Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La irrealidad del tiempo - por Nana Muriana

Pero ¿Quién había dejado un periódico tirado a sus pies? Amanecía y ella no se había dado cuenta. Seguía hablándome como si el día, con todos sus signos diurnos de caos y miradas, no hubiese entrado en sus finos ojos. Los árboles cubrían todo aquello que no queríamos ver: recogedores de basura, niños con mochilas y bocadillos, coches, cafeterías abriendo sus pesadas rejas… ruido, ruido y luz creciente. Ella reía y hablaba bajo, como en secreto, cuidadosa de no despertar al día que ya la había descubierto. Agarró el periódico enrollado y señaló las estrellas ya desaparecidas. Me estaba contando no sé qué anécdota astrológica. Se quedó inmóvil, con el brazo alzado, mirando al cielo. Entonces comprendió. Comprendió cuán sumida estaba en ella, en nosotros, y cómo el tiempo no se detenía para darnos una tregua. Pero ¿De dónde había salido ese periódico amarillento? No estaba cuando llegamos. Nadie había pasado por allí. En un gesto delicado tomé su brazo y sonreí a sus atónitos ojos, quitándole el periódico. Ella ya no hablaba ¿De qué iba a hablar? El día no es buen compañero de las conversaciones despreocupadas. Apoyó su cabeza en mis muslos.

– ¿De dónde lo sacaste? – preguntó
– No sé – dije riéndome – apareció sin previo aviso
– Entonces es un ser inteligente, ha venido a ser leído, sabe cómo te gustan las noticias. Lee. En voz alta por favor.

Leí el titular de la portada.

– “Una hora y cuarenta y ocho minutos de la vida de un hombre que es el primero en cumplir un vuelo espacial”
– ¿El primero? ¿Cómo va a ser el primero? – dijo retorciéndose de la risa.
– Que extraño, pone “hoy miércoles 12 de abril…” ¿Hoy es jueves 13 verdad?
– Si
– Pues fue ayer – estaba empezando a notar la pesadez del alcohol sobre mis párpados.

Elena me arrebató el periódico de las manos y se incorporó dándome la espalda.

– Es de 1961 – dijo poniéndome la portada a escasos centímetros de la cara – ¿No lo ves? Hace justo 53 años que el primer hombre voló al espacio.
– Nunca dejarás de asombrarme con lo rápido que haces las cuentas – respondí tratando de aportar realismo a una escena un tanto estrambótica.
– No, no es sólo eso. Hace 53 años fue miércoles, igual que ayer, con el mismo número y el mismo mes, y nosotros nos encontramos este periódico amarillento con este hombre ¿Cómo se llama?
– Gagarin
– Eso, Gagarin, ¡voló al espacio! Y lo anunciaban como la gran noticia que es, un hito histórico.
– Solo 53 años y ya están planeando hacer turismo espacial ¿Dónde no llegarán los turistas?
– Lo más increíble es que era miércoles 12 de abril, como ayer. Y el periódico es del jueves 13 de abril, como hoy. Hace 53 años, justo a estas horas, la gente leía esta noticia que estamos nosotros leyendo, en este mismo diario que tenemos en las manos.

Elena adoptó su pose abandonada sobre mi muslo izquierdo. Miraba la cara de Gagarin. Se perdía en ella. Sus brazos flaquearon y el periódico se fue acercando a su cara, lentamente, hasta que la cubrió por completo. Lo aparté cuidadoso, sin despertarla. La pasión que reflejaba hacía unos minutos había desaparecido de su rostro. Había algo inquietante en esta coincidencia.

– Elena ¿Estás segura de que hoy es jueves 13?
– Si – dijo con los ojos aún cerrados.
– ¿Y porqué nos está pasando esto? ¿Qué significa?

Sonrió sin abrir los ojos

– Quizá alguien ha dejado el periódico en el suelo para ver nuestra reacción. Ahora estará escondido en un árbol, observándonos.

Miré los árboles. Era posible. Me estremecí. Cuando volví a mirarla ella se reía de mi reacción.

– Sabía que mirarías – me dijo con dulzura – Vámonos a casa, tengo sueño. Déjale el periódico al observador escondido, así lo recuperará y continuará esta saga de coincidencias.

Caminamos agarrados de la mano, sobre el césped húmedo del rocío. De vez en cuando me volvía para descubrir al observador escondido recuperando su trofeo provocador. No vi a nadie. Andábamos lentamente para retrasar la entrada de nuestras caras nocturnas en la ruidosa ciudad. De golpe ella se detuvo, pétrea, me miró con espanto.

– ¿Qué sucede?
– Nada, es demasiado horrible, que tonta he sido

Siguió andando, rápida ahora.

– ¡Elena! ¡Espera! ¿Que te pasa?

Se volvió con pesar, temiendo confesarme el fin de una ilusión.

– Es marzo. No estamos en abril, estamos en marzo.

Se alejó con cuerpo pesado, triste, sabiendo que nada podíamos hacer contra el tiempo. Ese tiempo irreal, endeble y tirano, que uno nunca acaba de comprender.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.