Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El caballero y la princesa - por David

Estaba al fondo del comedor, solo con la mirada perdida en un cuenco de estofado que sostenía entre las manos.
Rememoraba las batallas en las que había luchado, donde había ganado, también perdido, donde lo habían herido en muchas ocasiones, incluso alguna vez casi de muerte… cerro los ojos recordando el dolor y se llevo la mano a una profunda cicatriz del cuello. La gloría, la fama que vinieron con aquellas batallas, era una leyenda, un héroe, admirado y envidiado. Era…hace muchos años, ahora era un viejo que apenas podía sostener una espada. Él, como su gloria, se apagaba como una vela que había ardido demasiado.
Había guerra, pero él no lucharía más. El rey lo había retirado, para nombrarlo protector de su hija, la princesa, futura reina de algún futuro rey, aún una niña. Ese era su deber, protegerla en un castillo totalmente seguro, desde que había nacido, aunque de lo único que la protegía era de aburrirse, su única función parecía divertirla, siendo cómplice y, la mayoría de las veces, víctima de sus bromas, sintiéndose a veces como un bufón.
Estaba enfadado, por perder el tiempo cada día con aquella niña, cuando podría luchar, dar la vida y morir en batalla con honor, pero no, perdería los últimos años de su vida con aquella niña.
Un fuerte estruendo lo saco de su ensueño, un soldado había abierto las puertas y subido a una mesa gritaba:

— ¡¡Atacan el castillo!!, el rey junto la guardia real se están encargando, pero un pequeño grupo ha escapado y se dirige a la torre del rey, necesitamos toda la ayuda que sea posible, ¡¡Vamos!!

Maldita sea, sin guardia real, en la torre no había nadie, sólo la princesa. Tira el cuenco y echa a correr.
Ya no podía depender de sus piernas para llegar a tiempo, por suerte conocía un pasaje secreto que llevaba a la habitación de la princesa.
De repente tuvo miedo de perderla junto ese temor afloró otro sentimiento… aquella niña lo hacía reír, lo apreciaba sinceramente, no le importaba que fuera un viejo ya acabado, siempre lo recibía con una sonrisa, una sonrisa sincera que, por momentos, lo hacía sentir el hombre más importante del mundo. La quería, como si fuera su propia hija, la hija que nunca había podido tener.
A pesar del dolor de sus piernas corrió más rápido y atravesó el pasadizo que llevaba a la habitación. Empujó un panel, y allí estaba, tapada con las sabanas de su cama asustada, mientras alguien intentaba derribar la puerta.

— Viejo, ¿que pasa?, tengo miedo.
— No pasa nada, tranquila. Es sólo un juego.
— ¿Un juego?.
— Si, el del caballero que rescata a la princesa. Pero tu no te puedes mover, ¿vale?.
— Vale.
Y sonríe, él le devuelve la sonrisa sumándole una reverencia.

La puerta cede y tras ella aparecen diez hombres, demasiado jóvenes, demasiado fuertes, demasiado altos… demasiados.

Desenvaina la espada y el puñal se coloca entre ellos y la princesa de tal forma que sólo puedan atacarle de tres en tres. Ya no tiene velocidad, ni fuerza, pero si experiencia, los tres primeros se abalanzan hacia él. El del centro, el primero, salta hacia delante, él gira hacia la derecha lo esquiva y quedando a su espalda le clava el puñal en la nuca, uno menos, otro giro, corta el cuello al de su izquierda, oye un silbido, se agacha, esquiva una espada, gira cortando el tobillo al de su derecha y al caer lo remata, vienen los demás, va de uno a otro, le cortan, le clavan la espada varias veces, pero continua y uno a uno los va matando hasta que sólo queda uno, lo desarma levantándole el brazo lo justo para hundirle la espada en la axila, se acabó.

Siente una punzada en espalda un calor que lo ahoga y le llega a la boca, escupe sangre, mierda, aún quedaba otro, un trozo de espada le asoma por el pecho se gira con ella aún clavada, quedando cara a cara con el último de los asaltantes que le sonreía, sin darle tiempo a reaccionar coge la cabeza y la clava en la espada que le asoma. Se lo quita de encima, se saca la espada y escupe más sangre. Se acerca a la princesa, le pone la mano en la cara y le dice:

— Tranquila, se acabó el juego, ya estás a salvo.

Cierra los ojos y mientras su vida se va apagando, sonríe y se alegra de haber estado tan equivocado.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Borja González dice:

    Es un relato muy interesante la verdad. Me gustó mucho. Muy ágil, muy directo. Muy.
    considero que el inicio es la parte que más me gustó. Aunque el final también esta logrado.
    Un saludo.

    Escrito el 29 abril 2014 a las 11:37
  2. 2. Denise (ex Cibeles) dice:

    Yo comenté éste! Me gustó muchísimo, está muy bien hecho; lo que sí me llama la atención es que figura como +18 o_O

    Escrito el 29 abril 2014 a las 19:05
  3. 3. David dice:

    Muchas gracias por vuestros comentarios, es la primera vez que escribo algo y lo expongo a alguien más que no sea yo mismo. Me siento muy agradecido por las respuestas tan positivas, e incluso las tres criticas excelentes y detalladas que me llegaron al correo, que me han hecho dar cuenta de ciertos errores, de puntuación por encima de todo.

    Denise gracias por, de nuevo, por tus palabras aunque no lo creas significan mucho para un novel como yo 🙂

    P.D.: Lo de +18 lo puse por lo de la espada en la cabeza, jeje

    Escrito el 1 mayo 2014 a las 00:13

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.