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La lucha - por Noe

Llegar al límite sin saber que estás llegando al límite. Darte cuenta de que hasta ese momento no había resultado ser demasiado tarde. Pero ahora sí.Demasiado tarde para dejar para mañana el descubrimiento de la vida. Ya no se puede dejar para mañana.Ya no soy la misma que aguantaba las heridas. Que callaba en silencio. Que decidía dejar pasar en vez de actuar. Ahora la vida reta, como un macho en celo conquistando territorio. Ahora la vida es el Gran Animal. Que se planta frente a mi a lo lejos. Que me observa, en silencio. Que se agazapa -cualquier animal, por muy grande que sea, sabe agazaparse-. Y si se agazapa, se esconde. Y si se esconde es que tiene el secreto del momento adecuado en el que saltar sobre mi.

Me ha costado. Treinta años de paseos interminables por ciudades.
Me ha costado caminar con cuidado, tener paciencia. Dedicarme a algunas cosas que creía correctas.
Me ha costado conocer a personas que creía personajes importantes del camino.

– Mía.
-¿Sí?
– Hoy sí. Puedes dormir tranquila. Por fin has reflexionado algo importante, que marca un antes y un después en el camino.

Por fin hoy, observando a otros, has sabido verte a ti de repente. Yo tengo un espejo precioso, desde niña. Un espejo que me reflejaba. Sé que Mía también tiene uno, porque todos lo tenemos. Y todos pensamos que ese espejo es fiel a nosotros. Hasta que pasa esto:
Una noche te entretienes más de la cuenta. Vas a aquel lugar donde hay esa fiesta. Conoces a unas cuantas personas. Y si bebes uno o dos chupitos en la barra, uno de esos chupitos que no sabes de dónde vienen, de repente dejas de querer ver el reflejo en el espejo para buscar reflejos en ojos ajenos.
Mía se acerca a la barra.
Uno. Coge aquel chupito de Jagermeister maldito. Bebe con la fruición de todo lo que empieza. Desconoce que es una ventana a lo que pasará. Y, sin embargo, se teme. Se teme desbocada. Borracha. Se teme, con falda corta, con blusa transparente y labios color coral paseando sin rumbo en una discoteca llena de recovecos y de bestias que solo gozan salir a altas horas de la madrugada.
Mía se acerca a la barra.
Dos. Otro chupito. Y ahora sí. Ahora sí que los pasos son firmes. Ahora sí que avanza hacia la luz. Y, de repente, encuentra una columna en la que apoyarse, abre los ojos. Más si cabe. Más.
Y allí está.
Hay un animal frente a ella. Es enorme.Es el Gran Animal. Pero no es su tamaño lo que teme. Sino su mirada. Clavada en la de ella. Su cuerpo, que parece hablarle. “Todo esto que ves, es mío, este es mi territorio y tú no vas a venir a arrebatármelo”. Mía entiende que debe luchar. La ley de la naturaleza frente a ella. El Gran Animal sin pronunciar palabra proponiéndole, por fin, la oportunidad de tener el lugar que le pertoca en el mundo.
Luchando.
Sin palabras.
Sin negociaciones.
Aquí y ahora.
Así es la lucha.
De momento les separan los metros. Pero sabe que en el momento que haga cualquier gesto, la historia arrancará a un ritmo imposible de frenar. El animal no empezará la lucha. Porque depende de ella entender que debe luchar con todo su cuerpo para ganarse la vida. Toda esta tierra. Y toda esa vegetación. Y los caminos que llevan a todos los lugares y a las respuestas. ¿Verdad?¿Quieres las respuestas? Lucha. Lucha. Lucha.
Uno. Y ella gira el cuello de cisne y con ese movimiento, su cabellera se sacude como si el viento hubiese querido despeinarla sin éxito.
Dos, el animal salta sobre ella, y es un parpadeo y siente su peso, insoportable. El peso de la lucha por la vida.
Tres, y saca fuerzas, y suda tinta. Y abre bien los ojos para clavarle la mirada a la bestia.
Cuatro. Una lágrima. Y un grito. Y el colmillo en el cuello. Y la herida sangrando. Y la sangre caliente.
Cinco. Y el dolor de la derrota la despierta. La luz de la discoteca cerrando la ciega. Esta vez ha perdido la lucha. Y borracha, se aleja. Esperando ser más sabia la próxima noche.

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1 comentario

  1. 1. Aurora Losa dice:

    No sé por dónde empezar, si por lo mucho que me ha gustado el estilo, si por lo original de la idea o por el conjunto que forman. Un texto excelente, de lo mejor que he leído, hay una historia sin historia, una pelea sin pelea y un no saber qué pasa exactamente pero que queda en el subconsciente, permitiéndonos indentificarnos con la protagonista. Simplemente genial, perfecto, redondo. Mi más sincera enhorabuena, estoy deseando leer más, te buscaré en el taller de marzo.

    Escrito el 4 marzo 2014 a las 10:29

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