Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El juego de Elena - por Marina Everdeen

El autor/a de este texto es menor de edad

Quién diría que Elena tenía 16 años, cuando tenía el cuerpo de una joven de 20. Su cabello rubio le caía hasta la cintura, brillante y sedoso. Llevaba puesto un ligero vestido anaranjado por encima de la rodilla, abundante colorete en las mejillas, y carmín.
Con su apariencia sensual pero inocente, salió de la habitación y se paseó por el castillo que era su hogar, moviendo las caderas mientras caminaba con aire de superioridad.
Al pasar por los aposentos de su padre, cerró la puerta con cerrojo.
– ¿Ya está aquí? – preguntó ella.
– En efecto. Está esperándome en el salón… – el monarca sonrió – Estas guapísima, no dudo en que todo saldrá como hemos acordado.
Elena no se sentía mal porque su padre usara su cuerpo y belleza para despistar a la gente de la que quería deshacerse, es más, estaba tan acostumbrada que formaba parte de su rutina semanal.
Antes de bajar las escaleras que llevaban a la sala de estar, se puso unos tacones altos y se miró por última vez en el espejo.

Cuando vio al hombre que la esperaba, de unos 25 años, barba incipiente y zapatos negros inmaculados, se quedó prendada. Nunca le había tocado tratar con alguien tan apuesto. Pero se recompuso a los dos segundos y lanzó sus armas de seducción.
– Así que usted es con quien mi padre tiene que hablar.
– Así es – respondió él sin inmutarse.
Pocos minutos después, ella se estaba riendo tanto que temía caerse del sillón.
– Perdone la tardanza. Es un hombre muy ocupado. Pero… sé dónde podríamos encontrarnos más cómodos mientras esperamos… – comentó Elena como si nada, con la voz aterciopelada, y echándose hacia la espalda el pelo, de forma que sus hombros y la delantera del vestido quedasen a la vista.
– No sería muy adecuado, señorita. – Respondió el joven, aunque se le notaba en los ojos que estaba aguantando la tentación que se le ofrecía a duras penas.
Sin embargo, Elena logró convencerle. Salieron del salón, y fueron a una habitación mucho más pequeña que estaba iluminada por una tenue luz. Ella se acercó tanto a él que a éste le costaba mantener una respiración regular.
– No creo que esté bien visto aprovecharse de una joven como usted… encima si es la princesa… podrían encarcelarme o matarme si se enteraran.
– No tiene por qué enterarse nadie… – susurró ella contra su cuello. Le besó lentamente, pero después con mucha pasión. Casi frenéticamente. Le sorprendía el efecto que le provocaba aquel desconocido. Pero le asombró aún más cuando él se apartó repentinamente.
– Ya tengo todo lo que buscaba – espetó mientras salía por la puerta apresuradamente.
– ¿Perdón…? – preguntó Elena confusa.
– Se lo has hecho a tantos hombres que era imposible no enterarse del por qué los hombres de negocios que venían a hablar con el rey de temas negativos acababan mal de una forma u otra. Pero a mí me avisaron. Me dijeron que intentarías engatusarme, y después, alguien nos "pillaría", y yo acabaría en la cárcel, o a lo mejor, mientras yo me vestía, tú hacías fotos de documentos que no deberían salir a la luz. Pero ahora tengo pruebas de que lo que falla aquí eres tú.
– ¿Y qué pruebas son esas? Si me acusas de algo, lo negaré.
– El viejo truco de la grabadora – respondió con una sonrisa de suficiencia en el rostro, al tiempo que sacaba un aparato pequeño que llevaba guardado en el bolsillo de la americana.
Elena se quedó sin habla, sentía que el mundo se le venía encima. ¿La castigarían a ella? ¿A su padre por sugerírselo por primera vez?
– Se acabó el juego, Elena.
La princesa calló de rodillas al suelo, y el joven salió del castillo con mirada triunfal, mientras escuchaba al viejo monarca maldecir.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. Gabontza dice:

    No entiendo por qué el rey utiliza así a su hija. Quiero decir que es muy duro y podría utilizar a alguna otra mujer para ese tipo de cosas. Creo que el relato mejoraría si pudieras darnos unas buenas razones para saber por qué el rey hacía esto y por qué su hija lo consentía.
    Por otra parte creo que “calló de rodillas” está mal escrito, debería ser “cayó de rodillas”. Callar y caerse.
    Espero haberte ayudado.

    Escrito el 2 mayo 2014 a las 13:46

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.