Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Asistente de Supervillano - por Aldo Brov

Tenía apenas un mes trabajando en la nueva organización criminal de ciudad Gótica dirigida por el nuevo supervillano en ascenso que se había dado a llamar El Carnicero.

Durante la reunión semanal de los días martes, alguien propuso raptar a un personaje importante y negociar con las autoridades una alta suma de dinero. El jefe pensó que sería un buen inicio para su carrera en el hampa. Se me ocurrió sugerir el nombre de Bruno Díaz, sabía que era amigo del alcalde y esto llamaría la atención de las autoridades. Y así se hizo.

La captura del millonario se haría durante la cena anual del aniversario de ciudad Gótica. Sabíamos que el Guasón irrumpiría en el lugar, por lo que Batman estaría ocupado y era imposible que adivinase la entrada del nuevo villano en la escena.

Llegado el momento, nos escabullimos a la fiesta junto al personal de cocina y quedamos pendientes de los movimientos de Bruno Díaz. Cerca de la medianoche, la víctima se dirigió al sanitario y nuestro jefe dio la orden de proceder con un leve gesto de su rostro. Nos reunimos en la puerta del baño, sacamos nuestros pistolas y entramos repentinamente abriendo la puerta de una patada.

– Aja! Soy El Carnicero… – gritó el jefe con su arma en alto, pero el señor Díaz había desaparecido. Mire a mi compañero y nos sonreímos, la palaba “Aja” no había sonado amenazante.

Enseguida, el jefe se agachó para ver por debajo del cubículo donde estaba el retrete y notó a alguien sentado con los pantalones bajos. Entonces nos formamos alrededor y con una segunda patada, abrió la puerta.

– Soy el Carnicero… – El retrete estaba vació, el par de zapatos y los pantalones parecían ser un anzuelo.

– Donde diablos se metió Bruno Díaz!

En ese momento Batman cayó desde arriba con su capa extendida sobre nosotros tirándonos por el piso. Mi compañero se puso de pie y fue derribado con un puñetazo en el rostro. Yo alcancé mi pistola e intenté disparar pero el seguro estaba puesto, el Jefe se alejó arrastrándose y se puso de pie.

-¡Tu suerte se ha terminado hombre murciélago!. – dijo con firmeza. La frase había sido elegida en la reunión del martes anterior por votación unánime, y la había practicado toda la semana.

Batman camino hacia él, amenazante. El rostro del jefe se puso blanco.

– Muchachos, a él! – ordenó con su voz ahogada

Rápidamente nos lanzamos sobre el encapuchado, que con un rápido movimiento nos tomó del brazo y nos hizo chocar entre sí, cayendo al piso. Mi compañero tomó la pistola que estaba cerca y apuntó para disparar, pero Batman le dio una patada haciéndola volar de su mano, y con otro puñetazo lo noqueó. Yo me puse de pie, tomé el lampazo del baño y se lo di por la cabeza, mientras el aún estaba de espaldas. Su máscara salió volando. Con un rápido movimiento de su brazo, se cubrió el rostro con la capa y se lanzó de cabeza al piso para tomar su máscara y volver a ponérsela. El jefe lo quedo mirando atónito.

– ¿Tú eras Batman? – dijo sorprendido. Batman lo miró seriamente, y giró para verme.

Yo lo miré y sonreí, enseguida mi sonrisa se desvaneció. Con un movimiento de mi cabeza intenté hacerle entender que yo no había visto nada.

Un estallido se escuchó en el salón principal y luego disparos, la gente gritaba desesperada. El Guasón había irrumpido.

– Ahora sé su secreto, señor… Batman – dijo el jefe y lanzo una carcajada maléfica.

Sin dudarlo, Batman tomó la pistola de mi compañero del piso, y simplemente apuntó y disparó hiriendo al jefe en el pecho, aprovechando el estruendo de las balas del salón.

El Carnicero lo quedó mirando perplejo y enseguida miró la mancha de sangre roja que empezó a brotar de su ropa. Segundo después, el jefe cayó muerto al piso. Batman me miró y yo me cubrí con el brazo lleno de temor. Entonces quito el cargador de la pistola, saco la bala de la recámara y la lanzó al lado de mi compañero. Volvió a mirarme y me señalo con el dedo, con gesto amenazador, y entonces se marchó corriendo.

Una hora mas tarde, llegué a casa y tomé el periódico de la puerta. Me bañé y me senté a comer algo. Abrí el periódico. “¿Quién es Batman?” decía la portada. Le aseguro que yo prefiero no saberlo, pensé. Entonces, di un mordisco al sándwich y abrí los clasificados, en la sección de trabajos.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.