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El castillo de Luz - por KiriOtaku

Desde la copa de un árbol un pequeño príncipe observa el castillo con ojos relucientes ante la nueva aventura a la que se enfrenta. Es pequeño, pero valiente y su capa ondea al viento fundiéndose con el cielo. Con cuidado bajó del árbol y continuó el sendero hasta llegar a las puertas del castillo. Unas puertas enormes, de madera dorada y adornos de plata. Posó una mano encima de las bellas espirales plateadas que cubrían la puerta y está comenzó a vibrar. El Joven príncipe se alejó mientras que las puertas se doblaban sobre sí mismas en un baile frenético. Solo quedó un hueco, un pasillo estrecho con apenas luz. Entró, fuera del pasillo la luz lo inundaba todo. Una gruesa capa de polvo y pelusa tapaba el brillo que se adivinaba antaño señorial. Pasó por salas y salones, cocinas y cuadras, nadie habitaba el castillo, solo sombras que se movían incansables tras él.
Una ligera brisa y el olor rancio del tiempo llegaron hasta el Joven príncipe.
– Vos no deberíais estar aquí Joven príncipe.
Al girarse pudo observa una criatura extraña, grotesca en su forma, pero bella de un modo inexplicable. Otra voz se unió a la primera en un delicado coro.
– ¿Quereis jugar Joven príncipe? – las pequeñas hadas del polvo comenzaron a danzar a su alrededor envolviéndolo con sus mantos y mostrando sus cuerpos deformes. De sus cabellos caían las pelusas y en alguna ocasión algún pececillo de plata incauto, que fue engullido por estas voraces hadas al construir su cuerpo. En una danza alocada, llevada por el frenesí del juego el joven príncipe recorrió numerosos pasillos y estancias, corredores interminables y salones de fino cristal. Jugaron sin cesar, subieron a la torre más alta y bajaron a la mazmorra más profunda, cada rincón fue explorado, a excepción de una sala. Una sala de la que las ruidosas y juguetonas hadas del polvo huían como del agua, como si el mal mismo se encerrase en esa sala. Jugaron durante cientos, miles de años, fueron distintas personas mezcladas en una sola. Fueron bestias maravillosas y caballeros gallardos. Pero el Joven príncipe quería más. Las polvorientas hacían todo lo que él ordenaba, cualquier cosa y no importaba cuál. Estaban maravilladas ante la increíble persona que no huía de ellas ante su sórdido aspecto e incluso jugaba con ella a los juegos de múltiples mundos que conocían. Pero para el Joven príncipe, no era suficiente.
Observaba con curiosidad la sala evitada por la hadas, distraído por completo de los espectaculares juegos que le mostraban.
– ¿Por qué nunca os adentráis en esa sala?
– En esa sala no se nos permite entrar.
– ¿Por qué?
Las hadas se miraron consternadas, sus pequeños y brillantes ojos centellearon con miedo y emoción al mismo tiempo. Sin necesidad de respuesta el Joven príncipe se dirigió hacía la misteriosa sala. Cristales rotos eran la única decoración de la que gozaba la sala, unido al barro de color violáceo que se acumulaba en los rincones.
Al fondo, una joya, una joya jamás descrita en ningún libro. Una flor.
Una flor de color blanco purísimo, asentada sobre un tallo de preciosos colores verdes. Su aroma dulce y estival llenaba por completo el cuerpo del Joven príncipe.
Hipnotizado, completamente cegado por la belleza de la flor la cogió por el tallo y la arrancó.
Las hadas se escondieron detrás del Joven príncipe, esperando que algo terrible ocurriera. Nada ocurrió, y nada sigue ocurriendo. El tiempo se paró y solo un sonido se escuchó. Susurros, dentro de la cabeza del muchacho hacían desaparecer el mundo ante sus ojos. " No debiste hacer eso, ahora lo pagarás" "Se acabó el juego." "No podrás escapar."
El mundo desapareció, y todo se tornó negro. Nada quedaba del maravilloso palacio de luz, nada quedaban de sus queridas hadas del polvo. Una luz se coló por sus cansados párpados.
– Cariño, despierta, vas a llegar tarde al cole.
Todo un sueño, nada más que su imaginación, o quizás no.
Un niño de unos ocho años se levantó perezoso de la cama, frotando sus ojos con fuerza. Mientras, debajo de la cama, se podían adivinar dos sonrisas de dientes puntiagudos. Detrás de las sonrisas cuerpos amorfos se acomodaban para descansar sus largas melenas de pelusas y bichos.

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1 comentario

  1. 1. Chiripa dice:

    Hola KiriOtaku
    Tu cuento esta muy bien estructurado y narrado.
    Has escogido un tema fantástico y simpático que desarrollas muy bien, creando cierto suspenso que provoca leer.
    Me flipó el “o quizás no”, del final

    Te sugiero dar otra revisada para agregar una que otra tilde que se te ha pasado y una que otra coma, como por ejemplo en. “…solo sombras que se movían, incansables, tras él…”

    Me pareció que la palabra joven la usas como adjetivo, por lo que deberías escribirlo siempre con su inocial en minúscula.

    Enhorabuena KiriOtaku y feliz semana

    Escrito el 30 abril 2014 a las 01:22

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