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La erosión - por Juan F. Valdivia

Web: http://juanfvaldivia.wordpress.com

De repente el viejo superviviente pudo poner nombre a la sensación que le asfixiaba desde primera hora de la mañana: genuina desesperación.
No daba crédito. Su mano se crispó arrugando el periódico.
La desesperación exigía explicaciones. ¿Qué hacía ahí? Resistir, esperar. Encerrado tras un invisible e inquebrantable domo de éxtasis, llevaba décadas esperando a otros como él.
Pero nunca llegaron.
Contempló el panorama que se desplegaba a sus pies, incapaz de evitar compararlo con los recuerdos que atesoraba en su mente. La desesperación lo coloreó el contraste de una manera tan potente que, aturdido, tuvo que sentarse.
Buscó tranquilizarse volviendo la cabeza hacia su parque: un anillo verde de varias decenas de hectáreas que trepaba las laderas de un pico basáltico. En una vertiente de la montaña había una gran puerta de metal, único acceso de superficie al complejo subterráneo. Bajo el parque, en el mismo corazón del volcán extinto, se desplegaba un laberinto de habitaciones, almacenes y salas. Asistentes robóticos conservaban el bunker y mantenían bello el parque. Su hogar durante… casi toda su vida.
–Las instalaciones pueden alojar hasta un millar de sujetos. Tendrá mucha compañía –le dijeron. Esos elegidos recorrerían el túnel, superarían los controles y atravesarían las exclusas.
Pero los días se convirtieron semanas, éstas en meses, en años. Mientras el silencio impuso su imperio en el exterior. El Mal se adueñó de todo, sus hordas de peregrinos surcando la tierra.
Y el superviviente contempló todo ello.
Los primeros años recorría el parque con cierta frecuencia. Pero siempre acababa llegando a aquel banco… y al horror mudo que desde él se divisaba. No comprendía cómo lo habían colocado allí, a un metro escaso de la cúpula. Desde él se divisaba el valle, y en él la ciudad. Su ciudad. La recordaba rutilante, un alegre caos de neón.
Hasta que el Mal llegó, y con él sus peregrinos. Recorrieron el planeta fustigados por su hambre, manadas trazan nuevas cañadas de horror. Una de ellas terminaba en el banco. Sólo el muro transparente de la cúpula separaba al superviviente del rebaño. Recordaba cómo se aplastaban contra la pared, unos sobre otros, rabiosos, frustrados. Hambrientos. La horda fluctuaba, disgregándose cuando abandonaba el banco, pero acudiendo presta si decidía sentarse. Como depredadores ante su presa.
Pero aquel espectáculo no afectaba al superviviente: él seguías esperando a otros iguales.
Los años transcurrieron.
La muerte, en forma de corrupción, abrazó a los peregrinos por segunda vez. De ellos sólo quedó una enorme montaña de huesos apoyada contra la cúpula. Cráneos, costillas, fémures, vértebras… todos quebrados, aplastados por su propio peso. Su espera había concluido: no habían logrado su objetivo, paladear la carne del superviviente, pero ya descansaban. Viendo los restos el anciano notó que su desesperación se fortalecía. ¿Envidiaba a esas criaturas?
¿Por qué ahora? Hasta entonces su ánimo jamás había decaído. Cada mañana se despertaba convencido de que llegaría alguien. El día pasaba en vano pero él no cedía. Habría otro amanecer, otra esperanza. Y él debía estar allí para recibirla. No admitía ninguna otra alternativa: sobrevivir. Esa determinación le hubiera brindado una salud de hierro; o puede que al revés, su salud inquebrantable hubiera abonado esa voluntad.
Hasta esa mañana: la desesperación había agrietado su coraza.
Sentado en el banco contempló la pila de restos descarnados, en otro tiempo voraz especie dominante del planeta. Ellos y su padre: el Mal. Los vástagos habían desaparecido, pero los sensores decían que el Mal todavía recorría la atmosfera. La plaga, enarbolando una determinación más firme que la de sus hordas, había alcanzado su objetivo: dominar el mundo.
El anciano miró el viejo periódico. Sobre la foto de un mozalbete (lo costó reconocerse en ese rostro) el titular rezaba: “Inmune: hay esperanza”. ¿Qué había fallado? ¿Sólo él había resistido al Mal?
La grieta en su coraza se ensanchaba, escapando por ella su voluntad. Anhelaba algo que había quedado al otro lado de la cúpula: compañía, calor humano.
Sí, los peregrinos habían terminado cediendo. ¿Podía él imitarles? Rendirse. Sucumbir.
–¿Y si mañana…?
El susurro provino desde dentro de su cráneo: su voluntad no se rendía.
–¿Has llegado hasta aquí… para nada?
Ahora no. No podía ceder.
¿O sí?
Se levantó del banco para adentrarse en el parque. La desesperación luchaba contra la voluntad. El viejo dejó que ambas pelearan. Estaba demasiado cansado.
Cansancio: ahí estaba la clave. Tras la desesperación, cansancio.
Al otro lado del domo una calavera se desmoronó riendo el triunfo del tiempo frente a la voluntad. O quizá cediendo erosionado por él.

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10 comentarios

  1. 1. David Rubio dice:

    Alucinante. Me atrapaste con este relato fantástico en todos los sentidos. Ese anciano viendo a esa humanidad atroz, en su paraíso. Buenísimo.
    Solo una errata de edición: “Recorrieron el planeta fustigados por su hambre, manadas trazan nuevas cañadas de horror.” ese manadas trazan queda raro.
    Por lo demás EXTRAORDINARIO

    Escrito el 28 marzo 2014 a las 22:57
  2. 2. Gemma Rotger dice:

    Hola Juan, me tocó comentar tu texto y desde luego fue el mejor de los tres que me llegaron con diferencia. Me gustó mucho el argumento y como trataste el tema.

    Felicidades, solamente puedo decirte ¡chapó!
    Saludos, nos leemos

    Escrito el 29 marzo 2014 a las 21:08
  3. 3. Cibeles dice:

    Brillante, incluso haciendo algo distinto a lo habitual, salió excelente.
    Es un placer leerte, tenés un estilo muy personal, te felicito!

    Escrito el 30 marzo 2014 a las 05:21
  4. 4. Peter Walley dice:

    Es difícil crear un mundo fantástico y reconocible a la vez en tan poco espacio y siempre lo consigues, enhorabuena.

    Escrito el 30 marzo 2014 a las 16:02
  5. 5. NHICAP dice:

    Genial!! Estupendo relato para describir la fuerza de la desesperación en el ser humano. Me ha gustado como desarrollas la historia.
    En mi opinión se trata de una parábola, escrita con buena potencia narrativa y envuelta en un escenario fantástico, que describe el instrumento que utiliza el Mal —el Poder de cualquier índole— para doblegar la voluntad de las personas: la desesperación que puede provocar su aislamiento o vida en soledad.

    Escrito el 30 marzo 2014 a las 19:49
  6. 6. Wolfdux dice:

    Hola Juan,

    como siempre una ambientación ESPECTACULAR. Sigo maravillándome con la facilidad que creas esa atmósfera tuya que le da un toque personal y único a tu obra.

    ¡Felicidades!

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 06:23
  7. 8. forvetor dice:

    hola Juan. habitualmente tu estilo me resulta un poco recargado, aquí sin embargo manteniendo la historia trabajada y muy rica en detalles usas un tono mucho más coloquial y fluido… y yo te lo agradezco. es sin duda el texto que más me gusta de todos los que te he leído. felicidades por este gran relato.
    un saludo,
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/

    Escrito el 1 abril 2014 a las 22:06
  8. 9. tarodsim dice:

    Hola Juan, pasaba a saludar porque soy uno de tus comentaristas (el 3º) y me encontré con tu blog. Muy interesante.

    Un saludo!
    Miguel (tarodsim)

    Escrito el 4 abril 2014 a las 20:03
  9. Hola.

    Forvetor, no puedo negar que mi estilo a veces se vuelve demasiado recargado. Supongo que en parte eso se debe a mis lecturas infantiles y no tan infantiles (Lovecraft y luego mucho autor del s. XIX). Me encanta lo gótico, lo que me imagino que ha influenciado en mi forma de escribir. Aunque a veces, de manera involuntaria, me salgan textos menos enrevesados, más ‘modernos’. Si este pertenece a estos últimos, y te ha gustado por ello, miel sobre hojuelas.

    Tarodsim, encantado de recibir tu comentario. Aciertas en lo que más ‘mostrar, menos contar’. Eso es lo malo de tener que pelear con tan pocas palabras para un cuento con inicio, nudo y desenlace, cuentos que mi caso (al estar ambientados en mundos de fantasía de propia cosecha) obligan a meter ademas al lector ‘en circunstancia’. Si se me permitiera duplicar la extensión ya podría cuidar más la forma como para hacerlos más visuales. Pero 750 palabras no dan para más.

    Como habrás visto de unos meses acá el blog está apenas vivo, sólo con los ‘Acerca de’ y los ‘Comentarios’. ¿Por qué? Pues porque la versión larga de ‘Fuerza de mascarón’ me ocupa casi al 100%. Y en esa si que no tengo problemas de extensión para ‘mostrar’; más bien al contrario: las 750 palabras iniciales ya superan las 30.000, y lo que todavía queda.

    Un saludo.

    Escrito el 7 abril 2014 a las 14:53

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