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Misterio en el parque - por Yolanda Tovar

Aquella tarde, a Nick le extrañó lo desierto que estaba el parque, aunque no le importaba demasiado. Su única preocupación eran los juncos del estanque que estaban bajo su lupa. Y es que, a sus trece años, era un apasionado de la botánica. Incluso llevaba un amplio registro de la mayoría de especies vegetales en un bloc que cuidaba como si fuera un tesoro. Y apunto estuvo de tirar su preciado bloc al agua cuando el grito familiar de un niño lo sacó de golpe de su mundo.
Con cara de fastidio, Nick se giró y vio a Alex, su hermano pequeño. Creía que esta vez no le había seguido. Era evidente que se había equivocado.
─Ya te has vuelto a escapar de casa, ¿verdad?
Alex sonrió con cara maliciosa:
─Esta vez no. He venido con el abuelo. ─Le sacó la lengua y echó a correr. Nick sonrió y pensó que debía ser toda una aventura para un niño de nueve años ser el ayudante del jardinero del parque.
Incapaz de concentrarse de nuevo, decidió volver a casa. Pero, mientras caminaba, algo llamó su atención: un plástico sobresalía de uno de los setos que flanqueaban el camino. Nick frunció el ceño, molesto. No soportaba que la gente tirara envoltorios de comida en cualquier sitio. Resignado, apartó con cuidado las ramas, pero lo que encontró fue del todo inesperado: no era basura, sino una bolsa transparente cuyo contenido eran unos papeles enrollados. Aquello no parecía obra de la casualidad. Quizás alguien la había colocado allí a propósito.
Embargado por la emoción del descubrimiento comenzó a abrir la bolsa, pero se detuvo. Él no era el destinatario de aquellos papeles, no eran asunto suyo. Pero, como siempre, sus ansias de saber ganaron la batalla emocional. Así que extrajo los papeles. Y lo que descubrió fue un periódico de 1983. “¿A quién le interesaría un periódico tan antiguo?”, pensó Nick. Quiso empezar a hojearlo pero oyó unas voces detrás del seto.
─Llegas tarde. Ya deberíamos haber empezado.
─Lo sé. Ya sabes que a Mary no le gusta quedarse sola en casa.
Qué curioso, parecía la voz de su abuelo y hablaba con otro chico.
─Bueno, no te preocupes ─dijo su abuelo. Comprueba que el periódico siga en su sitio y vuelve. Te esperamos dentro.
Nick se sobresaltó. ¿Hablaban del mismo periódico que él tenía en las manos? Si era así, no le quedaba mucho tiempo. Se apresuró a dejarlo todo como lo había encontrado y, después, volvió al estanque como si nada hubiera pasado.
Estaba confuso. No sabía qué se traían entre manos su abuelo y aquel chico, ni dónde estaba su hermano, pero tenía que averiguarlo. Esperó a que el chico misterioso apareciera y lo siguió, escondiéndose entre los arbustos. Finalmente, llegaron al cobertizo del jardinero, donde debía estar su abuelo, y el joven entró. Asegurándose de que nadie le viera, se aproximó por un lateral y pegó el oído a las finas paredes. Nada, ni un sonido. Entonces, armándose de valor, y con mucha cautela, él también entró. Nadie.
Al echar un vistazo al lugar se percató de que en el suelo había una trampilla. Debía tratarse de unos de esos bunkers de los que le había hablado tanto su abuelo y que fueron construidos durante la guerra. La abrió y vio una pequeña escalera. Un escalofrío le recorrió la espalda. Nunca antes había estado allí, y no sabía qué le esperaba allí abajo, pero siguió adelante.
Contrario a lo que esperaba, se encontró en un pasillo hecho de piedra, muy bien iluminado y decorado con globos de todos los colores. También había una puerta entreabierta que dejaba escapar un poco de luz y el sonido de unas voces infantiles ¿Estaría allí su hermano? Pensar en él hizo que se olvidara del miedo y se dirigiera rápidamente hacia la puerta. A punto estaba de abrirla, cuando vio un papel enorme que colgaba de la pared. En él se leía: “Gran Gincana Senior. Niños, poned a prueba a vuestros abuelos con pistas súper difíciles. Sólo habrá premio para aquellos que encuentren todos los objetos escondidos en el parque. ¡Buena suerte a todos! Nos vemos los viernes y sábados a las 17 horas.”
“Menuda decepción”, pensó Nick. De repente oyó a su hermano que decía:
─Ojalá mi hermano viniera a jugar. A él se le ocurrirían un montón de escondites geniales. Conoce bien el parque.
Con una sonrisa, Nick, abrió la puerta hacia otra aventura.

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4 comentarios

  1. 1. tyess dice:

    ¡Ah! Todo lo que me pasó por la mente con tanto misterio, es evidencia de que últimamente sólo leo historias para espantarse jajaja.

    Me encanta cuando las generaciónes se unen para pasar un rato alegre, así que todo el conjunto me gustó, y también el pasatiempo de Nick.

    Escrito el 29 marzo 2014 a las 03:52
  2. 2. Camilo dice:

    Hola, Yolanda:

    Aunque leí varias veces tu texto cuando me tocó comentarlo, no he podido evitar hacerlo de nuevo. Como ya te dije en mi crítica, es imposible no quedarse con ese sentimiento de «decepción» que siente Nick, pero no por la calidad del relato, que me parece muy buena, sino por la sensación de que has jugado con nosotros, los lectores, hasta la última palabra. Y eso es muy difícil 🙂

    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 29 marzo 2014 a las 17:53
  3. 3. yolanda dice:

    Gracias tyess. Me alegra que te haya gustado.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 14:48
  4. 4. yolanda tovar dice:

    Muchas gracias por tus comentarios, Camilo. Me gusta saber que, aunque imperfecto, el texto consiguió su cometido.

    Escrito el 31 marzo 2014 a las 14:56

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