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Sin excepción - por Keeper Tom

Conocía demasiado bien a su padre, es más, ¿quién no conocía a su padre?

No estaría en la refriega, eso era seguro, así que buscó en las estancias principales y en lugares menos probables; como la biblioteca o las cocinas. No siempre encontró pasillos o habitaciones vacías, en algunas de ellas halló escondidos a soldados temblorosos y a gran parte del personal de servicio, pero ningún miembro de la guardia real, contaban con que serían los primeros en saltar al campo de batalla por orden del rey, y así fue.

Se detuvo frente a la gran puerta del salón real, era el último rincón, tenía que estar allí. Tomó aire y empujó la pesada hoja. Lo vio a lo lejos, sentado en su trono. El estómago se le encogió y comenzó a tener problemas para respirar, nervios y temor se dieron de la mano para hacerlo temblar. Su padre se mostraba tan calmado que parecía estar aburrido. El príncipe, con más temor que arrojo, fue al encuentro del rey.

Su imaginación dibujó la escena de otra manera. Tras él debería haber estado un ejército bien armado, pero dos de los cinco nobles que le aseguraron lealtad retiraron su apoyo en el último momento, así que el plan cambió. La batalla en el patio del castillo sería su cobertura: aprovechando el caos, accedería al interior por un pasadizo secreto, y entonces buscaría un uno contra uno con su padre. Era arriesgado, todos sabían que sería difícil que el príncipe venciera, él tampoco creía en sus posibilidades, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.
Llegó a mitad de la sala y allí se quedó. Su padre, definitivamente, estaba aburrido, quizá de esperar, quizá porque ya conocía el resultado del encuentro.

—¡Padre, vengo a por el trono!

El rey sonrió.

—Hijo mío, te tiembla la voz.

<<Y las manos, y las piernas, y el alma>>, pensó.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó el rey con gesto serio.

—Sí —mintió, aunque intentó sonar determinado y seguro; quería vomitar.

—Pues que así sea.

Dejó el trono, fue a un lado y se armó: hacha en su mano izquierda, maza en su mano derecha. Miró hacia el príncipe y a éste se le secó la boca. El rostro de su padre mostraba una concentración tan profunda que caló en lo más hondo de su ser, transmitiéndole un mensaje muy claro: <<todos moriremos, pero yo lo haré hoy, en este salón y no habrá clemencia>>.

Cuando vio al rey correr hacia su posición asentó bien sus piernas, distribuyendo el peso del cuerpo para ganar equilibrio, como le habían enseñado. Puso el escudo frente a él y preparó la espada para lanzarla contra el cuello de su rival. Pero no contaba con que su padre tuviera tanta fuerza. El mazazo fue brutal, mucho más de lo esperado, tanto que lo desestabilizó. Logró desviar el hacha que apareció por su derecha con la espada, pero no vio venir la segunda embestida de la maza. Le dio de lleno, destrozándole el hombro y haciéndole caer al suelo. El dolor lo cegaba. El golpe había destrozado la hombrera, machacado la cota de malla y roto el hueso. No tuvo tiempo de recrearse en su dolor. Logró esquivar el golpe que buscaba macharle el cráneo, pero contra el hacha no pudo hacer nada, no la vio venir y perdió un brazo. Lo seccionó sin dolor. El príncipe estaba atónito, miraba el charco de sangre que se expandía bajo él. Su sangre, era… ¡mi sangre! Miró hacia el rey, desde su posición era un coloso, no, no un coloso, era La Muerte y venía a por él. El rey dejó caer sus armas y cogió la espada. Miró hacia su hijo, estaba llorando y en sus ojos sólo había tormento.

—Tú, sangre de mi sangre y carne de mi carne. Tú, precisamente tú tenías que retarme. Tú, el que estaba destinado a… —Apretó los dientes, desvió la mirada. Soltó un ligero quejido. Sacudió la cabeza, tomó aire, resopló y devolvió su atención al príncipe—. Todos los que te metieron esta estúpida idea en la cabeza morirán, y su muerte no será como la tuya, sufrirán, sin excepción, hombre o dios, sufrirán sin excepción.

Cuando el rey apareció en el patio el sol brillaba con fuerza y el polvo se movía lento. La batalla se detuvo, todos los allí presentes contuvieron la respiración al ver la cabeza del príncipe en la mano de su padre.

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3 comentarios

  1. 1. forvetor dice:

    una narración estupenda, se nota que la has pulido bastante. muy ágil y sin flecos. felicidades.

    un saludo,
    Sergio Mesa / Forvetor
    http://miesquinadelring.wordpress.com

    Escrito el 28 febrero 2014 a las 18:27
  2. 2. Emmeline Punkhurst dice:

    Es un relato genial. Engancha muchísimo y tiene un final contundente. El título ayuda al lector a prepararse para el argumento, la atmósfera de tensión previa al enfrentamiento está bien descrita y la relación padre-hijo alcanza un protagonismo muy acertado.
    Mis más sinceras felicitaciones.

    Escrito el 1 marzo 2014 a las 17:34
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Un relato muy bien trabajado y con un final brillante. Enhorabuena.

    Escrito el 8 marzo 2014 a las 16:48

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