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El silencio - por Carla López

Web: http://unahabitacion.wordpress.com/

Todavía medio dormida, Úrsula alarga la mano para coger el vaso de agua que siempre deja en la mesita de noche. Cuando su mano sólo toca el aire, el pensamiento de que no está en su cama la hace despertar de golpe. Ni siquiera está en una cama. Bajo su cuerpo sólo hay suelo, una especie de baldosas negras que se hunden ligeramente bajo su peso. Sobre su cabeza, en lugar de techo un cielo cubierto de nubes. Se levanta apoyándose en un brazo y descubre que está en el centro de un recinto de unos 200 metros cuadrados, amueblado con dos grupos de tres columpios y un tobogán. A su alrededor, en lugar de paredes o muros, enormes cristaleras, al otro lado de las cuales puede ver encerados y murales en las paredes, pupitres y juguetes. Son aulas para niños pequeños, y ella parece estar en su patio de recreo. Falta saber cómo ha llegado hasta ahí, y por qué. Su cerebro analiza metódicamente todos los elementos que la rodean, pero le cuesta mantener una línea de pensamiento de más de medio minuto. Además le duele todo el cuerpo. Pero como no parece estar herida, se levanta despacio y camina por el patio, atenta a cualquier posible movimiento en su campo de visión. Todo parece dentro de la normalidad, sin contar que no sabe dónde está y que no escucha nada, ni a nadie. Ni siquiera el ruido de los coches. El leve sonido de sus pasos es lo único que rompe el silencio, y ella misma es lo único vivo a la vista. Observa con detenimiento la cristalera que rodea todo el patio, y descubre una puerta en uno de los lados. Se acerca e intenta abrirla, pero no hay manillar y no cede al empujarla o al tratar de arrastrarla. Busca algo para romperla, pero lo único que hay en el patio son los columpios y el tobogán, y no logra desencajar ninguna de las piezas que los componen. Decide dejar de intentar salir por la puerta y empieza a recorrer la cristalera, examinando cada palmo de la misma, en busca de una junta mal sellada o de cualquier espacio por el que poder meter la mano y tratar de hacer ceder el cristal. Nada.

Empieza a tener hambre y sed. La última vez que comió algo fue en la cena, varias horas antes de acostarse. De hecho, el momento en el que se metió en la cama junto a Raúl y se dejó envolver por sus brazos, es lo último que recuerda. Raúl. Casi se olvida de él. Seguro que ya la ha echado en falta. Seguro que ya la están buscando. Se siente un poco más tranquila, pero sólo hasta que lo descubre al otro lado del cristal. Está recostado de una forma extraña sobre un pupitre demasiado pequeño para su cuerpo. No se mueve y un pequeño charco de color rojo intenso se ha formado ya bajo su cuerpo, a pesar de que no puede llevar mucho tiempo allí. Está casi segura de que no estaba allí cuando se despertó. ¿O sí? Intenta atraer su atención dando varios golpecitos en él cristal con los nudillos, mientras susurra su nombre entre lágrimas. Él reacciona abriendo sólo un poco los ojos, que se iluminan al reconocerla. Úrsula le sonríe tratando de infundirle ánimo, pero él vuelve a caer inconsciente, y ella se queda mirándolo mientras aprieta los puños con rabia, temblando de miedo e impotencia. ¿Quién les ha hecho esto? Cierra los ojos, atenta a cualquier sonido, y se deja caer contra el cristal. Se queda muy quieta durante un rato, intentando relajarse, tratando de recordar lo que ha hecho los últimos días, las personas con las que ha hablado, los sitios a los que ha ido. Busca pistas en su vida que le ayuden a entender, pero el tiempo pasa y no surge nada. Cuando al fin abre los ojos, ve con horror que alguien ha escrito, en grandes letras rojas (¿con la sangre de Raúl?), cuatro palabras en el ventanal que tiene justo enfrente: “¿Dónde están los niños?”

¿Los niños? ¿Qué niños? – Grita con tanta fuerza que se hace daño en la garganta. Entonces, inexplicablemente, recuerda el laboratorio, a los monos muriendo sin razón aparente, y la solución improvisada que al final adoptaron. 25 sujetos nuevos para suplir a los que habían muerto. 13 machos y 12 hembras. 25 niños huérfanos.

Parece que, después de todo, sí le importaban a alguien.

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1 comentario

  1. 1. Wolfdux dice:

    Macabro final Carla, jeje. Excelente, original.

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 12:49

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