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Refresco de Cola - por Osvaldo Mario Vela Saenz

Refresco de Cola
Jorge Alberto llegó hasta su banca favorita en el parque. Asiento y respaldo tallados en mármol de una sola pieza. La encontró húmeda y anegada. La curvatura de su labrar nivelaba el líquido en ella. Le gustaba la ubicación de aquella pieza de arquitectura. Visible desde allí, hasta el último rincón del bosque urbano. Sopesaba el efecto del agua en su ropa deportiva. La empaparía al tomar asiento. Observó su ropa. Echó otra mirada al asiento. Lentamente dio la vuelta. Flexionó las rodillas y se dejó caer despacio sobre la banca. Que gran refresco de cola. Efecto del frescor lo tornó eufórico. Extendió ambos brazos sobre el respaldo, la cabeza hacia atrás mirando al cielo; cerro sus ojos. Intensa mueca de placer lucía en sus labios. De pronto, sintió una suave tela cubrir su muslo izquierdo y un sedoso pelo acariciar su cuello y brazo. Su reacción, abrir sus ojos con intención de saber lo que pasaba. Justo frente a su cara, que rostro más bello de mujer le sonreía con coquetería. Ojos azules acariciaban al mirar. Algún embrujo poseía aquella dama pues lo congeló por un minuto. Al fin, su conciencia tomo el mando:
–¿Quién eres tú y que estás haciendo?
Ella lo miraba. Daba la impresión de no querer contestar. Sin dejar de mirarlo, ladeo su cabeza para posarla sobre su hombro. Su voz era un canto:
–Me llamo Sofía. Esta es mi banca. Por las mañanas, este es mi lugar de lectura.
Él se sentía incómodo. La mujer llamada Sofía lo sofocaba. Como se atrevía a ceñirse con tanta familiaridad.
–Ya son las seis de la tarde. Yo vengo a estas horas al parque a relajarme y me siento en esta banca. Además en este momento, estoy nervioso con tu cercanía.
La bella Sofía se incorporó. Ocupó su lado de la banca con rigidez. Su semblante muy distinto al mostrado cuando el joven abrió sus ojos. Ya viéndola con detenimiento, su cara le parecía conocida.
–Hoy por la mañana la lluvia no me permitió venir. Así es que quise aprovechar la tarde. Ya por llegar te vi observando la banca, me detuve. Creí que ibas a usar el periódico viejo que está bajo la banca, para al menos quitar el agua estancada. En lugar de eso, tomaste la decisión de darte un remojón. Lo disfrutabas con deleite. No pude resistirme a repetir tu atrevimiento; pero por lo que veo, el mío te rebasó. Y tú, ¿Cómo te llamas?

–Jorge Alberto.
Mientras le daba su nombre, apoyó ambas manos sobre el filo de la banca, para pararse. Sintió escurrir el fresco líquido por sus chamorros hasta sus zapatos deportivos. Dio la vuelta y ofreció sus manos a la segunda dueña de la banca para ayudarle a ponerse en pie. El vestido de Sofía dañado, Jorge Alberto se sintió culpable del deterioro que mostraba. La prenda era de marca y sus zapatos igual. Buscó en un rincón bajo el sillón de piedra. Encontró el periódico. Las secciones interiores más secas que la parte exterior. Tomó al azar páginas interiores: La sección de sociales. En la primera página una fotografía ocupaba una cuarta parte. “La Novia del Mes: Sofía Del Villar”. Buscó el fechador en la parte alta del Noticiero. La Fecha, de hacía dos meses. Por alguna razón no entendible sintió un vacío en sus entrañas. Le mostró a su socia de banca la fotografía.
Los ojos de Sofía se anegaron. El novio la dejo vestida. Prefirió fugarse con una internauta. Sólo dijo:
–La boda se deshizo. Esta banca es el único lugar donde encuentro reposo. Su frio mármol parece absorber mis penas. Por eso la visito todos los días. Al verte remojado, con los brazos extendidos, rostro alineado al cielo y ojos cerrados, como esperando una bendición de las alturas. Vi mi redención y me uní a la oración con el mismo gusto que tú reflejabas. Me sentí liberada.
–Sofía, esta Banca está encantada: Primero me sedujo, a un chapuzón; luego te convenció de hacer lo mismo, para al final poner el ejemplar de sociales en nuestras manos y liberarte. Desde que te acurrucaste a un lado, te adueñaste de mí; me inquietaste. Me gustaría que sincronizáramos los horarios. El compartir común y el embrujo del sillón, pueden un día unir nuestros caminos.
Ambos con su atención fija en la banca. De común acuerdo, se dieron vuelta y tomados de la mano repitieron el refresco de cola.

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3 comentarios

  1. 1. Borja dice:

    Hola!
    Me llama poderosamente la atención la forma que tienes de describir. ES interesante. Aunque a veces me da la sensación de que abusas un poco de este recurso y pierdo fluidez en la lectura en distintas fases.
    Por otro lado, me gustó como inició todo un refresco de cola.
    Un saludo.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 10:36
  2. 2. José Torma dice:

    Que tal Osvaldo, es un gusto leerte, es mi segunda vuelta por un relato tuyo. Creo que es un relato muy divertido y trato de ser romantico y serio, pero creo que lo mataste con la mejor puntada del mundo.. el refresco de cola… no me pude quitar de la mente tan gracioso detalle que lo demas ya no me importo jaja.

    Si la intencion era hacer reir. Mision cumplida, lo disfrute mucho.

    Felicidades.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 18:09
  3. 3. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Gracias por tu comentario Borja. Cuando te toca recibir sin esperar un refresco de cola. no lo olvidas nunca. lo recibí en la ciudad de Merida, Yucatan.

    Jose Torma, mi intencion fue dar a conocer un evento chusco para diverter a los lectores. que bueno que con sinceridad me otorgas tu sentir. Gracias.

    Escrito el 6 abril 2014 a las 05:05

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