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La magia del amor - por Patricia Carrasco A.

El autor/a de este texto es menor de edad

Suelo venir todos los fines de semana al parque que esta a unas calles de mi casa y sentarme en el mismo lugar en donde se hacia mi esposa buscando inspiración para escribir sus infantiles cuentos. Si, ella era una bella mujer, eso es lo que dice mi mente. A veces me cuesta recordar su rostro, y eso me asusta.
—Si le hubiese pedido perdón…
De mi bolsillo saqué un rollo de periodicos ¿La razón? Mi esposa publicaba sus cuentos y todos los guardaba orgullosa de sí misma, pero yo jamás valore sus relatos ni preste atención a los momentos en los que me hablaba de ellos.
Mientras aquella oleada de sentimientos se avecinaba una de las hojas del periódico salio volando, me iba a levantar de mi asiento a buscarlo pero vi a una joven tomarse con el y recogerlo.
Su cabello castaño, sus mejillas rojas por el frío de la mañana, sus largas pestañas y sus pequeños ojos miel se me hicieron familiares pero no sabia de donde.
La joven ojeo un poco el periódico y pareció hallar algo interesante, tal vez el cuento y sonreí.
Si Odis viera la sonrisa que se formó en el rostro de esa chica al leer su cuento seguro hubiera reído, luego me hubiera dado un abrazo.
Al terminar el cuento ella se acerco a mi.
—Ya los periódicos no publican cuentos tan hermosos— comentó ella mientras me devolvía el papel—¿puedo preguntar porque guarda un periódico tan viejo?
—Tal vez mi respuesta le parezca tonta, señorita— sonreí.
—No lo creo.
—Por amor, joven, por amor.
Una expresión de ternura marcó su rostro y me hizo sentir alegre. Odis era quien me dedicaba esas miradas todos los días aunque las pasara por alto.
—¿Usted escribió el cuento?
Baje la mirada, sin querer hice una mueca de tristeza, y ella se percató. Iba a disculparse, pero le conteste:
—No, lo hizo mi fallecida esposa, hace diez años. Escribía cuentos hermosos, casi poéticos, tan perfectos que parecían magia, o así lo veía al principio; luego, con el tiempo, le deje de tomar importancia y llegue a pensar que la magia había desaparecido, pero no. Yo había sido quien los olvido, quien se hizo ciego ante la belleza que ella solía escribir. Pudo haber llegado mas lejos… Pero no le di el apoyo que necesitaba.
Ella se sentó a mi lado en la banca, conmovida, pero sonrió animándome.
—Desde donde ella este puede que lo esté cuidando—hablo ella—. Trate de pensar en ella como la persona que amo y con la que fue feliz. Si se la pasa lamentándose… Vivirá una pesadilla.
—No se si comprendas, ya que eres joven. Pero yo, quien he vivido mucho… Lamento y lloro, pero no me queda más que la resignación, no puedo cambiar las cosas. Escúchame, por favor— levante la cabeza y la mire a los ojos—, no dejes que lo monótono de las cosas acaben con la magia, esta se suele ocultar en las pequeñas cosas que no se pueden ver. El amor es parte de esa magia que desaparece si no se cuida…
—¿Puedo preguntar otra cosa?
—Claro, a este viejo le gusta hablar.
—Si pudiera hablarle a su esposa, ¿que le diría?
—Creo que sería más importante las cosas que haría. Darle los besos, los abrazos y las sonrisas que no le di— miraba los periódicos viejos con los cuentos de ella— pero le pediría perdón, de rodillas, rogando su amor otra vez.
—Son cuentos hermosos, pero no se amarre a un papel— se levantó de la banca—, sonría como si ella aun estuviera aquí. La magia del amor nunca desaparece— sonrió muy dulcemente y siguió por los caminos del parque.
Pensé en lo que dijo, y poco a poco sentía que sabía de donde se me hacia familiar.
Baje la mirada hacia los viejos cuentos y uno de ellos, diferente al que la joven había leído, tenia escrito: “La magia del amor nunca desaparece”
—Odis…— susurre y levanté la mirada hacia la joven, ella ya estaba lejos, pero sonreí al reconocer a mi esposa de joven.
¿Un espíritu? No se, pero me alegra haberla visto.
Ella volteo como si supiera que acababa de reconocerla, y me dedicó una de esas miradas dulces, llenas de amor como cada día. Una mirada más cálida que los primeros rayos de sol, y más hermosa que la luna al brillar en el cielo nocturno.
Y luego desapareció.

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2 comentarios

  1. 1. Aurora Losa dice:

    Primero te diré que tengas cuidado con las tildes (faltan algunas). Y ahora lo que me ha gustado: la idea tan bonita en sí misma, ¿predecible? puede, pero no por ello menos hermosa o diferente. Te quiero felicitar especialmente por el diálogo, totalmente creíble, refuerza la belleza del cuento. Me encanta la frase “a este viejo le gusta hablar”, tan llena de ternura y tan terrible al mismo tiempo, denotando la tristeza y la soledad.
    Sigue así, aquí hay madera.
    Enhorabuena

    Escrito el 1 abril 2014 a las 11:38
  2. 2. Marier dice:

    Patricia,
    En tu relato leí emociones siempre presentes en todos los humanos y eso lo hizo atractivo para mi
    El tema que escogiste es muy interesante, y el lenguaje simple lo hace de fácil lectura.
    Presta atención a las atildes y sigue esforzándote!
    Slds,

    Escrito el 10 abril 2014 a las 22:18

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