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La musaraña frente al espejo - por Tarodsim

Voy andando junto al resto de pringados. El guía de la excursión nos repite cada cinco minutos que no nos despistemos, que es fácil perderse entre tanta belleza. Debe creer que este castillo es lo más impresionante que hayamos visto. Las caras de asombro a mi alrededor parecen darle la razón. Yo tengo cara de que me duelen las muelas del juicio. Debería haberlas sacado antes de venir de vacaciones.
Nos cuenta que el castillo Corvin perteneció al Reino de Hungría hasta 1541. Luego a Transilvania. Y después de casi cuatro siglos Transilvania se encontró sola. Acogió agradecida el ataque de los ejércitos rumanos, en la Primera Guerra.
Los techos góticos, de piedra labrada, son altísimos. Intuyo pasadizos. Siete torres de defensa, o de ataque, tabla policromada. El guía llega al momento de la charla que todos esperaban. Se vuelve susurrante cuando empieza a hablarnos de Vlad III de Valaquia, Drácula. Estuvo preso siete años en este castillo, dice. Todos lanzan exclamaciones. Están fascinados. Me aparto un poco en cuanto veo que el guía empieza una imitación de Béla Lugosi. Todos se ríen. El que incineró el cadáver disfrazado de vampiro del actor húngaro también debió reírse. Yo nunca me atreví a reírme de la locura.
En una esquina hay un piano oxidado. Le faltan dientes. Alguien debió pensar que Drácula le había mordido y le arrancaron los colmillos. El piano no-muerto se pudre con sus teclas rotas a martillazos. El plástico que debía protegerle está quemado.
El piano está castigado de cara a la pared. Como yo en clase cuando era tan pequeño que me atrevía a ser yo. “Al rincón”. Donde debería sentarse el pianista hay dos escalones. Surgen de la pared. El resto de la escalera fue engullida, emparedada. El piano espera su momento. Cuando el muro se disuelva escapará por esas escaleras invisibles. El dolor de muelas vuela libre hacia mi cabeza.
El murmullo del grupo viene a mí como un eco. Siguen pasándolo bien, parece, aunque el eco, como los recuerdos, suele distorsionar la realidad. Me desvío del corredor principal. Avanzo por un pasillo menguante que no me deja separar los brazos del cuerpo. Avanzo un poco más pensando que debería volver. Sólo un poco más.
“Se acabó el juego”, susurra una voz infantil a mi espalda. ¡Coño! Quiero darme la vuelta pero las paredes me lo impiden. Giro el cuello hacia atrás pero no es suficiente, no soy un búho y mucho menos una lechuza. Las lechuzas le roban los dientes al ratoncito Pérez. Las lechuzas se comen a las musarañas de dientes rojos. Las musarañas son murciélagos que no se atrevieron a ser vampiros.
No veo nada. “Vuelve con tus padres chaval”, le grito al crío. Debe haberme seguido el muy hijo de puta. Debería haber contratado la excursión con una de esas agencias que vetan a perros y niños. Sólo perros lazarillos, sólo niños ciegos y sordos, paralíticos. Pienso que me van a acusar de secuestro o pederastia. Tiemblo.
“Se acabó el juego”, murmura esta vez más cerca. ¡Joder! Pierdo el control. Lanzo una patada hacia atrás. Golpeo algo pegajoso que parece una nube o un algodón de azúcar. Corro. En cuanto empiezo a correr, el pasillo va volviendo a su tamaño natural, grande, más grande, inmenso. Creo que no me sigue nadie, pero aunque ahora puedo girar mi cabeza sin forma de búho ni de lechuza, prefiero no hacerlo. Al menos ya hace un rato que no me duelen las muelas del juicio. Parece casi que no las tuviera. Mi lengua inútil no las encuentra. El miedo es un anestésico cojonudo. Una punzada en las costillas me avisa de que no puedo correr para siempre. Un poco más. Sí, al fin algo de suerte. Veo una escalera. Devoro cada escalón, surfeo hasta el final de esa escalera silenciosa, mi gran ola de Kanagawa. Los dos últimos escalones me llevan de golpe contra el piano desdentado. Me doy una buena ostia en la cabeza. No entiendo nada. ¿Dónde está el muro que emparedaba esta escalera? Me levanto del suelo con cuidado. El piano es más alto que yo. Miro hacia arriba. En lo alto de las escaleras un hombre que se parece muchísimo a mí me mira como si me conociera. Empiezo a sangrar por la boca. Me toco los caninos. Están flojos. Sí que me di una buena ostia. Escupo sangre y algo más. Mis colmillos. Parecen de leche.
Soy una musaraña. Tengo otra oportunidad.

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7 comentarios

  1. 1. David Rubio dice:

    Hola Tarodsim,
    Es un relato que hay que leer dos veces para apreciarlo. Al principio hablas de Drácula y el lector piensa que será de vampiros para luego ser un juego de realidades superpuestas. Una apuesta difícil y arriesgada. Pero muy bien contada.

    Saludos

    Escrito el 28 abril 2014 a las 23:43
  2. Hola, fue agradable comentar tu texto. Recuerdo que sugerí muy poco para cambiar.
    Encuentro que es un relato original y de lectura rápida, una muy buena historia.
    Saludos.

    Escrito el 29 abril 2014 a las 17:01
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Maravilloso relato surrealista, has incidido tanto en el dolor de muelas que he llegado a pensar en algún momento que era un delirio por la anestesia y que se despertaría en el sillón del dentista o era una alucinación por la fiebre, pero eso del final no me lo esperaba. jajaja.
    Muy bueno, sí señor.
    Enhorabuena.

    Escrito el 2 mayo 2014 a las 10:41
  4. 4. Tarodsim dice:

    Hola David, Pato, Aurora, muchisimas gracias por los comentarios.
    Quedó un poco extraño el relato, pero hay que experimentar.

    En concreto aquí intenté trabajar la continuidad, que es un concepto muy reciente para mí y que no domino, por eso se nota tanto el dolor de muelas…
    Os pongo un enlace de un curso que pertenece a un máster que hacen en Sevilla. Lo bueno es que el blog es de acceso libre. Yo estoy intentando seguir las indicaciones. Como poco el descubrimiento de “El otro Miller” y en general de Tobias Wolff, me ha valido mucho la pena.
    Si leeis el “El otro Miller” vereis que he copiado vilmente el elemento conector:el dolor de muelas.En mi defensa tengo que decir que justo estos días me estoy peleando con una de mis muelas…;-)

    Saludos!

    http://cursoderelato.blogspot.com.es/2009/03/el-otro-miller-de-tobias-wolf.html

    Escrito el 2 mayo 2014 a las 16:15
  5. Recuerdo que resalté que te desmarcaste del concepto de vampirismo. Sólo lo sugeriste para despistar hábilmente al lector, y eso lo encontré original.
    Lo repito, muy buen texto.

    Escrito el 2 mayo 2014 a las 16:38
  6. 6. Vicente Pacheco Gallego dice:

    Hola Tardosin, en este relato has experimentando, como bien dices, y eso siempre es bueno para aprender y seguir avanzando. Hecho en falta algo, será ya por la costumbre, tu manera habitual de escribir los textos y ese humor tan característico tuyo. Eso si has logrado un texto muy bien relatado y que te mantiene en tensión, así que te felicito por ello.

    Enhorabuena y sigue adelante.

    Escrito el 6 mayo 2014 a las 10:04
  7. 7. Tarodsim dice:

    Hola Pato, gracias de nuevo, me alegro de que te gustara.

    Hola Vicente, muchas gracias por comentar. Sí, me fui un poco de mi estilo, a ver este mes si retomo la senda, porque hace falta humor más que nunca 😉

    Echadle un vistazo al blog del cursoderelato que está muy bien.

    Saludos!

    Escrito el 9 mayo 2014 a las 12:34

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