Noticias frescas - por marisacunyatmafe

Su semblante muestra inquietud pero en su fuero interno, una amarga satisfacción le atenaza el estómago mientras se dirige a la rampa de acceso al cauce, junto al antiguo puente de piedra. Pisa el suelo con orgullo y admira la frondosidad de las variadas especies que se han ido arraigando en la tierra. Los humildes pinos de las celebraciones del "Día del Árbol", en los tiempos de ilusiones colectivas, conviven con los exóticos ejemplares situados en espacios de diseño vanguardista, entre arriates, senderos, columnarios, edificios emblemáticos, fuentes y estatuas.
A menudo, Julio recuerda con su amigo Miguel, aquel grito coreado por multitudes: "El río es nuestro y lo queremos verde," mientras ambos recorren con paso rápido su tramo favorito del parque. Se recrean la vista con los álamos plateados, los palos rosa, los fresnos y las jacarandas. Se felicitan del éxito del plan hidráulico que desvió el agua kilómetros arriba, para evitar el peligro de inundaciones como la sufrida en 1957, la peor desde épocas musulmanas. La solución técnica, complicada, les había unido profesionalmente en los ochenta, cuando ambos se abrían paso en una empresa de ingeniería. Y el momento de relax en el lecho del río remodelado era el sello de su amistad. Andrés, el tercero en discordia, el abogado que les asesoró en momentos claves del proyecto y que se coló de rondón en sus vidas, desde que ostentaba un alto cargo político, tras varias piruetas transfuguistas, ya no acudía a la cita. Triunfador, alardeando de carrera, de familia y de clase ya no hablaba en sus, cada vez más esporádicos encuentros, de los muy comprometidos momentos de lucha contra la dictadura ni de su militancia en grupos radicales antifascistas. Había sido detenido junto a otros estudiantes y el Juzgado de Orden Público le acusó de propaganda clandestina ya que se le habían ocupado ejemplares de la revista Rojo. Fue su pericia en temas legislativos la clave en la cesión del espacio a la ciudad, en el atinado vuelco que descartó la creación de una red de carreteras y alumbró el primer diseño de la empresa, un ambicioso jardín urbano.
-Así de certero estuvo, también, el muy astuto, con nuestros sentimientos, creando malentendidos entre Beatriz y yo, y sin dejar ni huella, el muy cabrón- farfulla Julio.
Miguel siempre se lo recuerda:
-Vaya guasa, cuarenta años con ella en la cabeza, has superado a Dante.
Enfila la pasarela que cruza un macizo de plantas mediterráneas y atisba el perfil de su amigo, ya instalado en una mesita del bar, junto al pretil. Luce un sol otoñal que ilumina de ocre las hojas de los castaños de Indias. Entrevé, desde lejos, sobre el mármol, un periódico doblado. Apresura el paso y sin mediar palabra, se acomoda a su lado. Buscan, en el diario atrasado, la página marcada con un rotulador fluorescente.
Ojean aquella noticia con avidez. Buscan datos, explicaciones, detalles. Tras meses de investigación practicada por la Policía, la Fiscalía Anticorrupción había ordenado los registros y la detención del abogado, presunto culpable de falsedad documental y de malversación de fondos.
La foto de portada ofrecía un plano medio de Andrés entrando en un coche oscuro. Una sonrisa hierática dejaba traslucir al exhibicionista de principios éticos y fortaleza moral que había sabido cobijarse al abrigo de sombras protectoras, desplazándose por el espectro político, haciendo suyo el color mayoritario.

Julio rememora, la arrebolada mirada de Beatriz, presa en el verbo fácil de Andrés que destilaba erudición. Y la mordaz perspicacia de Miguel:
– No tienes nada que hacer, el padre de Beatriz es un mandamás en la Audiencia. Se está abriendo la puerta, el abogado.
Los dos amigos caminan un buen trecho del parque rastreando indicios en el pasado. Han devorado, desmenuzado y están digiriendo la noticia. A la altura del Palacio de la Música se detienen para observar los brillos saltarines del sol en los surtidores del gran estanque que se desplazan como un eco de las ramas de las palmeras.
Perciben el paso de Cronos en el entorno metamorfoseado y se complacen, en su despedida, de que todavía no haya hecho en ellos demasiados estragos.
-Salud, camarada.
-Y libertad. Que no nos falten.
En este momento, al Director General de una Consejería de la otrora próspera y ahora decadente Comunidad, le están abriendo de par en par las puertas de la prisión, tras una jalonada carrera de éxitos. Todo su oropel yace descuartizado en el frío mármol del mostrador del recinto penitenciario.