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Un destino tanto extraño. - por David811

Juan es un amigo de la infancia que desde la época del instituto ya mostraba interés por las artes adivinatorias, sea del tipo que sea el método de adivinación, médium, posos de té, café, cartomancia, líneas de las manos, cucharas, sartén, pliegues de los glúteos, etc. De estos últimos tengo un recuerdo bastante embarazoso, divertido y absurdo al mismo tiempo. Y es que el día que fue a que le leyeran los pliegues que forman sus nalgas me pidió que le acompañara, claro está sin decirme nada, porque de haberlo sabido no hubiese ido.

Lo único que me dijo fue que era importante que yo estuviera presente en la consulta para ser sus ojos, debido a que él no podía ver y comprobar que lo que ella decía que veía se correspondiese a la realidad. -Ni que yo fuera Rappel.- Fue lo que le dije.

Así que allí estuvimos los dos aquel día, él sabiendo a lo que iba y yo sin saber todo. Cuando llegamos al parque de El Retiro en Madrid, pude ver un montón de casetas una pegada a la otra donde personas con el “don” de ver el futuro le leía a quien quisiera su porvenir.

Eran las cuatro de la tarde y hacía calor así que no había mucha gente andando por allí. Cuando llegamos a la caseta que buscaba mi amigo esperamos un poco hasta que una mujer de unos 50 años de edad, salió de una especie de tienda de campaña que había en la parte posterior de la caseta.

No había nadie esperando, éramos los únicos clientes. Tíos de treinta años a que nos leyeran el futuro, bueno mejor dicho a mi amigo, que yo solo iba de acompañante. Aunque esto es como cuando vas a una farmacia y pides supositorios para el estreñimiento que no siendo para ti, queda como si lo fuera porque eres tu quien entra a comprarlo.
En la caseta no había nada más que una pizarra de esas blancas donde escribes con rotulador y borras con la mano sin mancharte. Sólo ponía un texto que decía “el destino está escrito en todas partes”, quien supiera donde estaba en aquella caseta y nos viera, se estaría descojonando de la risa al vernos.

Pasamos con la mujer a la tienda, se sentó en una silla sin respaldo y dijo mirando una hoja,- bien Juan, quítate los pantalones y déjame ver esos pliegues de los glúteos.- Creo que se me notó la cara de asombro por mis ojos como platos. Juan se bajó los pantalones, yo a petición de la señora aquella me puse a un lado para no tapar la luz que venía de una lámpara. Después ella le pidió que se bajara los calzoncillos para ver los glúteos y comparar. Mi amigo actuaba sin pudor y se le veía colaborador.

Mientras ellos hablaban, ella respondiendo a las preguntas de Juan, yo era un mero observador del magreo de culo por parte de la mujer aquella a mi amigo. Apretaba los dos glúteos a la vez, después uno, luego el otro, medía las líneas, daba pequeños cachetes para según ella ver su firmeza.
Yo buscaba disimuladamente alguna cámara en aquella tienda o agujero, tenía que ser una cámara oculta y yo era la víctima, estaba seguro. Pero no dije nada porque les veía muy convincentes a los dos, si aquello era una broma íbamos a reírnos mucho pero si aquello era verdad, mi amigo tendría que decirme como leches ha llegado a ese punto.
Le comentó de todo aquella mujer, menuda imaginación tenía. Yo que conozco a Juan sabía que las cosas que decía eran falsas y lo que veía en su futuro era más que imposible que se diera. La sesión costó veinte euros y un magreo al culo feo y peludo de mi amigo que acabó rojo como un tomate. Eso sí limpio como el de un bebé. Doy fe.
A la salida aquella mujer y después de pagar mi amigo se despidió de nosotros estrechándonos la mano, yo preferí asentir con la cabeza, aun no se había lavado las manos.
Una vez fuera, le pregunté de donde había sacado la dirección de esta mujer y me comentó que el otro día en la peluquería encontró un ejemplar atrasado de un periódico donde se hablaba de aquella mujer y no podía dejar pasar la oportunidad de visitarla.
En fin, ten amigos para esto..

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