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veinte años no es nada - por Osvaldo Mario Vela Saenz

VEINTE AÑOS, NO ES NADA
Largo camino cuesta arriba. La Sinuosa ruta, dividía por mitad el peralte de la ladera. El verdor de sus perímetros, resaltaba ante el color rojizo del encalichado sendero rumbo a la cúspide de la colina. Carlos Julián, de pie ante el nacimiento de aquella senda. Se concentraba en el majestuoso castillo en todo lo alto. Finca que llenaba de belleza, la campiña de la sierra de Maratines. Pegada a las playas del Golfo de México. Transporte Carretero lo Llevó hasta ahí. El motivo de su presencia; el testamento de su abuelo, Don Heberto Julián. Como nieto único, lo nombró uno de dos, herederos universales. Aquel palacio, sus bienes y las tierras que lo rodeaban le pertenecían a mitad. Según el notario debía de compartirlo con la ahijada de su abuelo, Isabel. Soltera y poseedora de recio carácter, según el contar del abogado. El castillo familiar lo construyó su abuelo. A él, nunca lo conoció. La boda de sus padres fue causa de rompimiento familiar. Carlos, creció en los barrios latinos de Houston, Texas. Le gustaba la buena vida, Nunca conservó un empleo por mucho tiempo. Así es que cuando la firma de abogados lo localizó. La respuesta afirmativa, no dilató. Se gastó los pocos ahorros que tenía en la compra de los boletos del viaje. Ya se veía vendiendo el castillo. Divagaba su mente, por la vida que se daría, con el usufructo de la venta. En cavilaciones de grandeza, la distancia se fue acortando. Veía a su paso, el finísimo ganado que pastaba. Las cercas de alambre de púas, parecían sacadas de una revista ganadera. Los caballos reflejaban con su estampa, poseer título nobiliario. Era un lugar de ensueño. La bonanza sin límite que lo rodeaba lo hizo dudar. ¿Y si todo esto que le pasaba fuera una broma, Que si se trataba de un juego televisivo?
Llegó frente al palacio. Era majestuoso. De cerca lucía su magnificencia. Sus cuidados jardines despedían olores que llenaban sus pulmones. Sus portones de madera abiertos de par en par le daban la bienvenida. Entro al patio con suficiencia. Al lado izquierdo de la entrada otro portón; El acceso a la Capilla. No dudo, entró solo para toparse con su destino. Ahí, hincada frente al altar, una dama con personalidad arrolladora sin siquiera haberla visto de frente. Sus ojos expertos en juzgar encantos femeninos, le comunicaron su diagnóstico. Estaba frente a la Julieta de Romeo o a la Cleopatra de Marco Antonio y Él, sólo se llamaba Carlos.
–¿Tú debes de ser Isabel?
La dama al oír su nombre se puso de pie y lo enfrentó.
–¿Y tú por lo irreverente debes de ser Carlos? Pudiste haber esperado que terminara de orar.
Trato de contestar con la misma fuerza de quien lo cuestionara, pero de pronto, no articuló palabra alguna. La imagen, que él mismo se impuso de la ahijada de su abuelo, no coincidía en absoluto con la mujer que tenía enfrente. La imaginaba Solterona, amargada y hasta mentalmente incapaz. En lugar de eso, veía un bello rostro lleno de juventud y unos ojos juguetones, que parecían reír de su asombro.
–Perdona, No me di cuenta de mi torpeza.
–No te preocupes, los abogados nos esperan para la lectura del testamento.
La pulcritud y la elegancia del mobiliario del Palacio parecían conjugar con la presencia de los magistrados que darían a conocer el legado. La Fortuna del abuelo en tierras, en dinero y en bienes: incalculable. Toda ella iría a parar a la beneficencia pública. Solo una clausula lo evitaría. Carlos reclamó a los jueces.
–Si esto es un juego, se acabó el Juego.
El juez de la toga y el birrete habló.
–No es un juego. Toda la fortuna de Don Heberto, se esfumará, sí Isabel y Carlos no contraen matrimonio. Y no solo eso, deben de permanecer casados por lo menos veinte años, antes de poder disponer de la mitad de los bienes. Sin cumplir ese tiempo, nadie es dueño de nada.
El abuelo se salió con la suya. Confiaba en los principios que le inculcó a su ahijada. Sabía que mantendría la Hacienda viva y productiva. Sí le hubiese permitido a ella escoger a su compañero se hubiese equivocado. Se guiaría por el amor y el amor es ciego. Optó, por escoger al calavera de su nieto para llenar su única debilidad. En esa unión, Carlos obtuvo su Isabel. Viendo las cosas positivamente, veinte años, no es nada.

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4 comentarios

  1. 1. José Torma dice:

    Que tal Osvaldo?

    Que cabron el abuelo eh? Tienes una prosa muy padre que creo seria en beneficio de texto, que revisaras la puntuacion y tal vez en vez de un punto y seguido utilizaras un punto y aparte. En lo tecnico eso es lo unico que me brinca. Por lo demas una historia muy al estilo de las novelas rosas, solo que sin el sexo jaja..

    Muy bueno, felicidades.

    Escrito el 29 abril 2014 a las 22:03
  2. 2. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    José, tu comentario me convierte en promotor de la vieja onda. para mi el escribir debe ser sencillo. un colega me dijo que escribo en blanco y negro. y creo que entre los dos describen mi tabajo. Gracias

    Escrito el 30 abril 2014 a las 02:32
  3. 3. forvetor dice:

    wenas Osvaldo,
    como dice José, a nivel técnico lo único que he encontrado es el asunto de la puntuación, en concreto alguna comas que añades antes de la conclusión de una frase (“…lo nombró uno de dos, herederos universales.” o ” A él, nunca lo conoció.”) que simplemente sobran, al hablar no hacemos esas pausas. lee el texto en voz alta y te darás cuenta. por otra parte lo marcado de los usos y palabras mejicanos le dan un brillo especial al texto, más aún hablando de tradición y acerbos populares.
    sin embargo mi principal problema con relato es que no tiene tensión. pasamos del planteamiento al desenlace sin desarrollo alguno. apenas estoy conociendo a los personajes y su situación cuando los casas y los emparejas para los próximos veinte años… deja un poco frío.
    espero no haberte ofendido con mis comentarios, sólo intento ayudar 😉
    un saludo, nos leemos!
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/
    pd. este mes mi relato quedó fuera del taller por que no cumplí una de la condiciones de la escena … dejar las cosas para el último momento es lo que tiene… si te apetece echarle un vistazo lo puedes encontrar en mi blog, se titula “Las piedras no”.

    Escrito el 9 mayo 2014 a las 14:03
  4. 4. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Forvetor, muchas gracuias por tus comentarios. Las sugerencias de los talleristas agregadas a tus consejos junto con los de José me han guiado a mejorar el texto. ya lo tengo en mi archive. Aunque rebase las setecientos cincuenta palabras me siento orgulloso de lo logrado. Gracias.

    Escrito el 11 mayo 2014 a las 14:56

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