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Los motivos de su sonrisa - por Itzia19

El autor/a de este texto es menor de edad

Imagina un circo. Ya sabes, el típico circo que visita los pueblos maravillando a los niños, recordando la infancia de los más mayores y llenando de alegría todos los rincones del lugar durante unos días.
Entonces, imagíname a mí, delante de él, mirándolo fijamente. Llevo una entrada en la mano y no puedo dejar de temblar. Hoy, al fin, entraré. Hoy, al fin, le veré de nuevo. No sé si estoy preparada, mas he de hacerlo. Quizá sea la última oportunidad que tenga. Han pasado muchos, muchos años. Es posible que demasiados. Ya no soy la de antes…¿lo será él?
El espectáculo ha comenzado. Todo el mundo se maravilla con los trapecistas, se espanta con las fieras y suspira de alivio al ver cómo burlan a la muerte los domadores. El público aplaude con entusiasmo. Las luces cambian su tonalidad y, con ellas, también el ambiente.
Entra un hombre, un hombre con un rostro cubierto por maquillaje. Lleva dibujada una sonrisa, pero no sonríe. Su ridículo disfraz con peluca roja y verde es inconfundible. Comienza a hablar y el público rompe a reír. Se sube a un monociclo y da vueltas alrededor del escenario mojando con un chorro de agua a todo el mundo. Pasa por delante de mí y nuestras miradas se encuentran. Yo no sonrío y mis ojos lloran. De repente, se tropieza con algo, pierde el equilibrio y se cae. Los espectadores se burlan de él, pensando que es parte de la representación. Tan sólo por un milésima de segunda he creído vislumbrar su derrota, la de un hombre que no parece querer levantarse de la fría arena. Pero en la milésima de segundo siguiente se ha repuesto y lo ha hecho sin demasiado esfuerzo. Se marcha cuando el público lo vitorea sin poder contener su emoción. Sin embargo, su última mirada ha sido hacia mí.
—¿Qué es lo que quieres? —me pregunta con voz débil.
He conseguido colarme después de la actuación y dar con él. No se lo esperaba, desde luego. Yo, el fantasma que ya no recordaba, estoy de nuevo frente a él.
—Necesitaba verte.
—No entiendo por qué.
Se dispone a dar media vuelta pero lo detengo.
—No puedes fingir que no sucedió nada entre nosotros —le recrimino.
Dirige sus ojos hacia mí. Había olvidado cómo eran. Había olvidado el dolor que despertaría en mí observarlos otra vez.
—Y no lo hago —responde con frialdad—. Pero no entiendo en qué puede cambiar eso nada.
—Te marchaste, me dejaste tirada, sin ninguna explicación y yo…yo…
Se me quiebra la voz y mis ojos comienzan a anegarse en lágrimas.
—Sabes por qué lo hice.
—No, no lo sé.
Nos quedamos callados un instante. No parece dispuesto a decir nada más, a explicarse siquiera.
—¿Y el beso? —pregunto entonces—. ¿Es que no significó nada para ti?
Permanece imperturbable, sin inmutarse de las lágrimas que recorren mi rostro desenfrenadamente.
—¿Por qué ya no sonríes? Antes lo hacías todo el tiempo.
—Ya no tengo motivos.
—¿Y cuál era antes tu motivo? —mi voz tiembla al preguntarlo.
Acaricia mi rostro con sus manos. Entonces, me levanta la barbilla ligeramente y me besa con ternura. No puedo soportarlo más y me rindo a la tensión, al dolor que lleva asolándome durante meses. Me abrazo a él empapando su traje de payaso con mis sollozos. Me aprieta con fuerza. Coloca su cabeza sobre la mía. Nos quedamos así durante un momento.
Nos separamos y se coloca a mi altura.
—Sé feliz.
Asiento sin fuerzas.
—No podrías haberlo sido conmigo. Ambos lo sabemos. Yo soy un espíritu demasiado libre, sin ataduras. Jamás podría darte lo que esperas de mí.
Me quedo callada.
—¿Lo entiendes?
No, en verdad no lo entiendo. Pero ignoro qué más puedo hacer. No quiero reconocer que quizás nunca me perteneció, que nunca le tuve. Vuelvo la cabeza hacia otro lado.
—¿Puedo…?¿Puedo pedirte algo? ¿Una última cosa? —susurro al fin.
—Claro.
—Prométeme que encontraras motivos. Nada de motivos superficiales, motivos de verdad: motivos por los que quieras levantarte cada mañana, motivos por los que sueñes a todas horas, motivos por los que merezca la pena vivir, pero, sobre todo, motivos por los que quieras llorar, llorar durante horas porque así también encontrarás motivos por los que reír, reír a carcajadas.
Una pequeña sonrisa aparece en su rostro. Fugaz, intentando ser contenida, pero sincera.
—Lo prometo.

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5 comentarios

  1. 1. Diego dice:

    Una maravilla Itzia!!!!
    Enhorabuena. La historia del payaso triste que una vez pudo ser feliz, pero sus demonios no le dejaron… Excelente. Sigue escribiendo por favor.

    Escrito el 27 mayo 2014 a las 18:10
  2. 2. Itzia19 dice:

    Muchas gracias Diego!!Todavía me queda mucho camino pero seguiré escribiendo claro 🙂 Gracias por comentar

    Escrito el 28 mayo 2014 a las 14:15
  3. 3. Ana Vera dice:

    Muy profunda la caracterización de los personajes, de sus emociones, la hondura del diálogo, hace falta ser muy observadora, captar ciertas cosas en el lenguaje corporal de los demás, conocer en profundidad la complejidad del carácter humano, y luego saber llevarlo al papel, como has hecho tú. Enhorabuena!

    Escrito el 28 mayo 2014 a las 19:45
  4. 4. José Torma dice:

    Hola Itzia 19.

    Tu relato me llego. La verdad yo he ido al circo tradicional solo una vez en mi vida y fue suficiente. Los payasos habitan mis mas macabras pesadillas, no me gustan para nada. Sin embargo, logras que sienta empatia por este payaso de sonrisa alegre y mirada triste.

    Creo que escribes como adulto.

    Me gusto mucho.

    Felicidades.

    Escrito el 28 mayo 2014 a las 22:30
  5. 5. Fermin Beraza dice:

    Me sorprendió gratamente que usaras la segunda persona y el tiempo presente en toda la historia. No es un recurso muy utilizado, y según dicen requiere de gran pericia y práctica. En tu caso, me ha gustado mucho la forma en que metes al lector en el relato y lo haces participar del mismo. Saludos.

    Escrito el 28 mayo 2014 a las 23:32

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