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Un "te quiero" por decir - por Momo Atesma Lign

Web: http://www.lavidaderoser.wordpress,com

A lo lejos aparece Clara corriendo, como cada día a las ocho de la tarde. Se para en el banco de siempre situado en la zona más cercana a la puerta del parque para estirar. Primero ralentiza el paso de la carrera y luego procede a mover sus largos brazos haciendo giros. Su torso se contonea para estirar los músculos de su fina cintura. Apoya su pie izquierdo en el banco dejando la larga pierna bien estirada haciéndole esperar sus manos que van a la caza de la zapatilla. Luego repite el mismo movimiento con la otra pierna. Realiza los movimientos con una coreografía milimetrada y hartamente ensayada.

El viento sopla ligeramente en el parque, esto alivia el día tan caluroso. Pese a ser tan tarde el calor aún es asfixiante y la brisa se agradece aunque ésta haga remover todos los papeles que la gente no tira a la papelera por pereza. Como todos los días hace su pequeña colaboración a la comunidad y recoge unos cuantos papeles que están tirados en el suelo y los vierte a la papelera. Qué desastre. Bolsas de pipas, de patatas fritas, pañuelos, incluso algún periódico Recoge todo lo que está cerca de su banco.

Por curiosidad le echa un vistazo al periódico. Hoy ha tenido tanto lío en el trabajo que no ha tenido tiempo de mirar nada. Empieza a ojear los titulares cuando de repente se queda paralizada. Los ojos se le abren como platos y el corazón se le paraliza por un segundo. Siente mucho frio y las piernas empiezan a fallarle. Busca con la mano el reposabrazos del banco y se sienta sin soltar una de las hojas del periódico mientras las demás salen volando.

“No puede ser”. Ese es su primer y único pensamiento. “No puede ser, no puede ser, ¡no puede ser!” Toda su vida se le cruza por la mente. Aún tiene muchos te quiero y te echo de menos acumulados por decir. No puede ser que haya sucedido. Siente un impulso por salir corriendo pero las piernas aún no le responden. Dos lágrimas se deslizan por su aún más pálida cara después de conocer la amarga y triste noticia.

Clara coge el teléfono móvil y hace una sola llamada.

– ¿Papá?… Acabo de leer una noticia en el periódico que no te lo vas a creer. – se para a coger un poco de aire e intenta calmar el nerviosismo – Me he dado cuenta de que hace mucho que no te he dicho que te quiero, que eres y has sido un maestro para mí, que te echo mucho de menos y tus consejos han sido muy importantes para realizarme como persona. – con voz temblorosa continúa – Te quiero, te quiero, te quiero mucho. Ahora me he dado cuenta que siempre tenía que haber hecho las cosas como tú creías que se debían hacer. Tenía que haber estado a tu lado en todas las situaciones. Tú sabes diferenciar el bien del mal sin tener en cuenta amistades ni familia. Eres la mejor persona que he conocido y siento mucho no habértelo dicho antes. Te quiero mucho y te echo mucho de menos. – terminó la llamada con su último ruego – Dame consejos al oído o en mis sueños para que logre ser la mitad de buena persona que tú has sido. Deja que tu alma esté un poco en mi interior… Te quiero.

Clara no pudo dejar grabado todo el mensaje para su padre, el pitido del contestador ya había sonado y la llamada se había colgado antes del primer te quiero. Un nudo en la garganta no le dejaba respirar, lo deshizo soltando un grito y rompiendo a llorar. En ese momento los pájaros se enmudecieron, el viento se paralizó. La esquela de su padre estaba plasmada en aquél periódico fechado de hace tres días. Ya era tarde para los te quiero, para velar, para todo.

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