muerte por un juego infantil.

    Escrito el 1 marzo 2014 a las 17:14
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Si el combate me estaba gustando, la aparición de la madre me ha rematado. Has descrito este juego de niños de una forma que me envolvía en la escena para luego desmoronarlo todo y dejarlo en un descampado lodoso, preciosa forma de retratar la imaginación infantil. Enhorabuena.

    Escrito el 7 marzo 2014 a las 16:03

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