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La sangre está de rebajas - por Rosa

Web: http://literaturaalpapel.blogspot.com.es/

El autor/a de este texto es menor de edad

Nunca me apostemaría a ello. A pesar de llevar ya tiempo en la profesión seguía teniendo miedo cuando se acercaba enero, y con él las rebajas. Mi deber era proteger la integridad física de las personas y los bienes materiales de la empresa donde trabajo. Sí, la teoría es fácil. Tendría que sentirme seguro pues llevaba un uniforme que manifestaba autoridad y bajo de este se adivinaba un cuerpo robusto, recio, firme…
Pero nada de esto me salvaría de la avalancha de gente pues yo había de abrir la entrada. Ya se podían ver brazos atravesar la abertura que dejaba la puerta pero esta no se abría del todo porque estaba reforzada con cadenas. Me acerqué, cogí el candado pero tal era mi temblor y mi temor que cayó varias veces, pero seguí intentándolo. Cuando la cerradura se rindió intenté apartarme lo antes posible de en medio pero mi brazo ya sangraba por culpa de la multitud de arañazos que había sufrido. Hice mal en quedar mirándome las heridas porque de pronto me vi encima de mí una mujer que logró tirarme al suelo con un golpe de su bolso. Solo recuerdo que antes de perder el sentido me pisotearon todo tipo de zapatos pero los que más noté eran los tacones de aguja que se clavaban en mi cara.
Tras despertar pude divisar a la muchedumbre, que me había pisoteado, dispersa por todas las secciones de la tienda. Busqué en mi cinturón el revólver y al tenerlo entre mis manos me sentí protegido. Con la mirada examiné el local y encontré dos mujeres que tiraban de una misma camisa, peleaban por ella. Esto me hizo olvidar a todo los demás y centrarme en el duelo. Empezaron con una guerra de miradas pero ambas pudieron aguantar la de la otra, yo tuve que girar la vista por un segundo porque el fuego que desprendían una y otra me cegó. Cuando recuperé la visión volví a centrarme en la contienda pero me di cuenta esta ya había pasado de nivel: la camisa en el suelo, ellas cara a cara pero a una considerada distancia y ambas en guardia. Una de las dos mujeres empezó a correr en dirección a la otra con el brazo extendido y el puño cerrado. El duelo de boxeo duró poco tiempo porque de pronto la otra mujer se sacó de un compartimento secreto del abrigo una navaja y le hizo un corte en la cara. Con la mano se rozó la herida i vio que de esta brotaba un líquido rojizo, con la mano manchada de sangre la cogió del cuello y la estampó contra la puerta, que era de cristal, y esta crujió por el golpe de cabeza. Le soltó el cuello y corrió hasta la sección de armas, todas protegidas por una cristalera, le pegó una patada para sacar dos espadas que había dentro y volvió al lugar de origen donde la otra mujer recobraba el conocimiento. Se levantó e intento quitarse los cristales incrustados pero no pudo así que fue en dirección a su contrincante la cual le tendió una de las dos espadas y empezaron a darse estocadas que provocaron varias heridas en las mujeres. El duelo de esgrima siguió pero la mujer que tenía los cristales en la cabeza se desangraba y con las pocas fuerzas que le quedaban se dio impulso y le clavó el sable en el pecho y cuando lo sacó cayeron ambas al suelo. Bajo de ellas un charco de sangre, a sus alrededores gente mirándolas asustada e inmóvil mirando dos cuerpos sin vida.

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