pesadilla multicolor - por onirico

Pesadilla multicolor
Volvíamos del circo, excitados y cansados.
Reviviendo cada acto, cada escena, cada personaje.
¿Pá, Te acordás del boletero con ese sombrero tan largo lleno de colores? Claro Juan, era muy gracioso con tamaños bigotes blancos.
¿Y el domador de leones? Ese si tenía bigotes, pero negros, con traje colorado, botones dorados, y ese látigo que hacia ese ruido, más fuerte que el rugido del león. ¿Te asustaste con el látigo ,no?. Si pá , sabes que el ruido no me gusta.
¡Cómo se pegaban los payasos, papá! ¡Cómo me reía! A mi también me gustaban de chico los payasos, Juan, eran los que mas me gustaban, siempre le pedía a mi papá, el abuelo, que me llevara al circo, solo para verlos.
¿Y los equilibristas? ¿Por qué no se caen? .Porqué van despacio cuidando cada paso que dan y agarrándose fuerte de sus compañeros cuando les toca saltar. Son muy valientes y cuidadosos.
Y al final, Pá, ver al hombre bala volar por los aires y caer en esa red. ¡Qué bueno!!
¡Gracias ,pá, por llevarme!.Cuando salieron todos con todos esos colores me dió pena, quería ver mas hombres y mujeres así de valientes y divertidos. ¡Yo quiero trabajar en el circo!!
Bueno, pero para eso mañana a la escuela y a estudiar. Cuando seas más grande veremos.
Mi mujer nos recibió contenta y tuvo que soportar otra vez la función completa, sin desatender un instante, porque Juan tenía el hábito de agarrarte la cara y volverla hacia el si uno miraba a otro lado.
Por fin se fue a dormir y tuvimos nuestra charla .¿Y? .Respiré profundamente y le respondí. El espectáculo es de primer nivel, pero uno empieza a ver otras cosas .Es triste ver la verdad de las fantasías y los sueños. ¿A que te referís? Me preguntó.
El ambiente sucio, las sillas viejas, las luces todas arregladas con cintas y lo más impactante fue ver que el boletero español, el domador ruso, el trapecista colombiano, el payaso americano y el hombre bala italiano eran la misma persona! ¡No, no te rías!
Bueno, el circo era para el nene, y el se divirtió, vayamos a dormir.
Me acosté y, como siempre, repasé metódicamente las tareas del día siguiente.
A las siete, desayuno con el pijamas , me pongo una campera y llevo a Juan al colegio, total no me bajo del auto. Vuelvo a casa me pongo el equipo de gimnasia colorado, de primera marca (para que mi mujer no pase papelones, dice) y voy a correr mis cuarenta cuadras las cuatro veces por semana como me dijo el cardíologo (Como Juan Guerra y sus 4-40), un aburrimiento fenomenal. Pero así, dicen, me voy a conservar como un león (bastante herbívoro, ja.) Vuelvo, una ducha rápida, si es posible con agua fría, me pongo el traje con su corbata y pañuelo haciendo juego y parto a la clínica. Me toca esta mañana discutir con los sindicatos los aumentos de salarios y luego con las empresarios de salud los nuevos contratos. Una tarea estresante en la que hay que moverse con mucho cuidado tratando de no romper el equilibrio.
Un ligero refrigerio, un poco de relax en el sillón reclinable, y a operar.
Vestirse meticulosamente, lavarse las manos con cuidado, mirar que todo el instrumental este en condiciones, ponerse de acuerdo con el anestesista, y cuando el lo indica, zambullirse en ese salto mortal que es tener la vida de un paciente en tus manos. Pensar en el abrazo feliz de un pariente agradecido o el murmullo y a veces hasta el grito desgarrador ante el fracaso fatal de nuestro esfuerzo. Esfuerzo que solo se mide en el resultado: mucho o nada. Volver a casa y disfrutar, divertir y hacer reír a mi hijo.
Me levanté en la cama, me senté, prendí la luz, los ojos desorbitados; había repasado lo visto y mi vida en paralelo, el portero, el domador, el equilibrista, el hombre bala, el payaso la misma persona distintos disfraces. ¿Y yo qué? .El pijama, el jogging, el traje el guardapolvo y revolcarme de payaso no eran disfraces del chofer, el hombre buscando la eternidad,el ejecutivo insensible, el solidario , el padre y esposo amoroso? ¿Qué te pasa? Me preguntó, molesta por la luz . Pienso si mi vida no es un circo, le respondí aún perturbado.
Y juro que ese beso, casi maternal, hubiese bastado para reconciliar el sueño si no se hubiese dado vuelta, riéndose bajito, y susurrado ese. ¡Que descanses, payasito!