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El fresno sagrado - por fernando seguí

EL FRESNO SAGRADO

La bruma que flotaba sobre el mar y se adentraba lentamente en la costa no permitía que se vieran los primeros rayos del sol naciente. En la playa, el olor a quemado de las hogueras y antorchas que agonizaban se mezclaba con el hedor de las algas muertas que reposaban en la orilla. Cuarenta vikingos, capitaneados por el príncipe Olaf el Justo, se preparaban para entrar en combate y defender ese pequeño trozo de arena. Más atrás, unos mil doscientos pasos más o menos, el resto de los guerreros, mujeres y niños permanecían en el interior del trelleborg, comandados por el rey Harald, aguardando.
Los aullidos de los berserker resonaban en la oscura lejanía y, aunque la niebla impedía ver a los drakkar acercándose, se escuchaba el batir de los remos contra el agua.
Quizás fuera el miedo que se apoderaba de ellos o que el sonido de las olas chocando contra las rocas de la costa no les permitió escuchar el chapoteo de la avanzadilla enemiga, pero unos doce “ hombres lobo “ emergieron del mar y se abalanzaron sobre ellos en un instante , cogiéndolos por sorpresa. Sus ojos bañados en sangre y su enorme determinación acobardaron en un primer momento a las tropas de Olaf que tardaron un segundo más en reaccionar que sus rivales en atacar. Los primeros miembros seccionados cayeron sobre la arena y se formaron pequeños ríos de agua roja que desembocaban en el mar.
Olaf, valiente, se dirigió con furia hacia el grueso de la fuerza enemiga y lanzó varios ataques con su espada que, sin ser dirigidos hacia ningún objetivo concreto, hirieron de muerte a dos de sus rivales. Un berserker, bajo en estatura pero con una magnífica musculatura, se lanzó sobre él y lo desplazó varios metros hacia atrás haciéndole caer en el agua. La fuerza del impacto le despojó del casco, dejando al aire su corta melena morena. Sus ropas, mojadas por el agua de mar, pesaban tanto que le impedían levantarse. El guerrero enemigo se lanzó sobre él con su mjolnir agarrado con las dos manos dispuesto a abrirle el cráneo. Palpaba el fondo del mar pero no encontraba su espada. Se le agotaba el tiempo. De repente la sintió bajo la suela de sus botas, la agarró con los pies y la levantó con la fuerza de sus piernas en posición de defenderse. Su rival se topó con ella y ésta le atravesó hasta la empuñadura. El hombre cayó, muerto, sobre el Príncipe.
Para cuando consiguió quitarse a su enemigo de encima e incorporarse, sus hombres habían terminado con los salvajes invasores. Las bajas eran cuantiosas, treinta y cinco de sus leales soldados habían perecido.
El resto de los atacantes, cubiertos con sus pieles de lobo, estaban ya encallando sus naves en la arena, tomando los últimos tragos de cerveza con beleño negro y aullando como poseídos.
Olaf miró hacia la aldea con tristeza, seguro de su muerte. Su padre sabría defender con honor el Yggdrasil auténtico, el fresno del que nació Ask, el primer hombre. El gran secreto, ahora desvelado, de su pueblo. Lanzó un beso al aire para despedirse de Erika, su amada, y se dispuso de nuevo para el combate.
Solo esperaba ser digno de que las Valquirias lo guiaran hacia el Valhalla.

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