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Elisa - por Julieta Ortiz

Elisa

Era el comienzo del día 23 de aquel mes tan frío, que solo recordarlo me hace temblar. Volví al colegio para entregar las últimas evaluaciones, fuera de tiempo, maldito tiempo que nunca me alcanzas. Entre el humo de los cigarrillos haciendo nata en el despacho y los exámenes que no se terminaban de calificar ,escuché tocar la puerta. Tres golpes, silencio y uno más. Me levanté de mala gana y nadie afuera. Insolencia. Justo al momento de posarme en la silla, un golpe, ésta vez con rotunda sonoridad. Abro la puerta con violencia, queriendo golpearle la nariz al gracioso. No hay suerte, nadie. Agacho la cabeza para sentir la sien latir y encuentro un listón azul tirado en el piso. Aún conserva el aroma de su antigua dueña: almendras.

Las seis en punto. El tic tac no cesa. Estoy a punto de tirarme por la ventana de no terminar con este vaciar de calificaciones y promedios. Harto. Prendiendo el último cigarrillo, eso me he prometido, de pie frente la ventana que cosa más extraña he de encontrarme: una colegiala, es pequeña unos doce años, no más diviso a lo lejos. Es real, me he vuelto loco o al menos envenenado con tanto monóxido aquí dentro. Al asomarme otra vez, no hay nadie.

Deben ser las ocho ya la luz se ha ido y el reloj se quedo congelado en las seis con trece. Demonios, malditos demonios que ha comenzado a llover. En la carrera al auto la veo de nuevo, es una niña de coleta, en medio de la lluvia me mira tranquila. No lo puedo evitar, debe haber mucho de bondad en mi, ser desgraciado. Anda coge una pulmonía por auxiliar a esta osada chiquilla. —¡Eah¡ niña que haces aquí, vamos te enfermaras — ella solo me mira con esa sonrisa, ¿pero de que se alegra?. Ladea la cabeza y da media vuelta, echando a correr. La persigo a través del patio del colegio. Imposible, desapareció. En verdad me he vuelto loco.

Al día siguiente el clima es favorable, será un encierro mas ameno. Dan las cuatro y por fin he terminado mis calificaciones. Bendita sea mi astucia. Que mejor descansar en las bancas del patio, ahora sin esos chiquillos insolentes rondando por ahí. Una bocanada de tabaco y la cabeza echada hacia atrás. Al abrir los ojos está frente a mi esa niña, sus ojos enormes como un par de nueces me miran interesados y su sonrisa es tan inquietante, tan pasiva, inflexiva, inmortal… Ladea la cabeza y me dice —lo sabes… si… lo sabes… lo sabes… Antes de que pueda alcanzarla echa a correr y se pierde entre los árboles, la persigo y reaparece, esta dando vueltas en torno de los basureros y de pronto se detiene, por fin puedo preguntarle —¿Qué sé?, a lo que me contesta, mientras su en su rostro llueve la desolación —¿Dónde están los niños? Es verano, no hay niños, sería la respuesta mas lógica, pero en lugar de eso, saco el listón de mi chaqueta y lo estiro frente a ella, como hipnotizada se acerca a tomarlo. En el momento preciso se lo impido tomándola del brazo, esta helada —¿Quién eres, qué haces?, ella cambia sus ojos por los de una berrinchuda para contestar —Soy Elisa ya sabes… —es que en verdad que no sé. Le vuelvo a mostrar el listón y ella se estremece, está vez la dejo tomarlo y sale zigzagueando rumbo a las cisternas. Me grita —¡ya lo sabes, en el agua¡ Ha dicho ¿el agua?, no comprendo y lentamente cae el listón sobre la tapa mal cerrada de la cisterna. Y de pronto adivino que hacer, levanto la pesada tapa de cemento y ahí está un mechón de castaño cabello flotando en el agua, al jalarlo es pesado y lo peor pasa por mi mente. Continuo levantando para encontrarme con un cuello delgado, los tirantes de un Jumper y el pequeño cuerpecito de aquella inocente visión reposa en mis brazos, escurriendo agua helada, se quiebra mi corazón, me congelo, no ato idea. Tras mirarla por unos segundos, saco el móvil y llamo a emergencias, se que es tarde, pero no hay más que hacer. Mientras la contemplo, su rostro está relajado, en paz, aún conserva esa sonrisa marmórea, inmortal.

Al rasgar del cierre de la bolsa negra, un viento me trae ese aroma de almendras, y al levantar la vista la veo irse a Elisa con su paso zigzagueante y su coleta lacia balanceándose sobre su espalda.

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3 comentarios

  1. 1. Miranda dice:

    El contenido de la historia, podría haber dado mucho de si. Pero el texto está escrito como si fuera un telegrama. Frases muy cortas, alguna de una palabra resulta muy difícil identificarse con el personaje. Hay sucesiones de palabras que no tienen sentido, (“humo haciendo nata”) y discordancias.

    Como la historia tiene posibilidades, te recomiendo que la trabajes un poco más, ya sin la presión de las 750 palabras. Separa los diálogos del resto del texto para que sea más ágil el ritmo.

    Feliz escritura, lo difícil es lanzarse, después se aprende con constancia. No decaigas

    Saludos

    Escrito el 31 octubre 2014 a las 13:46
  2. 2. Ángel Gabriel dice:

    En los dialogos considero que si se necesitó separalos de mejor forma para que fuera más agil su lectura. Los personajes estan bien logrados son redondos, existe estructura, porque tiene presentación, nudo y desenlace, lo cual no es facil lograr en un cuento corto, hay un coflicto planteado, porque el maestro no sebe quién es la niña, por tanto, se crea una intriga y hay expectativa, para el lector por saber que ocurrirá al final, la atmosfera es la adecuada para el relato, el género considero que es de suspenso el cual pesta bien logreado, nos muestras una historia en lugar de contarla, tiene sintesis, porque el final es claro y bien planteado. Las descripciones de la atmosfera y de los personajes es la adecuada con el ritmo del relato.
    Si tienes tiempo lee y comenta el mio, es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS. ¡¡¡¡¡¡¡¡FELICITACIONES!!!!!!!!!

    Escrito el 17 noviembre 2014 a las 02:04
  3. 3. Julieta Ortiz dice:

    Gracias por sus aportaciones compañeros, tomare en cuenta sus consejos para mejorar este texto y continuar enriqueciendo mi escritura. Buenas letras, nos leemos.

    Escrito el 17 noviembre 2014 a las 22:02

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