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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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CHILE, TOMATE,CEBOLLA O LA PRESIDENCIA MUNICIPAL - por Osvaldo Mario Vela Saenz

CHILE, TOMATE, CEBOLLA
O LA PRESIDENCIA MUNICIPAL

La edad: un niño. Los hechos: no comprensibles en esa etapa de la vida. Los resultados: toda una existencia lejos de ese terruño que vio nacer, crecer y madurar a nuestros ancestros. Villa de Revilla: por fundación. Ciudad Guerrero: por historia. Poblado que sucumbió bajo las aguas de la Presa Falcón en mil novecientos cincuenta y tres. Los pobladores abandonamos Revilla, para ir a vivir a Ciudad Guerrero, Tamaulipas. Treinta kilómetros al sur.
Los tiempos, de radicar en Ciudad Guerrero recién fundado, se dieron. Mi abuela Jesusita, era un conjunto de atracciones a mis seis años. La visitábamos continuamente. Convivir en su medio me dejó enseñanzas. Su casa siempre muy concurrida. No sé si fue por la peluquería, que mi abuelo José Sáenz tenía en la Villa de Guerrero o por la sastrería, que también era parte de las actividades de la familia. Lo que sí, es que, en esa ubicación se les asignó una casa en avenida llena de comercios. Asignación de bienes en la ciudad, era otorgada, por las autoridades. Programada, de acuerdo a la vivienda en posesión, en la villa inundada por las aguas.
En una visita a la casa de mi abuela, mi tía Andrea me pidió que fuera a la tienda de la esquina con Don Román para traer víveres. Depositó en mi mano, un tostón. Esa monedota, que era difícil de ocultar en mi mano de niño. Tomé la moneda con decisión y busque la salida a la calle por la sastrería. Mi abuela pendiente y laborando. Me detuvo y preguntó:
–¿A dónde va mi querubín?
–A la tienda de la esquina Güelita. Voy a traer chile, tomate y cebolla.
Me echó un vistazo de arriba abajo. Vestía sólo una prenda, mis pantaloncitos. Mis pies descalzos y sin camisa. Los chamorros llenos de manchas como resultado de mis juegos. Se levantó de su máquina de coser y tomándome de la mano me llevó casa-adentro. Justo a la salida del patio, después de cruzar la cocina, había un lavadero a la izquierda. De aquellos, que tenían un tallador para fregar la ropa. Como gigante de Circo Atayde, mi abuela me tomó sin esfuerzo por los costados y me elevó hasta depositarme de pie en el lavadero. Me desnudó y tomó un estropajo, producto de la enredadera que sombreaba un emparrado que estaba en el patio. Estropajo, de la cosecha del año. La producción de estos era cíclica. Durante el verano, los frutos de la enredadera, semejaban pepinótes que proliferaban por las alturas del emparrado. El invierno, con su llegada, completaba ciclo de secado. Aquellos pepinos se deshidrataban sin parar hasta perder todo peso. Cuando la cascara se oreaba, se removía. Ya sin la envoltura, quedaba un tejido cuyos círculos le daban fuerza y forma al producto. Eran fibras que al secarse cumplían con un destino de limpieza. Con el artículo del emparrado, cosechado, secado y con mucho jabón, mi abuela me dio una estropajeada. Mi aspecto, después de la restregada, resplandeciente. Tomó una toalla y me secó. Me llevó de nuevo a la sastrería. Me vistió. Los pantaloncitos ajustados a mi figura. Una camisa cuya blancura me encandilaba. Igual mis calcetines y los zapatos. Tomó un frasco de aquella goma para fijar el pelo: la \"Parrot\". Cuidadosamente marcó el apartado en mi cabello, para después con un cepillo, terminar mi peinado como si fuera profesional de estética. Volvió a mirarme de arriba abajo, con una sonrisa que mostraba su satisfacción, sostuvo de nuevo mi mano y me presentó ante el espejo. Que gallardía supo mi abuela plasmar en mi persona. Mi atuendo me satisfacía. Beso en mi frente, confirmó mi sentir. Luego lo refrendó, cuando me dijo, al tiempo de depositar la moneda en mis manos:
–Ahora si ve. Como vestías, nada más a la tienda podías ir. Con tu atuendo, hasta en la Presidencia Municipal te pueden recibir…
Enseñanza a la pulcritud.

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5 comentarios

  1. 1. forvetor dice:

    hola Osvaldo,
    para mi, lo mejor del relato es su ternura y su sabor a tierra. como te dije el mes pasado me gusta que la identidad latinoamericana esté tan marcada en tus relatos. les da personalidad.
    sin embargo, este tiene un problema grave de ritmo. lo construyes a base de frase cortas (muy cortas, a veces) que no benefician el fluir de la lectura. además deberías prestar más atención a la puntuación. prueba a leer el texto tal cual está escrito haciendo una pausa más larga en los puntos y más corta en las comas. verás en seguida que hay demasiados/as, la narración no fluye. tienes que encontrar la forma de hacer las frases más largas y más fluidas entre sí.
    cuidado también con abusar de los dos puntos (“:”), en las construcciones que tienes al principio del texto puedes usar igualmente comas sin saturarlo de un símbolo que llama tanto la atención.
    y por último, yo evitaría la explicación sobre el proceso de manufactura del estropajo en al parte final. es una anécdota curiosa, pero no aporta nada a la historia. ese espacio lo podría aprovechar describiendo a la abuela desde el punto de vista del niño. parece una mujer fuerte, de carácter decidido… déjalo más claro describiendo como la percibe el nieto.
    al principio pensé que la frase final quedaría mejor de título, pero después de leerlo un par de veces me doy cuenta de que no. queda mejor al final, como subrayando el estilo de enseñanza de esa mujer y esa época. buen recurso.
    espero no haberte molestado con mis consejos, no soy ningún experto y los hago sólo con la intención de ayudar. espero haberlo hecho … aunque sea un poco 😉
    un saludo compañero, nos leemos!
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/

    Escrito el 29 mayo 2014 a las 00:38
  2. 2. Ana Vera dice:

    Veo muchísimo potencial en esa forma de escribir, Mario, tienes una voz maravillosa para escribir historias estupendas. Enhorabuena. Es un gustazo leerte.

    Escrito el 29 mayo 2014 a las 17:32
  3. 3. Chiripa dice:

    Hola Osvaldo, te cuento que tu relato me dejó un agradable sabor. Esa inocencia infantil a la que no le da importancia a la indumentaria, sino al juego y a servir de mandadero, está muy bien planteada y enriquecida con detalles que también son tan propios de sudamérica, que me han embelezado entre recuerdos.

    Para la versión final de tu relato te sugiero revisar en “…echó un vistazo de arriba abajo…”
    si es correcto como lo escribes, o si es mejor: de arriba a abajo

    ¡Enhorabuena, Osvaldo! Me gustará seguir leyéndote.

    (Si quisieras responder esta mi opinión, o comentar algo, por favor hazlo en mi relato, ya que como deseo leer y dar feedback a la mayor cantidad de textos posibles, no volveré a pasar por aquí.)

    Saludos.

    Escrito el 30 mayo 2014 a las 05:07
  4. 4. Miranda dice:

    Hola Oswaldo.
    Me ha gustado como has contado la historia, una cosa tan simple como el aseo de un niño y la correspondiente enseñanza, en una época sin muchos medios y en un lugar que va a desaparecer, te han dado material para hacer una historia que transmites de una forma muy visual.
    Me he imaginado la escena perfectamente, únicamente las frases de presentación del pueblo con los nombres, que son muy cortas, me confundieron un poco y las tuve que leer dos veces.
    Felicidades, un buen relato, sigue practicando, te seguiremos leyendo
    Saludos.
    Gracias por tu comentario en mi relato.

    Escrito el 31 mayo 2014 a las 20:20
  5. 5. José Torma dice:

    Que tal Oswaldo, me tarde pero llegue.

    Que nostalgico y bonito relato. Amen de lo que te comenta Sergio que siempre es muy oportuno en sus comentarios, yo me quedo con el sabor dulzon de una vida mas simple y sencilla.

    Mi abuela QEPD decia… “antes de salir a la calle, revisa tu ropa, pintate los labios y revisa el peinado, que nunca se te note el hambre ni la jodidez” que es en escencia tu relato. Me gusto me identifico y pues asi somos los norteños compadre, chingones!

    Saludos y felicidades.

    Escrito el 9 junio 2014 a las 21:40

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