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15 de septiembre - por Grifut

Con movimientos que imitaban los de un limpiaparabrisas, Lucía borraba la pizarra. Repasaba mentalmente la clase que acababa de dar mientras sumas y restas desaparecían de su vista dejando en su lugar semicírculos de tiza blanca. Miró el reloj y se dio cuenta de que llegaba tarde; era martes y le tocaba cuidar a los niños en el patio durante el recreo. ¡Las 11 y cuarto! ¿Era posible que se hubiera entretenido quince minutos sin percatarse de la hora?
Salió rápidamente del aula y casi sin darse cuenta ya se encontraba ante la puerta del patio del colegio. No se oía nada: ni risas, ni gritos, ni llantos… nada. Abrió la puerta aún con el borrador en la mano y lo que vio la dejó desconcertada. ¿Se habría equivocado de hora? A lo mejor debería de estar en clase repartiendo los exámenes de quinto curso. Miró de nuevo el reloj: las 11 y cuarto, y al volver a levantar la vista vio a Carlos, el bedel, deambulando por el patio mirándose los zapatos.
-¡Carlos! ¡eh, Carlos!- No hubo respuesta. El patio parecía más grande de lo normal cuando Lucía se encaminó hacia el bedel, que no parecía percatarse de su presencia. Finalmente llegó hasta él, que se había parado y permanecía de espaldas a ella mirando al frente.
-Carlos – Pero Carlos no se dio la vuelta. Lucía le agarró del brazo con la mano libre para llamar su atención; aún sostenía firmemente el borrador en la mano izquierda. El bedel se dio la vuelta y quedó de frente a Lucía, pero, aunque parecía que miraba en su dirección, tenía la mirada perdida.
-Carlos, ¿dónde están los niños?- Carlos no respondió, se limitó a quedarse quieto mirando al infinito. Lucía sintió una sensación de angustia por el temor de haber perdido a los niños y apretó con fuerza el borrador.
De repente sonó la sirena que indicaba que el recreo se había terminado. Lucía notó algo húmedo en su nuca y al intentar tocarlo empezó a sentirse pesada y desorientada. El edredón le pesaba y le daba calor; la almohada estaba mojada de sudor y con la mano izquierda apretaba fuertemente un trozo de sábana. El despertador seguía sonando…
Era 15 de septiembre y empezaba un nuevo curso. Esta vez las pesadillas habían empezado pronto, demasiado pronto.

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1 comentario

  1. 1. carla lopez dice:

    Hola Grifut,
    me ha gustado mucho tu relato. Y el final es buenisimo. Cuando empezaba a pensar, aliviada, que todo ha sido un sueño y que ya ha pasado el peligro, resulta que esta pesadilla no ha sido mas que un reflejo de la que va a ser su vida diaria…

    Escrito el 5 noviembre 2014 a las 00:03

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