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El hombre y el león. - por Bárbara

El espacio no le era favorable. Él lo sabía, y dentro de poco tampoco lo sería el tiempo.
Sentía su proximidad. Estaba desarmado y el terreno le era inhóspito. Su corazón latía con ritmo acelerado y ensordecedor.
Quería recordar una situación similar para ver si experimentaba alguna idea que lo sacara de semejante trance. Ninguna salida le parecía la acertada.
Si piloteara un avión en medio del océano y observara que el combustible no le alcanza para llegar a puerto, sabía que llevando el aparato a mayor altura ahorraría líquido y podrían abastecerlo en vuelo.
Pero esta vez no fue así, se eyectó al ver la costa, desconocida para él y se enredó en ramas, lianas y copas de árboles. Tardó en pisar el lecho húmedo, cubierto de hojas. Su ropa, calzado, casco y demás indumentaria le implicaban mas dificultad para moverse. Sin embargo no debía quitársela para mantener el silencio más absoluto. Su respiración aunque profunda apenas se oía.
A través de troncos de diversos tamaños, que a pesar de estar muy próximos dejaban un pequeño claro, divisa la figura.
A su silueta la reconoce de inmediato, no cabe dudas. Lo peor es que seguro no está sólo. Su hembra y cachorros siempre lo siguen. Su melena es inconfundible.
Un recuerdo ocupó su mente. Unos diez años atrás estando en reunión de tropa, se acercaron a ellos los de un comando de otra jurisdicción, que habían salido en campaña de adiestramiento y cruzaban una parte de la espesura. Cercano al lugar donde su escuadrón estaba de instrucción, lo vio y le llamó la atención su estatura y la abultada melena, cuando generalmente estaban todos rapados. En un momento de acercamiento le comentó la misión que debería cumplir y le pidió que lo mantuviera en secreto. Su melena lo haría pasar desapercibido, tomando un aspecto físico que distaba del cuerpo del que formaba parte. Durante esa gestión desertó de las filas que lo habían seleccionado para el espionaje y se unió a quienes en esta contienda eran enemigos. Supo que alguna vez lo volvería a ver.
Y fue precisamente esta mañana cuando a vuelo rasante su proyectil no alcanzó a darle de pleno a un P/51 Mustang, que piloteaba, pero lo alertó y comenzó la persecución, tanto como si la guerra fuese personal.

El contendiente conocía su presencia, porque además de melena tenía un olfato especial y el instinto lo llevaría hasta la presa, sólo el matorral y su ocultamiento lo tenía puesto fuera de su mira.
Ruidos cada vez más cercanos lo sobresaltan. Como pudo se deshizo del correaje y quitó de sus hombros todo el peso que pudiera entorpecer la lucha. Estaba decidido, le daría batalla aún sabiendo de lo ínfimo de sus posibilidades.
En lugar de huir fue a su encuentro con toda la velocidad que le permitía lo salvaje del escenario. Se puso como pudo, muy cerca de él antes de que pudiera darle el zarpazo que sería su final, y con una pequeña navaja que llevaba en la pernera del pantalón le hirió en una pata, cosa que enfureció aún más al felino. El león, con la misma pata le dio un empujón que lo tiró a dos ó más metros de distancia para luego acercarse con la certeza de su triunfo. El hombre volvió a su ataque aferrándose a su cuello pretendiendo producir daño con su cuchilla. El animal se sacudía para desprenderse del agresor ya molesto ante tanta defensa.
Su cuerpo cayó pesadamente al piso, y el león le desgarra un brazo. Siente un profundo dolor, piensa en lo insólito de su suerte, prefiere morir en el fervor de la batalla a pura pelea, por lo que considera los derechos de su patria.
De repente un disparo da en la bestia que cae con medio cuerpo sobre el del atacado. El corazón se le encoge ante el suceso. Detrás del arma, un hombre de gran estatura y abultada melena, le sonreía.

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