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La ley del Talión. - por Jose Antonio

Son demasiados, son inteligentes y la buscan para matarla, ¿cómo escapar para salvarse ella misma y a los suyos?. Imprudente, inexperta ha pecado en exceso de confianza y ahora no puede volver. Aún falta para que caiga la noche, entonces la oscuridad será su aliada y podrá huir. El murmullo del viento protegerá sus furtivos movimientos, sopla del norte, eso le ayudará a evadirse por el cerro, amparada en la oscuridad será como una sombra más. Pero ellos saben que no permanecerá oculta mucho tiempo, debe volver con los pequeños, no resistirán solos tanto tiempo, morirían indefensos. Confía en la ventaja conquistada al cruzar el río, allí perdieron su rastro, pero presiente que la pueden haber seguido hasta la cueva, son pacientes y pudieran acaso estar ahí fuera, escondidos mientras quede algo de luz, esperando, con sus enormes bestias sedientas de su sangre. Si es así, no tendrá ninguna oportunidad, se lanzarán sobre ella sin piedad, le partirán el cuello y la abrirán en canal para exhibirla por la comarca. Pero no puede esperar más, se trata de los pequeños, saldrá inmediatamente.

Sigilosa y tensa se acerca desde la negrura del fondo de la gruta hasta la roca que oculta la entrada, olfatea al aire en varias direcciones, aunque el aire de la cueva sucio y húmedo la confunde… vuelve a olfatear, se siente segura. No parece que estén ahí. Fuera el viento recio mueve las ramas de los arbustos, pero no oye nada amenazador y sus pequeños estarán sufriendo. El sol cae, jamás debería haber ido a cazar sola, no es lo que aprendió, pero la desesperación es mala consejera. Es momento de ser valiente, de ser digna hija de su padre, saldrá saltando por encima de la roca. Si están ahí, el sol les cegará, se lanzará hacia la arboleda lo mas rápido que pueda, luego subirá por la ladera rocosa y con el aire a la espalda huirá. Retrocede hasta el fondo y toma impulso hacia la salida.

Durante unos instantes permanece suspendida en el aire, con su imagen recortada por el ocre atardecer del sol a su espalda, pero su silueta la delata y una voz resuena no muy lejos desde los matorrales:

— ¡Allí está!, soltad los perros, no dejéis que escape… ¡corred tras ella!…

Se ha equivocado, no ha entendido las señales, pero no es momento de arrepentirse, luchará para salvar la vida. Tres enormes mastines que la doblan en tamaño y potencia la dan alcance, estaban mas cerca de lo que ella creía y la rodean contra unas zarzas infranqueables. Colmillos y dentelladas a su alrededor la van encerrando, pero no se atreven a más, ella aún tiene mucha vida y el miedo dobla sus fuerzas y multiplica su velocidad. Mientras los mastines la acosan, el pitbull rápido y ágil se lanza sobre contra sus patas traseras buscando clavar sus incisivos con el ímpetu de los que no tienen miedo, pero ella se revuelve, se gira rápidamente y sortea la primera arremetida. Con desesperación y furia lanza un brutal y certero zarpazo que desgarra un ojo del can, queda aturdido y se aparta. Los mastines no ceden y ahora atacan los tres a la vez, como si una inteligencia común les dictase como hacerlo. Son muy corpulentos, esquiva al primero, pero el segundo la embiste con su peso y la hace caer de lado. El pitbull herido de muerte no quiere irse solo y como una flecha se lanza contra ella hundiendo con potencia sus colmillos en la garganta de la loba que ya no puede evitar que otro mastín con su extraordinaria dentadura desgarre su pata trasera. Inmóvil, siente que la vida se le escapa, que el secreto de su existencia toca a su fin, cazar o ser cazado. Ya llegan el mayoral y sus hombres a dar cumplimiento a su venganza por el ganado muerto. Con unos silbidos, los mastines liberan su presa aún viva desangrándose en el suelo. No el pitbull, que morirá con su mandíbula empotrada en la garganta de su víctima. Uno de ellos apunta con la escopeta y el eco del disparo retumba en todo el valle.

Lejos en la serranía, tres lobeznos aúllan tímidamente llamando a su madre. No sobrevivirán una noche solos en el altozano, están hambrientos, olfatean y buscan el rastro del último sendero por donde ella se marchó. Hacen un alto y se detienen, sobre la roca en el cerro, el perfil de un lobo les observa, el clan no abandona a nadie.

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4 comentarios

  1. 1. Emmeline Punkhurst dice:

    José Antonio:
    Suelo leer tus relatos porque me parece que siempre les añades un toque personal muy bonito.
    Tu historia me parece bonita a pesar de la tragedia que le imprimes, sobre todo por la descripción del vínculo maternal de la loba con sus cachorros.
    Por otro lado, me ha dejado un regusto amargo (supongo que es por el amor personal que le tengo a los animales y todo lo que está pasando ahora con los lobos en mi tierra). Creo que tocar las emociones de una persona es algo difícil y lo has conseguido. Quizás el único “pero” es para el aspecto relacionado con la redacción: creo que repasando un poco la narración puedes solventar ciertos errores y mejorar el estilo.
    Un saludo y felicidades

    Escrito el 1 marzo 2014 a las 17:11
  2. 2. Jose Antonio dice:

    Gracias por tus comentarios. El relato surgió al encontrar un recordatorio sobre Felix Rodriguez de la Fuente y la serie el Hombre y la Tierra. Es un homenaje hacia su trabajo en pro de la divulgación de la fauna.

    Escrito el 3 marzo 2014 a las 09:59
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Me has dejado sin palabras, no sé por dónde empezar, quizá el momento de la pelea sea lo de menos, a mi me ha encantado el modo en que describes cómo planea la huída, un gran trabajo, y fácil de leer hasta el final. Enhorabuena.

    Escrito el 5 marzo 2014 a las 16:15
  4. 4. Jose Antonio dice:

    Gracias Aurora. Es un texto mejorable como todo. Lo mejor de él es que disfrute preparando el relato, si además a alguien le gusta, el premio es doble.

    Escrito el 5 marzo 2014 a las 16:35

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