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Extirpar otra mamá - por Luz Espain

Bajo este sol amable casi puedo olvidar esa sensación de tener atenazado el estómago. Años esperé llegar a este momento, a esta plaza, a este banco.
Las flores del cantero me producen lo que todas: una tristeza indómita. Me hacen pensar en las flores que nunca pude llevarles a mis padres.
Años, años esperando desde que la encontraron, desde que confirmaron que tenía que ser ella.
Ella, ahí incrustada como una perla en un balde de plástico.
Y sin embargo, ella todavía elige ignorar, tal vez para no hacerse heredera de un dolor casi vergonzoso.
Para mí no existió esa opción. Porque yo vi todo. Vi cuando vinieron a buscarlos rompiendo todo cuando apenas era la madrugada.
Vi lo que muchos bebés no pueden recordar que vieron, pero vieron: los pasos apurados, los gritos de mi mamá implorando que le permitieran dejar la beba con los vecinos.
Los vecinos… quién sabe si imaginaban que eso iba a ocurrir de un momento a otro. “Esos militantes que no cuidan de sus hijos”.
Todo el día estuve en la comisaría, pero antes, en el patrullero, y desde ahí vi cómo lo bajaron al Negro cuando “trataba de escapar”. Vi la sangre en la vereda, sí. Pero no dije nada. No hablé hasta que vino el Flaco Aguirre y me sacó de allí.
Entonces, ya en la unidad básica a donde había acompañado a mi mamá tantas veces, pude escuchar a medias. Trataban de que no escuchara, evidentemente. Pero qué importaba, yo había visto todo.
“La chiquita ya no estaba cuando los vecinos se animaron a ir a ver”. “Nadie sabe nada”. “En la comisaría dijeron que habían encontrado al nene por ahí”. “Claro, es demasiado grande, ¿a quién se lo van a dar?”. Y así.
Entonces, una señora rubia como un ángel regordete me preguntó si quería ir a vivir con ella. Y yo, porque me gustaba su mirada y su voz, y sobre todo porque no sabía qué hacer si no, le dije que sí. Y yo fui, a partir de ahí, algo como su hijo, y ella fue, a partir de ahí, algo como una mamá, porque a la otra, nadie la vio más.
La familia de mi mamá, la verdadera, no quería saber nada conmigo. “No la perdonaban”, repetía yo sin saber bien qué es lo que no le perdonaban.
Ahora pienso que tal vez tenían miedo y así más tarde, cuando aflojó un poco la dictadura, conocí a mi abuela. Y mucho más tarde, ya en democracia, la convencí de que nos ayudara a buscar a esa chiquitita que ya no estaba cuando los vecinos se animaron a ir a ver.
“Mi hermana” venía a ser. Sonaba como a palabra arcana, a resto de un mundo ahora considerado mitológico por algunos. También yo, alguna vez, quise pensar que todo había sido una pesadilla. Pero no pude. La explosión del arma que bajó al Negro, desde el mismo patrullero donde yo estaba, todavía me hace doler los oídos en los insomnios de madrugada.
Y ahora espero, espero con un diario que compré ayer en la terminal de Retiro para entretenerme, sin que en realidad las letras de molde logren significar algo.
Y no sé qué espero. No sé por qué me parece que esta vez ella va a querer saber. Que me va a mirar y va a decirme: “Vos sos mi hermano, ahora lo sé. Y quienes me criaron, la señora que me dio los remedios, me acompañó al colegio, me cosió las muñecas y las medias, me hizo un millón trescientas mil trenzas a lo largo de estos años, cuatrocientos cincuenta y ocho mil buñuelos de manzana y catorce tortas de cumpleaños, esa señora es mi apropiadora, me robó, ya no la quiero”.
Me río de nervios pensando en lo ridículas que son mis esperanzas y en lo ridículo que es que esta vez me toque a mí extirparla de una mamá.
El diario, más arrugado no puede estar.
Y ya empiezan a salir los chicos del colegio, y me paro, y me acerco, y arrugo más el diario, y la veo, y le hablo. Y le digo: “mirá, esa mamá que creés que es, no es. Yo en cambio tuve una mamá que sé que no es, y por eso mismo sí es un poco mi mamá”.
No, no le hablo. Al pasar a mi lado, casi me parece que levanta los ojos para mirarme. La dejo ir. Es tan parecida a mi mamá.

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3 comentarios

  1. 1. tyess dice:

    Digo “leído” para dejar constancia de que vine a conmoverme con ese texto, pero no diré que el tiene razón en lo que no le dijo, ni que sería horrible que le quitaran todo de nuevo a “esa chiquita”. Las palabras sobran y, a veces, nada que pueda decirse es cierto.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 18:10
  2. 2. José Torma dice:

    El tema de la dictadura, sea Argentina, Chilena o Española, presenta siempre un sentimiento de impotencia ante situaciones que estan mas alla de tu control. tu relato es muy triste y melancolico y me deja un poco frustrado la negativa que tiene de acercarse a su hermana.

    Buen trabajo, me gusto y me dejo varias sensaciones que tengo que analizar.

    Saludos y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 19:13
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Lo más admirable de tu relato, desde mi punto de vista, es el reto que supone dar voz a esas voces y aún así hacer con esta maestría. Sn retos difíciles, hirientes, y el proceso suele ser doloroso, salir de una pieza de ellos ya es un logro, pero si sales y logras transmitirlo todo, eso ya es otra cosa. Te doy mi más sincera enhorabuena por haberte atrevido con esta historia, tan cruel y verídica, y por haber logrado hacerla tan bien, tan bonita, tan aparentemente sencilla pero con su verdad compleja ahí, visible.
    Lo digo muchas veces, llegando al final nos esperan grandes textos, ten por seguro que el tuyo es uno de ellos.

    Escrito el 8 abril 2014 a las 10:24

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