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Niño geopolítico observando el nacimiento del nuevo hombre - por Galindaina

Web: http://www.twitter.com/galindaina

El autor/a de este texto es menor de edad

¿Te acuerdas de aquel día que fuimos al pueblo con papá? ¿Aquella tarde de finales de verano, en aquellas calles que ya no solemos pisar? No me extrañaría que no. Ya me lo dices, y es que yo siempre me he acordado de todo.
Las hojas empezaban a caer, insinuando que aquel ya no era nuestro lugar, que los días perderían el sol que íbamos a buscar en aquel paraíso, que debíamos volver a la ajetreada ciudad, que aquel ya no era lugar para nosotros.
Yo debía tener unos nueve años, y tú dos menos. Por aquel entonces aún veraneábamos en la casita al lado de la playa, en las afueras del pueblo, a lo alto de aquella cuesta que habíamos bajado corriendo una infinidad de veces. ¿Recuerdas la de tardes que nos habíamos colado en la casa de la vecina para bañarnos en su piscina?
No recuerdo qué fuimos a buscar al pueblo aquella tarde, y curiosamente ni dónde estaba mamá. Probablemente fuimos a comprar en los colmados de aquellas calles rocosas, blancas y empinadas.
Yo siempre he recordado el pueblo como un sitio alejado de la realidad, un sitio donde no había política, donde no se hablaba de fútbol, ni de problema que no incumbían, ni de nada que no pasara entre sus blancas y radiantes paredes. Ahora que lo veo con perspectiva, le doy más importancia que la que jamás le di.
Seguramente recuerdo esa tarde porque me rompió esa mirada azucarada que tenía de él. Estábamos paseando por el paseo marítimo, aquel que había al lado de la playa aquella tan grande, al lado del bar desde el que se veía el inmenso mar que se extendía delante nuestro. Tú y yo nos quedamos en el paseo jugando con piedras en un banco mientras papá fue a sacar dinero. ¿Pero dónde iba a sacar dinero aquí? ¿Por qué quería dinero si no estábamos en la ciudad, donde había que dar un papelito por todo cuanto queríamos hacer?
Nos cansamos de jugar en el paseo y fuimos hacia donde había ido papá. Había entrado en una especie de tienda, pero no era una tienda del todo. Era nueva, no la había visto nunca allí. Era una tienda vacía, una inmensa sala colocada al lado de la tiendas centenarias que se alzaban tímidas a su lado. Esa tienda, azul, con rostros sonriendo pegados en el vidrio que servía de pared dejando ver su interior, rompía toda la armonía. Esa tienda no debía estar allí.
Entramos las dos. Papá llevaba ya bastante rato delante de una máquina grande e imponente situada al final de esa gran sala. No entendíamos por qué era tan grande aquella tienda, si lo único que se usaba era aquella máquina de allí al fondo. Y en aquel lugar que nos transportaba a un tiempo y lugar extraño, decidimos ponernos a dibujar. Cogimos unos sobrecitos de encima de la máquina que estaba usando papá y nos pusimos a dibujar espatarradas en aquel enorme suelo, liso y frío, de ciudad.
Tú estabas dibujando un castillo, lo recuerdo, pero yo no sé que dibujaba, probablemente hubiera sido una casita con un jardín. Fue entonces cuando dijiste:
– Oye, Eva. ¿Sabes qué es el saldo restante?
– Emmm, bueno, creo que es el dinero que te queda por gastarte.
-Es que a papá solo le quedan cien euros. Eso es lo que tengo yo ahorrado. Es muy poco. – Entonces me miraste con una cara madura pero infantil e inocente a la vez – ¿Y si le decimos que no hace falta que nos de la paga?
Y fue en aquel mismo instante cuando me di cuenta. Tú ya no eras una niña, papá ya no era un héroe que nos iba a sacar de todo apuro, aquel pueblo ya no era un sitio alejado del ajetreo urbano y de logotipos que arrasaban con absolutamente todo, yo ya no era una niña, y nuestro mundo feliz ya no era intocable. Aquel día empezamos a vivir las maldades del mundo tristemente considerado real; crisis, dinero, más crisis, precios, rentas, palabras que no entendíamos, hipotecas, fin de mes, facturas, papá gritándole a mamá, papá tiene vacaciones muy largas, nos cambian de colegio, no podemos ir de colonias, no tenemos reyes, ya no vamos al pueblo, nos cortan la luz, nos cortan el agua, mamá parece triste, miradas compasivas, no podemos ir a casa, estamos en la calle. Supongo que fue aquel día cuando se nos acabó el juego.

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5 comentarios

  1. 1. Ana dice:

    Buenísimo. Me ha conmovido, de verdad. Solo después de leer el relato he visto que eres menor de edad y eso me ha terminado de impresionar. Haces uan reflexión muy adulta y muy amarga también. Descubrir que los padres no tienen la solución a todos los problemas y de que tu pequeño mundo no es indestructible es algo que nos llega a todos y lo expresas muy bien.

    Mi más sincera enhorabuena.

    Un saludo.

    Escrito el 28 abril 2014 a las 14:59
  2. 2. Denise (ex Cibeles) dice:

    Estoy de acuerdo con Ana, y agregaría que no sé cómo, pero me parece que estás desarrollando un estilo muy personal. Y creo que eso es una de las cosas más difíciles de lograr.

    Escrito el 28 abril 2014 a las 19:45
  3. 3. lunaclara dice:

    Hola:

    Lo de escribir desde el punto de vista de un niño es interesante. Ya he leído unos cuantos relatos escritos así en esta escena del taller.

    Lo haces muy bien. Tu forma de escribir es bastante profunda.

    Felicidades.

    Escrito el 29 abril 2014 a las 13:35
  4. 4. Aurora Losa dice:

    Ya está, me has convencido, soy fan.
    Me encanta el texto, cómo lo describes todo para llegar a un final tan demoledor y actual. Triste historia, bonito relato.
    Enhorabuena, máxime teniendo en cuenta tu edad, creo que ya te lo dije en el taller anterior pero te lo repito “Nunca dejes de escribir” y sigue mandando textos a Literautas para que podamos disfrutar de joyas como esta.

    Escrito el 2 mayo 2014 a las 09:15
  5. 5. Miranda dice:

    Muy buen relato, e impactante, contado además con mucha sensibilidad. Refleja perfectamente la situación de mucha gente en la actualidad.
    Espero y deseo que no te haya tocado vivirlo de verdad y sea solo un reflejo de tu capacidad de observación..
    Sigue escribiendo. Lo haces muy bien y tienes mucho camino por delante. Felicidades.
    Un abrazo.

    Escrito el 17 mayo 2014 a las 18:27

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