El psicópata - por jennifer

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El autor/a de este texto es menor de edad

Ángela y Eduardo son una pareja de enamorados de último curso. Desde hace muchos años tienen planeado irse de viaje juntos, solos. Y ése día al fin llegó.
Juntos, emprenden un viaje a Castilla la mancha. A los dos les gusta todo lo medieval, principalmente los castillos, y saben que ahí hay bastantes y muy bonitos.
El tercer día de viaje llegan a un solitario castillos, el cual aparenta que nadie lo ha visitado desde hace muchos años.
—Es increíble.— Dice el chico boquiabierto.
La chica tan sólo puede mover la cabeza diciendo que sí, se ha quedado realmente maravillada con el castillo.
Juntos, de la mano, entran en el castillo.
Se sorprenden al ver que está repleto de muebles, todos cubiertos de una espesa capa de polvo y de telarañas. En la segunda planta se encuentran con los dormitorios, todos amueblados.
Se recorren el castillo entero, con tranquilidad… con demasiada tranquilidad. Cuando se dan cuenta ya es noche cerrada, algo que les asusta un poco.
—¿Qué hacemos?— Pregunta Ángela.
—Podríamos quedarnos aquí. — Sugiere Eduardo.
—Supongo que será más seguro que caminar por el bosque en plena noche.
La pareja quitan un poco el polvo de la mesa del comedor y de las sillas y sacan unos bocadillos, que es su cena. Para poder verse las caras encienden unos candelabros antiguos y oxidados.
Mientras cenan, la chica oye de una el ruido de un mueble moviéndose.
—¿Has escuchado eso? — Le pregunta asustada a su novio.
—¿El qué?—Pregunta el chico dando un nuevo mordisco a su bocadillo de jamón.
—Nada.—Le contesta algo confusa.
La chica va a dar un nuevo mordisco a su bocadillo, pero se queda congelada a mitad de camino: acaba de ver un ojo en la pared.
Edu termina su bocadillo en tiempo récord. En cambio, Ángela no llega a comerse ni la mitad, el castillo le comienza a dar miedo, pero lo que más miedo le da, es no saber si lo que ve está sucediendo de verdad, o son imaginaciones suyas… Después de todo, tiene una imaginación hiperactiva, es lo que tiene ser escritora.
El chico se marcha al “baño” unos minutos más tarde, dejándola sola en el comedor. Al poco, la chica se sobresalta al escuchar un grito. Asustada, se acerca lentamente a la puerta y grita:
—¿Edu, estás bien?
Pero no recibe respuesta.
Lentamente, va al cuarto de baño, esperando que tan solo sea una broma de su novio. Abre la puerta con manos temblorosas. En puesto de a su novio, encuentra una mancha de sangre en una de las paredes…Sangre fresca.
Ángela no sabe qué pensar… ¿Qué está sucediendo? No le da tiempo a pensar, ni si quiera a girarse, porque alguien le pega un tremendo golpe en la cabeza, dejándola inconsciente en el suelo.
—Ángela, cariño, ¿estás bien?—Escucha que le pregunta Edu.
La chica abre los ojos y mira a su alrededor, con un tremendo dolor de cabeza. Parece que está en una especie de sótano.
—Sí, creo que sí…¿Qués está pasando, Edu?
—No lo sé…
El chico se calla al ver que vuelve a entrar un hombre menudo, con todo el rostro desfigurado, como si se lo hubiera quemado tiempo atrás.
En silencio, ven como el hombre deja una gran caja de madera en el suelo.
—Se acabó el juego.—Dice el extraño hombre con voz áspera y abriendo la caja.
Sale de la habitación con una sonrisa escalofriante.
—¿Qué ha querido decir?—Pregunta Ángela sollozando.
Edu no le contesta. Está observando como de la caja salen decenas de hurones… Y tiene el mal presentimiento de que están hambrientos.
Efectivamente, esos hurones están hambrientos. Se les acercan con tal rapidez, que en pocos minutos ya están encima de ellos.
Tanto uno como el otro gritan el dolor.
Edu ve como uno de ellos se le acerca demasiado a su yugular…y se teme lo peor.
—Te quiero Ángela…— Le da tiempo a decir.
—Yo también te quiero Edu.—Le dice ésta llorando a mares.

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El hombre vuelve a entrar a la media hora. Sonríe al ver que la pareja está muerta, toda cubierta de sangre. Los hurones han comido tanta carne de esos cuerpos, que en muchos miembros se ve el color blanquecino que tienen lo huesos.
Los hurones vuelven a la caja bajo su orden, mientras el coge el uno de los cuerpos.
Tenía razón… El juego ha terminado.